HBN. ¿Puede un ascensor cambiar una vida? La pregunta quizá resulte extraña si quien la lee es una persona sana, sin problemas de movilidad y que vive en un bloque con elevador. Pero es muy procedente si a quien se plantea se encuentra impedido por algún motivo, fuera muy mayor o estuviera enfermo y su vivienda careciera de este invento.
A la suegra de Francisco Vázquez un ascensor le cambió la vida. Fue hace 11 años. Paco, un licenciado en Empresariales que trabajaba en la banca, llevaba poco tiempo casado cuando su suegra rechazó la prótesis tras una operación de cadera. Tras varias operaciones, la mujer quedó inválida, una tragedia que se engrandeció cuando se dio cuenta de que no podría salir de casa. Vivía en un primer piso en Sanlúcar la Mayor, un bloque de viviendas que construyeron en una época en la que la normativa no obligaba a instalar un ascensor si el edificio no superaba las cuatro plantas.
Francisco, viendo la situación, comenzó a interesarse por el tema y estudió posibles vías para instalar el necesitado elevador, de tal manera que no implicara una inversión muy grande a la comunidad de vecinos. Indagando, descubrió unas convocatorias de subvenciones públicas de la Junta de Andalucía centradas precisamente en este tipo de problemática. Tras convencer a la comunidad de propietarios, realizó todos los trámites para solicitar las ayudas, un proceso durante cuyo desarrollo se adhirieron a la iniciativa los bloques de viviendas de alrededor.
En total, en dos años, Paco había contribuido con su capacidad gestora no sólo a que su suegra pudiera contar con un ascensor para volver a salir a la calle, sino a que los vecinos de una veintena de bloques del barrio, una barriada completa, también dispusieran de esta herramienta que aportó comodidad a algunos y soluciones a otros.
«Cuando vi lo que habíamos conseguido, que tantas personas se beneficiaran y mejoraran sus vidas, decidí dejar el banco y dedicarme a esto. De eso hace ya ocho años», afirma Vázquez. Montó entonces su propio negocio centrado en este sector, Grupo Praysa, una empresa pionera en el montaje de ascensores en bloques de pisos antiguos en Andalucía.
Y es que, según un estudio del Defensor del Pueblo, son miles las personas en nuestra comunidad autónoma que viven prisioneras en sus propias casas por no contar con un elevador. Son, normalmente, parejas que recibieron una vivienda del Ministerio entre los años 60 y 80, viviendas básicas, a bajo coste, que se entregaban para atraer gente de los pueblos a las ciudades. Quienes entonces eran un matrimonio joven, ahora son personas mayores, muchas de ellas con problemas de salud, movilidad, obesidad, etc. condicionantes que les impiden bajar unas escaleras para acceder a la vía pública.
La empresa de Paco se dedica a solicitar subvenciones y encargarse de todo el proceso, desde la gestión hasta la construcción y puesta en marcha de los ascensores. Un trabajo burocrático, logístico y de intermediación en el que, asegura, lo más complejo es siempre «que la comunidad de vecinos se ponga de acuerdo».
Este verano, por tercera vez en 2017, se pueden solicitar subvenciones de la Junta de Andalucía. El plazo para ello expira el próximo 7 de agosto y Vázquez ya se ha puesto manos a la obra para, con el apoyo del Ayuntamiento de Huelva, conseguir que el mayor número de vecinos de Huelva se beneficie de estas ayudas.
«Hemos desarrollado y patentado nuestra propia solución modular para torres de ascensor, única en España, que reduce los costes de obra civil tradicional en un 40% y también los tiempos de montaje. Además, siempre ofrecemos un servicio llave en mano con el precio más ajustado posible. Así, el coste para cada vecino es el menor posible, con un ahorro de hasta 60.000 euros por bloque en comparación con otras empresas del sector», explica el empresario.
Entre las últimas personas a las que Paco ha ayudado se encuentra Esperanza, una mujer con obesidad mórbida que llevaba 13 años sin salir de casa por no poder bajar las escaleras. Este caso, que fue portada en varios medios de comunicación hace sólo unos días, fue especialmente emocionante para Vázquez, porque el mismo día que esta mujer pudo retomar su vida social se cumplieron siete años de la puesta en funcionamiento del ascensor de su suegra, aquel que le hizo replantearse su futuro y cambiar de actividad.
Por último, el empresario hace hincapié en la necesidad de que las comunidades de vecinos sean solidarias con las personas con movilidad reducida y lleguen a un consenso para que nadie sea prisionero en su propia casa.