Mari Paz Díaz. Los numerosos estudios que existen sobre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí nos hacen pensar que son pocos los aspectos de la vida y obra del matrimonio que nos son desconocidos. Sin embargo, están surgiendo trabajos que nos demuestran que estamos lejos de realizar esta afirmación, conscientes de que todavía son muchas las cuestiones que podemos descubrir. Sin ir más lejos, este viernes, 1 de septiembre, ha salido a la luz un nuevo libro que pone el acento en la faceta de cocinera de la esposa del Nobel de Literatura moguereño. Una obra, publicada por la Editorial Niebla en el marco de su Colección ‘Platero’, que lleva por título ‘La Cocina de Zenobia’ y que ha sido escrito por las investigadoras Pepi Gallinato Ollero y María José Blanco Garrido.
La publicación ha sorprendido a muchos, no sólo por su novedosa y atractiva temática, sino también porque pone en primer plano de la actualidad a Pepi y María José, dos moguereñas muy conocidas, al ser las guías de la Casa Museo Zenobia – Juan Ramón Jiménez de Moguer. Una labor que vienen desarrollando desde hace años, pero que han mantenido, hasta ahora, detrás de los focos.
En el caso de María José Blanco, diplomada en Profesorado de Educación General Básica por la Universidad de Huelva, es guía de la Casa Museo desde el año 1992, mientras que Pepi Gallinato, licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Huelva, realiza su labor como guía de la Casa Museo desde 2002. La actividad investigadora de ambas les ha llevado a escribir artículos en la revista Montemayor del Ayuntamiento de Moguer, además de haber publicado ‘El otro tú de Platero. Dos miradas a la primera edición’. Cien Años de Platero y yo (1914-2014), editado en enero de 2017 por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva. También han sido comisarias de la exposición ‘Marga’, dedicada a la escultora madrileña Marga Gil Roesset en 2015.
Ahora, tras dos años de investigación, han conseguido sacar a la luz este libro en el que descubrimos a una nueva Zenobia, pero, también, a un Juan Ramón que sorprende, muy atento y preocupado por ayudar a su esposa en las tareas de la casa siempre que podía. Con ‘La Cocina de Zenobia’, estas dos onubenses han estudiado la pasión de Zenobia Camprubí por la cocina y por cuidar el delicado estómago de Juan Ramón Jiménez, lo que les ha permitido sacar a la luz 158 recetas escritas por ella. La digitalización de los fondos juanramonianos de Puerto Rico ha facilitado la localización de estas recetas, tanto en español como en inglés, que fueron recogidas a lo largo de su vida por Zenobia y guardadas cuidadosamente entre sus papeles y diversa documentación.
Una publicación con enormes atractivos al unir literatura y gastronomía, que hemos querido conocer en profundidad con esta entrevista realizada a sus autoras, Pepi (P) y María José (MJ), en la Casa Museo de Moguer.
-¿Cómo surge la idea de poner en marcha este libro?
–MJ: Realmente es un tema muy novedoso. Porque se han hecho muchos estudios de Zenobia desde diferentes perspectivas, pero es la primera vez que surge este punto de vista. La idea nace en el seno de la familia de Juan Ramón Jiménez. Su portavoz, Carmen Hernández Pinzón, es quien trasmite el deseo de poner en marcha este proyecto a la Casa Museo de Moguer, porque querían que el trabajo se hiciera desde aquí, debido a que en la documentación de Puerto Rico que ha sido digitalizada se han localizado muchas recetas, entre las cartas y otros papeles.
P: A Carmen Hernández Pinzón le pareció muy interesante hacer este libro y le transmitió la idea a nuestro director, a Antonio Ramírez Almanza, que, enseguida, pensó en nosotras debido a que, ya anteriormente, habíamos ido recopilando información en referencia a Juan Ramón y su alimentación. Era una cuestión que nos había interesado al conocer que el Nobel era muy delicado de estómago. Y lo cierto es que habíamos encontrado en las cartas muchas referencias a lo que comía. Así lo transmitía habitualmente a un amigo suyo. Entonces,ya sabíamos algunas anécdotas de su relación con la comida, de ahí que pensara en nosotras. Entre otras curiosidades, conocíamos que Juan Ramón se tomaba todas las tardes, a las 18.30 horas, una copa de yogurt. Así que cuando Antonio nos comentó la idea nos hizo mucha ilusión, porque antes de que surgiera este proyecto era un tema que nos llamaba ya la atención.
-Antonio Ramírez Almanza tuvo claro que vosotras erais las personas idóneas para llevar a cabo esta iniciativa.
-P: La verdad es que siempre estamos dando vueltas a la cabeza y dando rienda suelta a nuestro deseo de estudiar nuevos proyectos y actividades, intentando responder a muchas cuestiones que nos pueden aportar datos de interés para nuestro trabajo, para nuestro día a día. Por ejemplo, nos preguntábamos, ¿cuándo se saca el carné de conducir Zenobia? Sabemos que fue una de las primeras mujeres de España, pero ¿cuándo fue exactamente? Siempre nos ha interesado mucho la figura de Zenobia.
-¿Y cómo era Zenobia como cocinera?
-MJ: Ella intenta ser buena cocinera. Le ponía bastante tesón en ello, pero se tenía que adaptar en todo momento a Juan Ramón, que tenía muchas etapas en las que estaba muy delicado de estómago, por lo que solía optar por recetas sencillas, casi sin condimentar, para que no le hicieran daño. También hay momentos en los que hace esas recetas nuevas que ella ha aprendido y que le salen muy bien. Era algo que le llenaba de satisfacción, porque entonces se le veía exultante y así lo transmite en las cartas que hemos tenido la oportunidad de leer. Hay muchas anécdotas, porque, como nos ha pasado a todos, también hay otros días en los que la comida no le sale tan bien. Pero, en general, lo que más destacada era su deseo de aprender y de hacer bien la comida. Incluso, hemos encontrado en su diario que Zenobia escribe su propósito de hacerlo bien.
P: Hay que tener en cuenta que Zenobia en España tenía tal actividad que para ella había sido imposible aprender a cocinar. Por ello, en el momento que sale de España y se encuentra en Cuba, donde tiene un poco de más tiempo libre, se ve con la posibilidad de hacer un curso de cocina. Una formación que completa luego en Estados Unidos, donde tuvo la costumbre de intercambiar clases de español por cursos de cocina, lo que demuestra su enorme interés por hacerlo bien. Otra cosa era que sus recetas solían ser sencillas debido al estómago delicado de Juan Ramón.
MJ: Ella misma asume sus limitaciones. Por eso, a veces, no asistía a clases en las que se iban a elaborar platos más sofisticados, porque sabía que luego en casa no los iba a poner en práctica.
-¿Cuándo surge su interés por la cocina? Porque en España solían tener cocinera en casa…
-MJ: Sí, es cierto que fue en el exilio cuando desarrolla este interés, puesto que, aunque hubo momentos que tuvieron cocinera, pero es cuando se marchan de España cuando también tiene más tiempo libre y Juan Ramón está más delicado, así que se anima a aprender a cocinar. En este sentido, ella comprueba que la cocina de Cuba es la que mejor le sienta a Juan Ramón. Decía que entonces estaba trabajando muy bien, mejor que en la juventud. A Juan Ramón le sienta bien el clima y la cocina cubana y eso provoca que trabajara mucho mejor.
P: De todas formas, Juan Ramón fue una persona bastante añorante a lo largo de toda su vida. Y la cocina era una forma de recordar y de volver a sentirse como en casa, así que, a veces, Zenobia optaba por recetas familiares. Hay pocas, pero hemos encontrado algunas en la documentación existente. Se trataba de recetas que la familia de Juan Ramón, que su madre y su hermana Victoria, les envían a América. Del mismo modo, el propio Juan Ramón habla mucho del dulce membrillo típico de Moguer, que para él es el dulce, el postre estrella de su casa, mientras vive en España. Es más, su familia le solía enviar dulce membrillo casero, un postre que todavía se hace en muchas casas de Moguer. A veces, incluso, se lo regalaban a sus amistades para que lo probaran. Después, cuando se marchan de España, el postre que más tomará será un flan que le hacen unas amigas.
-¿Cuántas recetas de Zenobia habéis recopilado en este libro?
-P: Son 158 recetas en total, 102 en español y 50 en inglés, aunque aparecen traducidas al español, con la dificultad que eso conlleva, dada la terminología que se utiliza en la cocina americana, que a veces es diferente a la nuestra, por lo que hemos tenido que ir buscando los diferentes matices para que fuera entendible. En otras ocasiones, había recetas que no estaban completas o detalles que no se comprendían. Y todo lo hemos ido explicando en el libro.
-¿Alguna receta concreta?
-MJ: Una de las favoritas de Juan Ramón eran las natillas de las Lavedan, que le gustó tanto que el matrimonio, por unanimidad, decide tomarlas dos veces por semana. También podemos decir el flan de arroz.
-¿Cómo aparecen las recetas en el libro? ¿Tienen algún tipo de clasificación?
-MJ: Sí. Las hemos clasificado en cinco grupos: carne; pescado; ensaladas, guarniciones, salsas; sopas; y postres y panes. P: Porque entendemos que es un libro de cocina, al fin y al cabo. MJ: También hemos querido incluir al final del libro un glosario, porque hay muchos términos de la cocina antillana y estadounidense, dado que la mayor parte de las recetas son de su época del exilio, y, para facilitar a los lectores el poder hacer algunas de estas recetas, hemos decidido que era necesario explicarles bien cómo se elaboran, de ahí que incluyamos los términos e ingredientes poco habituales, y medidas de EEUU, que adaptamos a las de España.
-¿Qué platos del menú del matrimonio os ha llamado más la atención?
-MJ: Cuando escuchas a los amigos de Juan Ramón, te das cuenta de que aparecen una serie de productos y platos que se repite en el menú de Juan Ramón, como así sucede, por ejemplo, con los dátiles y el jamón de york, que los tomaba siempre, según recoge el investigador Ricardo Gullón, especialmente en la última etapa de su vida en Puerto Rico. Eran alimentos básicos para Juan Ramón. En cuanto a platos elaborados, tenemos comentarios de Graciela Palau, que asegura que le gustaba la comida sencilla, como alcachofas, patatas asadas sin mucho aliño, puré de patatas, consomé, la leche o los huevos de todas las formas, revueltos, pasados por agua o duros -no fritos, porque no le sentaban bien-. Una forma de comer que contrastaba con las veces que lo invitaban a comer y le ofrecían comidas muy sofisticadas, poco del gusto de él.
P: La delicada situación del estómago de Juan Ramón ha provocado que nos hayamos encontrado entre la documentación de Zenobia con determinados platos que son tachados, muestra de que no los iba a repetir por las consecuencias en el estado de salud de Juan Ramón.
-Por tanto, la principal preocupación de Zenobia es hacer una cocina que se adapte a las necesidades del Nobel.
MJ: Zenobia siempre estaba pendiente de él. Por ejemplo, llega un momento en el que se da cuenta que cuando sustituye en las comidas la mantequilla o el aceite por el jugo de tomate, esa comida le sienta mejor a Juan Ramón. Y así solía prepararla, como sucedió especialmente en la etapa de Estados Unidos.
P: Hay que tener en cuenta que Juan Ramón podía estar meses ingresado por problemas de estómago, teniendo que recibir incluso transfusiones de sangre. Es más, se está estudiando ahora que posiblemente tendría la enfermedad de Crohn, de ahí la preocupación de Zenobia.
MJ: En otra ocasión, cuando estuvo mucho tiempo ingresado a causa de una colitis, los médicos no daban con la solución para cortar el problema. Tras meses de tratamiento, en una de las cartas vemos cómo unos amigos le envían una botella de aceite de oliva y, con eso, al utilizar el aceite y el jamón, los médicos consiguieron que Juan Ramón tuviera una clara mejoría. Esto permitió que se le quitara la medicación, lo que demuestra, de nuevo, la añoranza de Juan Ramón hacia España, por lo que también le influía un poco lo sentimental a la hora de comer.
-Es una prueba de que el exilio no fue nada fácil para Juan Ramón Jiménez.
-P: A nivel culinario, la comida de Estados Unidos no le sentaba muy bien. Tanto es así que cuando llegaron tuvieron que dejar de ir a restaurantes y optaron por comprar latas de comida, que era mucho más barato y le sentaba mejor. Otro de los aspectos que a mí me ha llamado la atención de este estudio es comprobar cómo Juan Ramón ayudaba mucho a Zenobia en casa, una faceta muy desconocida de su vida cotidiana e, incluso, alejada de la imagen de escritor serio que tenemos de él. Frente a esa imagen, te encuentras a un Juan Ramón que se pone a fregar por la tarde, cuando ya no había luz para escribir. Algunos días que Zenobia llegaba de dar clases en la universidad un poco cansada, le decía: «Hoy no vas a hacer nada». Incluso hacía de comer, cosas muy sencillas, pero también cocinaba. Es una cuestión que llamaba mucho a sus amistades en Estados Unidos.
MJ: Unos amigos cuentan cómo Juan Ramón les preguntó cómo le gustaban los huevos y que se puso un paño de cocina a modo de delantal para cocinarles algo, porque Zenobia llegaba tarde de las clases. Era una imagen que no se podía esperar de él. Era algo que sorprendía mucho, incluso a sus amigos.
P: Tenemos una imagen de Juan Ramón que, a veces, no se corresponde con su vida real, porque era un hombre con los pies en el suelo. Y no sólo en EEUU, también aquí en España, algo poco habitual en estos años. Es la propia Zenobia la que cuenta que Juan Ramón le ayuda mucho en casa. Lo hace, por ejemplo, en una carta remitida a la hermana del moguereño. Pensamos que estaba encerrado en su mundo literario, pero no es así. Él era una persona que, incluso, cuando Zenobia se marcha de viaje por algún motivo, él siempre estuvo atento a sus negocios.
MJ: Al mismo tiempo, era una persona que tenía muchos detalles con Zenobia. Por ejemplo, una etapa coincide que él se encontraba todavía convalenciente de un periodo depresivo con las clases de ella en la Universidad, que eran tres días en semana. Era mucho trabajo para Zenobia, que tenía que ocuparse de las clases, de estar pendiente de él, dar clases de cocina…, era mucho esfuerzo. Y, como él ve que está muy agobiada, él le preparaba el almuerzo que Zenobia tenía que llevarse a la Universidad. En esos almuerzos era muy exagerado con la comida, pues le ponía de todo, chocolatinas, golosinas, etcétera. Además, durante esos días, él la liberaba del trabajo que tenía con él, como dictarle la obra, que esos días no lo hacía. Otro detalle que nos emocionó fue cuando leemos que en el año 1952, cuando Zenobia va a emprender un viaje desde Puerto Rico a Boston para someterse a una operación de cáncer de útero, Juan Ramón le hace una comida especial a modo de despedida. En esa ocasión, le prepara unas patatas fritas revueltas con huevo y carne molina y ella dice que se chupó los dedos de lo rica que estaba la comida. Es decir, que la preocupación era mutua entre ambos. Así que estamos muy satisfechas, porque, al mismo tiempo que hemos ido descubriendo la comida, hemos conocido muchos detalles de su vida cotidiana y de su relación. Algo fundamental para nuestro trabajo, tanto que muchos de estos datos los estamos contando ya en las visitas que nos llegan a la Casa Museo de Moguer.
P: En definitiva, nos damos cuenta de que eran personas normales y corrientes. Era una pareja sin hijos en la que su mayor preocupación eran ellos dos y esto queda reflejado en este libro. Siempre se ha hablado de ella, pero Juan Ramon tenía una sensibilidad tremenda y estaba pendiente de ella todo el tiempo. Tenía muchos detalles, como el regalarle flores o traerle flores para que las llevara a la tumba de su madre en el día de su aniversario.
P y MJ: Son detalles que a ella le encantaba, como a todos nos pasaría. Es más, encontramos en alguna carta que Zenobia afirma que Juan Ramón es perfecto. Exactamente decía que «si no fuera tan pesimista, sería perfecto». Esto demuestra su amor hacia él.
–¿Incluís algún tipo de documentación o material gráfico en el libro?
-MJ: Sí. Hemos introducido algunas recetas directamente, también con la finalidad de que se vea lo complicado que era en algunos casos leer las recetas.
P: Por ejemplo, hay recetas de la hermana Victoria, otras con la letra de Zenobia del curso de cocina que hizo en EEUU. En ocasiones, hemos tenido muchas dificultades para leerlas o traducirlas. Luego, también incluimos recortes de prensa, entre otros escritos.
-¿Cuáles son las fuentes de las que habéis bebido a la hora de hacer esta investigación?
–MJ y P: Todo tipo de documentación personal del matrimonio, pero, fundamentalmente, del Archivo Digitalizado de Puerto Rico, donde hemos encontramos cartas, cuadernos, pequeños papeles, notas, sobres, etcétera. Por ejemplo, una receta que le escribe la mujer del presidente Wallace, que le parece exquisita, aparece hasta en cuatro ocasiones y apuntes diferentes, como sucede en su diario. Carmen Hernández Pinzón ya había localizado las recetas y nos las envió, pero después han ido apareciendo otras, que hemos ido incluyendo. La mayor parte, entonces, es de los Fondos de Puerto Rico, pero es cierto que hasta un mes antes de terminar el libro, Carmen nos ha mandado recetas de su archivo familiar, sin olvidar tampoco los recortes de prensa. Una curiosidad es que Juan Ramón guardó los menús del hospital presbiteriano, que era vegetariano, donde estuvo hospitalizado entre los años 1946-47, menús que cogía para escribir, con lo que nos han sido muy útiles. Del mismo, para documentarnos, nos hemos leído el epistolario de Zenobia con Juan Guerrero o con Graciela y otros muchos estudios que existen sobre el matrimonio en la época del exilio.
-El libro es el resultado de dos años de trabajo. ¿Cómo os habéis podido organizar teniendo en cuenta el elevado número de visitas de la Casa Museo Zenobia y Juan Ramón?
-MJ: No ha sido fácil, porque hay ocasiones en las que no para de entrar gente en la Casa, como sucede en primavera, y es complicado el sentarte un momento y concentrarte en un tema. Luego, como somos dos, también debimos organizarnos. Lo primero que hicimos fue clasificar las recetas, encargándose de las recetas en inglés Pepi, algo que ha tenido muchísimo trabajo, porque implicaban el traducir y transcribir, en ocasiones, con una terminología muy específica. A partir de aquí, nos fuimos repartiendo el resto del trabajo. Por ejemplo, yo comencé el epistolario, ella el diario. Eran documentos y libros que ya habíamos leído con antelación, pero había que hacer una relectura con la mente puesta en el tema de la cocina, con lo que te cambia la visión.
P: Además, hay que tener en cuenta que la gran mayoría de las recetas son manuscritas. Y no sólo por Zenobia, sino que también eran de la madre de Juan Ramón, con el trabajo que esto entraña. Y, a lo largo de estos dos años, hemos tenido muchos momentos, instantes muy divertidos, otros deseando acabar…
MJ: Y, una vez que acabamos, hubo que empezar con el diseño del libro, corrección…, todo lo que implica sacar o publicar un libro.
-Lo habéis hecho con la Editorial Niebla, que también ha querido recuperar la obra ‘El Zaratán’ de Juan Ramón Jiménez…
-Sí. Próximamente presentaremos el libro en un acto oficial e, incluso, hay un proyecto de elaborar un menú especial basado en las recetas de ‘La Cocina de Zenobia’ en algunos restaurantes de la capital onubense, aprovechando que Huelva es Capital Gastronómica de España. Pero son cuestiones que se irán viendo poco a poco.
-Para terminar, ¿cuál es la principal idea que os gustaría transmitir como autoras de ‘La Cocina de Zenobia’?
-MJ: A través de la añoranza que Juan Ramón siente en los años del exilio hacia Moguer, y España en general, te das cuenta cómo hasta los últimos momentos de su vida recuerda su tierra. Y lo hace también a través de la comida, de los sabores y olores. Así es en todo momento. Un libro que, además, a nosotras mismas también nos ha aportado mucho. Ya, con eso, me siento feliz y satisfecha.
P: Para nosotras ha sido muy interesante, porque no manejábamos los fondos de Puerto Rico, donde hay mucha documentación. Y estudiarlos nos está permitiendo romper muchos mitos, como ha sucedido con el Nobel, que era una persona normal, con los pies en el suelo. También nos ha posibilitado ver a una nueva Zenobia, de la que siempre hablamos que era una persona moderna y viajera, pero, además, era una mujer de su casa, que se preocupaba por hacer las cosas bien.
MJ: Prácticamente, de Zenobia sólo conocíamos su obra, pero nos hemos dado cuenta que era una mujer sencilla, que disfruta mucho con lo que hacía, también cocinando. Porque era una persona que le ponía mucho interés a todo.