Rosa Mora. Lejos de objetivos cortoplacistas tan de moda en nuestras sociedades, hablar de investigación es hablar de una carrera de fondo. Los resultados de un proyecto, a priori sin relevancia, obtenidos en un laboratorio cualquiera, pueden llegar a ser, en diez o quince años, la clave de un tratamiento que mejore sustancialmente la calidad de vida de pacientes de todo el planeta.
Como otras, la carrera científica tiene sus luces y sombras. Es apasionante, supone un aprendizaje constante, pero requiere también de personas con una alta tolerancia a la frustración. De todo ello hemos conversado con el investigador onubense Juan de los Reyes Aguilar Lepe.
Doctor en Biología con la especialidad de Neurociencias, este científico natural de La Palma del Condado trabaja en la actualidad en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo como jefe del Grupo de Investigación ‘Neurofisiología Experimental’. El fin último de la mayor parte de los proyectos en los que se encuentra involucrado a día de hoy es conseguir determinar los cambios que suceden en el cerebro después de una lesión medular. “Los resultados obtenidos hasta ahora demuestran que el cerebro sufre un cambio en la actividad natural que se inicia inmediatamente después de la lesión medular. Los cambios detectados de forma inmediata son importantes para comprender los que suceden a largo plazo y se relacionan con el origen de patologías como dolor neuropático o miembro fantasma”, nos explica el Dr. Aguilar. A lo largo de su trayectoria acumula un total de 38 artículos en revistas internacionales de relevancia en el campo de la neurofisiología, de los cuales 23 en los últimos 10 años son producto de los estudios desarrollados en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Además, mantiene colaboraciones científicas con laboratorios de diferentes centros de investigación como el Instituto Cajal del CSIC o el grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidad de La Coruña, que le permiten estudiar otras patologías del sistema nervioso central, fruto de estas colaboraciones ha publicado 4 artículos en revistas internacionales. Desde su incorporación al Hospital de Nacional de Parapléjicos ha dirigido 10 proyectos de investigación de ámbito nacional y ha sido director de 3 tesis doctorales.
Huelva Buenas Noticias ha conversado con Juan de los Reyes Aguilar Lepe acerca de su carrera como investigador. Un periplo intenso, hizo la carrera de Biología en la Universidad de Sevilla y se inició como técnico de laboratorio en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, continuó con el Doctorado que realizó en la Facultad de Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela y completó, antes de regresar de forma definitiva a nuestro país en el año 2005, con una estancia de investigación postdoctoral en la Drexel University, Philadelphia, EEUU.
– Descubrió su interés por la ciencia siendo bastante joven, ¿No es así?
– Así es, y lo mío fue algo completamente vocacional. Mi madre es ama de casa y mi padre era cartero. De cuatro hermanos que somos, yo pude realizar estudios universitarios. Recuerdo que mi padre quería que yo estudiase medicina, pero yo le comentaba que quería ser científico. Al final [ríe], he trabajado siempre en facultades de Medicina y en hospitales, ya que la fisiología es la misma en investigación que en la práctica clínica. Siempre me ha llamado la atención saber cómo pasan las cosas.
– Así siguió uno a uno los pasos que le llevaron a iniciar la carrera como investigador.
– Soy de La Palma del Condado y allí estudié hasta que me fui a Sevilla a cursar Biología. He de decir que comencé siendo técnico de laboratorio en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Una vez acabé la carrera mi esfuerzo fue buscar un sitio donde empezar la carrera científica y así acceder a un doctorado.
– Y lo consiguió, accedió al doctorado en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela.
– Así es, realicé la tesis doctoral que llevaba por título “Modulación de la información cutánea ascendente por la corteza cerebral en el gato anestesiado: efectos y mecanismos de acción” bajo la dirección conjunta del Dr. Antonio Canedo y Dr. Casto Rivadulla. En este periodo me formé en la especialidad de Neurofisiología de Sistemas.
– Una especialidad que no es la más común…
– La neurofisiología es una disciplina minoritaria, sin embargo fundamental para estudiar el sistema nervioso. Si piensas en las grandes ramas del Biomedicina estas son la biología molecular, la genética o la oncología, entre otras. Es algo normal porque socialmente importan mucho. No obstante, desde finales del siglo XX y principios del siglo XXI están adquiriendo mucha relevancia social enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o la esclerosis múltiple. Digamos que todo lo que tiene que ver con el sistema nervioso central, por su complejidad, ha empezado a investigarse con un cierto retraso. No debemos olvidar que el primer Premio Nobel de Fisiología y Medicina español, que fue hace más de un siglo, Ramón y Cajal, supuso el origen de la Neurociencia a nivel mundial, lo teníamos en España pero luego hemos tardado en subirnos a ese carro.
– Tras su estudios de Doctorado, ¿Barajó la posibilidad de continuar su carrera científica en España?– La verdad es que tenía muy claro que me iría al extranjero. Tengo compañeros de carrera y de Doctorado que optaron por quedarse en España y han hecho unas carreras brillantes, pero irme fuera era para mí un reto personal y profesional. Quería ir con los mejores y probarme en otros entornos profesionales. Asimismo, necesitaba descubrir nuevas culturas. Igual que mi estancia en Galicia me permitió conocer la lengua y cultura gallegas y descubrir otras costumbres y tradiciones, deseaba conocer algo más fuera de nuestras fronteras. El tiempo en Estados Unidos fue muy intenso a nivel profesional y de gran valor a nivel personal. Es cierto que el estar lejos es doloroso pero te aporta una riqueza personal impresionante. Mi balance es positivo, aunque eso no quiere decir que, en medio, no haya pasado baches increíbles y caídas y vuelta a empezar.
– A día de hoy son muchos los jóvenes que comienzan a formarse fuerza.
– Es cierto, pero diría que estamos viviendo en una especie de esquizofrenia social. Por un lado, nuestros universitarios tienen acceso a las becas Eramus y a Europa antes que nosotros y, sin embargo, son los que, luego, a la hora de continuar su carrera profesional, desean salir menos [cuando al final Berlín está tan cerca de Huelva, en dos horas de avión, como lo puede estar Barcelona]. Tienen más recursos, pero son conservadores. En mi caso, claro que me hubiera gustado poder volver a casa tras estudiar en Sevilla y trabajar en un laboratorio en Huelva y Sevilla, pero entiendo que para desarrollar la carrera que elegí había que eliminar esos límites de la distancia. Si una persona hace arquitectura, en el pueblo hay trabajo para uno o dos, pero no para 10, los otros ocho tienen que tener claro que si quieren vivir de eso tienen que salir. Eso es algo que hay que decirle a los jóvenes desde el principio, determinadas profesiones no se pueden desarrollar en ciudades que estén cerca de casa. Aunque también juega un papel importante en toda trayectoria de la suerte y los imponderables a la hora de encontrar los sitios que permiten desarrollarte como profesional.
– Una carrera, la de investigador, que requiere de mucha dedicación… algo que no siempre es entendido desde fuera, ¿Contó con el apoyo de su familia cuando decidió marcharse fuera?
– Sin ellos hubiera sido directamente imposible. Tanto en lo que se refiere a apoyo material, puesto que cuando te marchas con una beca, no siempre te da para vivir [ahora están un poco mejor], como en el aspecto personal y emocional. Y claro que nunca he perdido el contacto con la familia, aun cuando ha habido épocas en las que solo he podido venir en Navidad. Admiro de ellos ese apoyo que me brindaron desde el principio, incluso cuando era difícil que entendieran lo que yo estaba haciendo. Recuerdo que a veces me preguntaban «¿No tienes un trabajo? ¿Sigues estudiando?» Puede resultar difícil entender que en ciencia se trabaja y te formas al mismo tiempo. Pero sobre todo sabían que investigar era mi vocación y han puesto todo su esfuerzo y han compartido mi ilusión para que en cada paso de mi trayectoria me sintiera apoyado.
– ¿Qué proyectos de todos en cuantos ha participado señalaría?
– Destaco mi trabajo en el Hospital de Parapléjicos desarrollando proyectos que pueden ser aplicados en un futuro a humanos. A nivel científico, en todos los periodos creo que he tenido unos buenos resultados, que han sido los cimientos para lo que ahora estamos investigando. En la actualidad trabajamos sobre la plasticidad en la corteza cerebral y el dolor neuropático después de la lesión medular. Estamos obteniendo unos resultados muy buenos, y creo que serán aplicables en 10 o 15 años.
– Le hemos escuchado alabar el trabajo de la gente anónima…
– Estamos acostumbrados a ir a un museo a ver a Picasso, Velázquez… pero si nos fijamos, puede que al lado nos encontremos con un retablo del siglo XII anónimo. También es arte, y puede que ese retablo haya servido para inspirar a los grandes. En ciencia pasa lo mismo, los grandes descubrimientos están hechos a base de ladrillos y los ladrillos que hacemos los científicos anónimos. Lo digo con toda la dignidad del mundo. Yo espero que alguien más inteligente que yo, llegue a usar mis experimentos para curar el dolor que aparece después del daño medular. Posiblemente no seré yo el que consiga aplicar en pacientes lo que vamos descubriendo, pero estaré orgulloso de que mis artículos sirvan para que otro investigador diga “la clave estaba aquí” y pueda aplicarlo los descubrimientos en la clínica diaria. Piensa, por ejemplo, que en un equipo de fútbol de los grandes solo suenan una o dos estrellas de un total de 24 en plantilla [no llega al 10%], pero existe todo un equipo de fondo trabajando para que alguien marque goles. La ciencia hay verla de la misma manera, igual que el arte u otro campo de trabajo diario, se trabaja en equipo para conseguir grandes logros.
– Todos conocemos a algún investigador que, llegado un momento y por razones diversas, ha abandonado su carrera científica, ¿Qué le motiva a usted continuar en este camino?
– Lo que comentas es un problema social. Como país y sociedad, invertimos mucho en la formación de nuestros científicos y, luego, por cualquier razón, y todas respetables, dejan la carrera científica. Pero la razón más frecuente es la inestabilidad laboral y la falta de recursos que el sistema invierte en los profesionales altamente cualificados. Yo claro que he encontrado momentos de dificultad a lo largo de mi trayectoria, pero creo que he tenido la suerte de tomar decisiones correctas y arriesgadas en momentos decisivos, como por ejemplo, el momento de marcharme a Estados Unidos para crecer ser más competitivo, sin garantías de poder volver. Y también cuando decidí volver a España como investigador independiente, para lo cual tuve que optar a contratos incorporación de científicos al Sistema Nacional de Salud, que son altamente competitivos y selectivos.
La motivación que tengo es doble. Por un lado, quiero saber cómo funciona nuestro sistema nervioso, y como científico puedo desarrollar mis propias ideas y proyectos de investigación, eso es una satisfacción muy grande. Por otro lado, me motiva pensar en que todo el trabajo realizado en mi trayectoria es un avance del conocimiento general del cerebro, e incluso que en cualquier momento puedo descubrir algo que servirá mejorar la vida de pacientes, eso sería la mayor satisfacción. En este camino parece que nunca ves un final y la mayoría de las veces son otros los que valoran en el futuro tu trabajo. Te cuento un caso: existe un investigador español que se llama Francis Mójica, a día de hoy en la quiniela del Nobel, cuyo descubrimiento ha servido para desarrollar la mayor herramienta de ingeniería genética que se está utilizando en estos momentos. Hace 20 años descubrió unas bacterias en unas salinas en Alicante que hoy permiten la manipulación genética de organismos y pronto podría aplicarse en la cura de enfermedades humanas. Entonces nadie le daba importancia, pero 20 años después sabemos que supondrá un avance muy grande en medicina. En mi caso, me empuja la misma ilusión, creo que todavía no ha llegado mi mejor descubrimiento, y siempre pienso que será en los próximos experimentos.
– Habla de que la ciencia tiene una novedad permanente.
– Así es. Cada vez que publicas un artículo, es algo original, nuevo, pero debes tener la capacidad de repetición y de ser constante. Piensa en un actor, el día del estreno es emocionante, pero tienes que estar emocionado y transmitirlo todos los días que dura la obra en cartel. En ciencia nos pasa igual. Puedo realizar un experimento y pensar que ahí está la clave y emocionarme con los resultados, pero después tengo que repetirlo muchas veces para verificar que siempre sucede, y que podamos estar seguros de los descubrimientos. Tan importante es la emoción inicial como la capacidad de mantenerte o de ser constante. Personalmente creo que tengo las dos cosas. Esa cabezonería [ríe] y esa ilusión.
– La ciencia es criticada en ocasiones por no prestar atención a la divulgación.
– Afortunadamente, durante todo lo que llevamos de siglo XXI están existiendo movimientos muy fuertes en España y todo el mundo relativo a la divulgación científica. Se trata de algo que nos preocupa a los científicos por dos razones. Por un lado, porque nos interesa que la sociedad entienda nuestro trabajo. Vivimos del dinero público y es una responsabilidad responder con esperanza, datos y resultados que al final mejoren la vida de las personas. Nos interesa que la gente sepa que no estamos gastando dinero sin fines concretos. Por otro lado, la ciencia, como parte la cultura, puede ayudar a las personas a ser más libres. En ocasiones esta se utiliza para tergiversar conceptos. Que la sociedad tenga conocimientos científicos mínimos a través de la divulgación hace que nos engañen menos, por ejemplo, hay mucho debate social sobre transgénicos o problemas alimenticios como las alergias e intolerancias, pues la ciencia aporta datos claros que se deben conocer para evitar mitos y errores. Es una responsabilidad para el científico comunicar lo que se va avanzando en cada campo. Yo cada año suelo dar dos o tres charlas de divulgación en institutos. Es algo que me interesa mucho. Vemos que es necesario que la sociedad entienda las dos cosas: en qué estamos invirtiendo su dinero y cómo la ciencia les pueda ayudar a ser más libres.
– ¿Cuáles son sus aspiraciones?
– Pues sueño con que mi trabajo se concrete en un mejor tratamiento del dolor para las personas con lesión medular. Te podría decir, por ejemplo, que quiero hacer un descubrimiento que algún día salga en la revista Nature, o que me concedan el Príncipe de Asturias. Me llenarían de orgullo pero serían reconocimientos pasajeros. Me parecería más importante, sin embargo, que en lo que estoy trabajando se concrete en un beneficio para el futuro, pero como no se sabe cuándo va a pasar, se disfruta cada paso. Me motiva pensar que un día mis resultados lleguen ser parte de la materia que se estudia en las facultades de Medicina y que he aportado algo importante al conocimiento del sistema nervioso.
– ¿Animaría a los jóvenes a iniciarse en la carrera científica?
-No puedo desanimar a la gente porque yo sigo con esta historia. El día que me desanime les diré a la gente que no lo haga, pero sigo aquí y sé que es posible conseguirlo, aunque es importante ser claro… por el camino he visto mucha dureza. El otro día les decía a estudiantes del instituto de La Palma del Condado que de ellos solo un dos por ciento llegaría a ser científico. A lo mejor lo intentan 10 pero es una carrera muy selectiva porque estamos evaluados permanentemente por los resultados conseguidos, y para la que hay que tener una resistencia muy grande a la frustración porque los resultados no llegan nunca a la primera, ni a la segunda… También es necesario que tener un golpe de suerte. Pero, por supuesto, los animo. Animo a la gente a que persiga sus sueños y den el máximo de sí mismos. Si quieres hacer algo, hazlo bien. Si alguien desea ser científico debe saber que tendrá que salir, irse a Madrid, Barcelona, Alicante, Salamanca, luego hacer una estancia en algún centro de investigación del extranjero… y dar siempre el máximo de ti mismo. Es dura pero es una carrera muy bonita en la que siempre estás aprendiendo.
– Muchas gracias por todo y suerte.
1 comentario en «“Me sigue ilusionando descubrir algo que un día llegue a estudiarse en las facultades de Medicina y sirva para mejorar la vida de las personas»»
Si es buen científico y buen profesional, aún es mejor persona. Por eso presumo de ser su amigo.
Ánimo Juan. Sigue así