Ana Rodríguez. El Real de la aldea almonteña del Rocío ha acogido en la mañana del domingo la celebración de la Santa Misa Pontifical de la Solemnidad de Pentecostés, un acto multitudinario al que no han querido faltar los fieles y romeros que en estos días se encuentran en la localidad para rendir honores a la Blanca Paloma.
El acto, que se ha prolongado durante dos horas, daba comienzo puntualmente a las 10.00 horas, cuando el cuerpo sacerdotal salía del santuario de la Patrona de Almonte con dirección a la explanada del Real.
La misa, que desde hace años se celebra fuera de la ermita debido al gran número de personas que asisten a la misma, estuvo presidida por el obispo de Huelva, José Vilaplana; acompañado por el obispo emérito de la Diócesis onubense, Ignacio Noguer; el párroco que Almonte, José García Muñoz; y los capellanes y demás presbíteros de las hermandades filiales.
El altar, preparado para la ocasión, portaba los Simpecados de las 112 hermandades rocieras, creando un hermoso mosaico de representaciones. Eran, pues, dos más que en el pasado 2012, ya que este año se han incorporado como filiales de la Matriz las hermandades de Chipiona y la Castrense.
El acto se abrió con la intervención musical del Coro de la Hermandad del Rocío de Triana, integrado por medio centenar de personas y dirigido por José Miguel Castro. La Matriz ha decidido que este año fuera el Coro de Triana el que estuviera presente en la Misa de Pentecostés debido a que su Hermandad está conmemorando este 2013 sus 200 años de vida. Aún así, no se trataba de la primera vez que la formación musical cantaba en la mañana del domingo del Rocío, pues en 2008 también tuvieron este privilegio.
El encargado de dar la bienvenida a la multitud fue el presidente de la Hermandad Matriz de Almonte, Juan Ignacio Reales, quien no dudó en recordar que estamos viviendo el Año de la Fe y el Año Jubilar con motivo del Centenario del Rocío Chico, siendo “la fe abrirse al amor de Dios”. Reales afirmó que “con la llegada de la Pascua, la Matriz con sus filiales, rocieros y cristianos, renovamos la fe con la fuerza del Espíritu, conmemorando el nacimiento de la Iglesia universal” y finalizó deseando “que el Espíritu Santo nos conforte, transforme y fortalezca nuestra fe”.
La celebración continuó según el rito tradicional, intercalada con las voces del Coro de Triana. Así se llegó a la primera lectura del Evangelio, que realizó Enrique Márquez, vicesecretario de la Matriz. Un texto del libro de los Hechos de los Apóstoles en el que se narra cómo los discípulos de Jesús recibieron el Espíritu Santo, posándose éste sobre sus cabezas en forma de lenguas de fuego.
Tras el salmo y la segunda lectura, una carta de San Pablo a los Corintios en la que éste recuerda que “todos nos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo”, el Coro de Triana interpretó una antigua plegaria al Espíritu Santo antes de dar paso al Evangelio de San Juan.
En su homilía, el obispo de Huelva, José Vilaplana, tuvo en primer lugar un recuerdo y oración para el Papa emérito, Benedicto XVI, por la concesión del Año Jubilar rociero. Luego analizó la figura de la Virgen María y pidió en nombre de los presentes “fortaleza para nuestra débil fe, coherencia para que la fe se refleje en nuestra vida y entusiasmo para transmitirla a nuestros hijos”.
Vilaplana destacó que Pentecostés es la fiesta de renovación “por el fuego del Espíritu Santo que purifica” e hizo hincapié en la necesidad de la renovación personal, siendo “el amor de Dios la fuente permanente para reponer a las personas”.
Haciendo referencia a palabras del Papa Francisco sobre el “aburguesamiento del corazón”, el obispo de Huelva aseguró que “tenemos que tomarnos en serio lo que significa el Jubileo como tiempo de gracia. Estamos llamados a ser personas nuevas para una nueva sociedad, porque sólo hombres y mujeres limpios y justos crearán un mundo transparente y solidario”.
Asimismo, Vilaplana ahondó en los sentimientos de los presentes y reconoció que “muchos venís al Rocío cargados de preocupaciones para ponerlas en las manos de la Virgen” y les instó a fijarse en las cosas buenas que también poseen y a pedir y congratularse por los problemas y alegrías, respectivamente, de sus hermanos.
Acto seguido, tuvo lugar la proclamación de fe mediante el rezo del credo y la introducción al acto de protestación de fe, en el que representantes de las 112 filiales, comenzando por el presidente y el hermano mayor de la Matriz, Juan Ignacio Reales y Gregorio Camacho, subieron al altar para renovar su fe ante el Libro de Reglas.
Tras las peticiones, que fueron pronunciadas por Manuela Martínez, miembro de la junta de gobierno de la Matriz, y Gregorio Camacho hijo, se celebró la eucaristía. La consagración del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo estuvo acompañada por un incesante repique de campanas que rompía el silencio sostenido en el Real.
Los sacerdotes se distribuyeron por toda la explanada para administrar el sacramento, acto que duró bastantes minutos debido a la gran multitud de fieles.
El rezo del Padre Nuestro y la concesión de la paz entre los hermanos eran el preludio del final de la celebración, que se cerró con la salve rociera y los vivas a la Blanca Paloma del hermano mayor de la Matriz este 2013, Gregorio Camacho.
Durante el resto de la jornada del domingo, El Rocío vivirá su gran fiesta, esperando con tesón el rezo del rosario a la medianoche y la posterior procesión de la Blanca Paloma por las calles de la aldea «cuando Ella quiera».