Carlos Arroyo. Plaza de Toros de Valverde del Camino, con tres cuartos de entrada en los tendidos en tarde calurosa, se lidiaron toros de Luis Albarrán, correctos de presentación, nobles, escasos de fuerza y transmisión, sobresale el quinto que repitió y el enclasado primero, para los diestros,
Manuel Jesús “El Cid”, de azul marino y oro, pinchazo, estocada y descabello, oreja; pinchazo y estocada casi entera, ovación
Pepe Moral, de tabaco y oro, estocada trasera, oreja; pichazo y estocada, oreja
David de Miranda, de azul rey y oro, estocada, oreja; estocada, ovación
Saludó Fernando Pereira tras parear al tercero de la tarde.
Antes del inicio del festejo se guardó un emotivo y sentido minuto de silencio por las víctimas del atroz atentado de Barcelona.
La corrida de Luis Albarrán no respondió a las expectativas creadas y fue a menos, con toros de escasa movilidad y casta. Los toreros estuvieron por encima de la corrida y quisieron agradar al público. David de Miranda se llevó el peor lote, con dos toros muy parados y sin celo. El quinto fue el mejor, con repetición, que permitió a Pepe Moral torearlo largo y templado.
El que abrió plaza fue un toro enclasado y muy noble. Ya desde salida lo mece “El Cid” por verónicas con gusto y buen trazo. Tras brindar al público, la faena del torero de Salteras es templada por ambos pitones. Suavidad en los cites y en los muletazos, sin alcanzar mayores cotas por la falta de repetición del toro, que embiste con profundidad.
Hay naturales extraordinarios del sevillano. Pincha y cobra una estocada, que refrenda con el verduguillo para obtener la oreja. Con idéntica suavidad comienza la faena de muleta del cuarto. Se lo lleva “El Cid” a los medios para comenzar toreando al natural en dos series de trazo largo. Este toro se acaba mucho antes, y queda con embestidas cortas en el resto de la faena, por lo que no existe lucimiento. Vuelve a lograr la estocada en el segundo intento, escuchando una cariñosa ovación.
A igual que “El Cid” también debutaba en el coso de Valverde Pepe Moral y consiguió triunfar con dos buenas faenas. En su primero, el que hacía segundo, se inventó la faena ante un toro que no remataba los muletazos. Comenzó sin apretarlo mucho, toreando despegado y en línea recta, seguramente a sabiendas que el toro no respondería a tal esfuerzo. Así, apretó en el momento justo para levantar la faena, en una buena serie por el pitón derecho, y el toro se rajó. Aun así, consiguió algunos muletazos de mérito, y tras la estocada se le concedió la oreja. El quinto fue el toro con más movilidad y repetición del festejo.
Se entendió pronto con él el torero de Los Palacios, instrumentando una gran serie por el pitón derecho en el comienzo de la faena. La faena siguió a buen nivel, sobre todo por el pitón derecho, ya que al natural se quedaba más corto y no remataba. Mató al segundo intento, lo que le propició la oreja que permitía su salida a hombros.
David de Miranda se llevó el lote más parado y con menos opciones de la tarde. Su primero se mostró reservón en la lidia. Con la franela, sale distraído como gran parte de la corrida, lo que evidencia falta de casta. Va acortando las distancias el torero de Trigueros.
El epílogo de la faena tan propio de su repertorio, son unas manoletinas muy ceñidas que hacen reaccionar al público. La gran estocada propicia que se le conceda la oreja. El sexto fue un marmolillo, sin clase ni casta ni nada. Lo quitó por caleserinas con riesgo. Con la muleta, solo pudo pegarse un arrimón sin lucimiento, con el cuarto de embestidas, siendo generosos, del burel. En el epílogo por bernadinas, el toro le prendió afortunadamente sin consecuencias. Otra gran estocada precedió a la ovación de los paisanos.