P.C.G. Griegos, romanos y árabes encontraron en el agua no solo un medio con numerosos beneficios medicinales, curativos y terapéuticos, sino también un elemento de relax, esparcimiento y disfrute, vinculado en muchas ocasiones al turismo y por supuesto a las relaciones sociales.
Los baños, las termas y los hamman han sido tradicionalmente y en sus respectivas culturas grandes centros de reunión de colectivos y estratos de las distintas sociedades. La hidroterapia y la cultura del líquido elemento han perdurado a través de los siglos para llegar a nuestros días en la tan conocida forma de Spa o balneario.
A mediados del siglo XIX se extiende en España la idea de utilizar las costas como ese lugar con fines terapéuticos y de ocio al aire libre, en lugar de seguir el concepto cerrado de culturas anteriores.
Huelva capital tuvo también sus baños y sus balnearios, más concebidos como clubes sociales y náuticos, pero con la idea de facilitar que los visitantes disfrutaran de la inmersión en aguas del río Odiel y de los deportes de agua, en la ría de Huelva, ya que entonces el lugar de baño más cercano era la costa puntaumbrieña.
Así, en 1892 la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada y dirigida en Huelva por el Gobernador Alonso y presidida entonces por Guillermo Sundheim, instaló en unos elegantes baños flotantes que fueron inaugurados con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América y que permanecieron abiertos hasta 1917.
El Puerto de Huelva acogía estas instalaciones que constaban de 42 cuartos amplios y provistos de todo lo necesario para el aseo. El transporte desde el muelle de viajeros era gratuito, mientras que el baño costaba una peseta para dos personas.
De esa misma época son también los baños del industrial Pedro Salas, que desaparecieron mucho antes, en 1902. Estos baños eran unas casetas construidas sobre pontones que más tarde serían sustituidas por los balnearios.
Balneario del Odiel
El desarrollo económico, social y cultural de Huelva, la creciente llegada de turistas y las propias exigencias de la población onubenses derivaron en la evolución de los baños flotantes a los de playa. Así, el 31 de julio de 1917 se inauguraba, en la playa artificial de la Punta del Sebo, a 750 metros del muelle de minerales de la Compañía Rio Tinto, el recordado Balneario del Odiel.
Un proyecto encargado al Ingeniero del Puerto de Huelva Carlos G. Expresati, quien ideó una instalación sobre pilares de clara influencia inglesa, que permitía el baño en aguas más profundas que los baños flotantes, sin que los bañistas evitando el contacto con el fango de la orilla y del fondo.
El diseño de Expresati, que se adaptaba perfectamente al medio, incluía una rotonda de la que partía el viaducto del balneario y una práctica entrada de carruajes. Para entrar al edificio había que atravesar los 12 metros de una pasarela de acceso y una garita que controlaba la entrada de los usuarios.
El Balneario del Odiel constaba de dos instalaciones simétricas de madera, una para hombres y otra para mujeres, que se comunicaban con la playa a través de rampas y escalones, permitiendo que se pudiera llegar directamente al agua. Cada cuerpo estaba provisto de cuartos individuales con ducha.
Dado el carácter social de esta instalación en el medio había un salón de celebraciones para la organización de fiestas y banquetes, con una enorme terraza abierta a la ría.
La decadencia de este balneario comenzó a mediados de los años 30, cuando estaba en la dirección el arrendatario Patricio Bravo. Las causas, el descuido y abandono del edificio, la competencia del Balneario de Nuestra Señora de la Cinta -instalado cerca del Monumento a la Fe descubridora y aún en pie- y el estallido de la Guerra Civil.
Hubo un intento de cesión gratuita al Ayuntamiento de Huelva en 1936, hasta que finalmente en mayo de 1937 se convirtió en la sede de la escuela de los Flechas Navales y cambió su nombre por el de Barco Escuela.
Finalmente, este edificio desapareció en un incendio acaecido en 1940. El 3 de diciembre de 1940 el periódico Odiel anunciaba en la página 5 de su edición las condiciones de la subasta de su demolición y el aprovechamiento de los materiales procedentes de la misma, tasado en 15.000 pesetas.
Ahora, un siglo después de su inauguración, hemos querido recordar su historia.