Mari Paz Díaz. La necesidad de estar bien formado para acceder en las mejores condiciones posibles al mercado laboral y el encontrarnos en un mundo globalizado son dos condicionantes que se conjugan en muchas ocasiones dando lugar al hecho de que hoy en día sean muy numerosos los jóvenes que se marchan durante un tiempo al extranjero para completar sus estudios o, bien, para aprender idiomas. Un buen ejemplo de esta situación lo encontramos en Jessica Franco, una moguereña con muchas inquietudes que, tras estudiar Bachillerato en el IES Juan Ramón Jiménez de Moguer, se marchó a Sevilla para estudiar Biología.
Una vez que terminó la carrera se planteó una pregunta que muchos universitarios se hacen. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacer con mi vida? Así que pensó que era el momento de aprender inglés, dado que parecía un requisito imprescindible para acceder a cualquier empleo. Con este objetivo, esta onubense se marchó un año a Reino Unido a trabajar como Au pair, ya que, según nos cuenta, «era la forma más barata de poder aprender el idioma y adentrarme en la cultura. La verdad es que tuve mucha suerte con la familia y fue un año muy productivo, en el que aprendí muchas cosas». Una experiencia muy positiva.
«Cuando volví, -y por motivos personales-, me fui a vivir a San Sebastián, y allí el inglés tampoco servía tanto. Ahora era el Euskera. Ni me planteaba estudiarlo, así que estuve un año trabajando de lo que iba saliendo, algunas cosas más relacionadas con lo mío y otras, menos, pero todo me aportó algo», nos cuenta Jessica, que, en su estancia vasca, tuvo conocimiento de unas becas que daban para unas prácticas de cooperación en el extranjero. La iniciativa le pareció muy interesante para participar, por lo que se inscribió y, tras varias entrevistas y dinámicas de grupos, la seleccionaron para su nuevo destino: Senegal. Aquella beca le dio la oportunidad de pasar tres meses durante el verano de 2016 en África, un continente muy diferente a todo lo que conocía hasta ahora, por lo que fue una vivencia única. Tal y como recuerda, «creo que hasta ahora podría decir que es la estancia que más me ha marcado».
Tras regresar, Jessica Franco se encuentra realizando el Máster de Profesorado en la Universidad de Huelva, formación que compatibiliza con el último curso de la Escuela Oficial de Idiomas en inglés y 3º de francés. Ahora, ha querido compartir sus experiencias con Huelva Buenas Noticias.
-Jessica, ¿cuáles fueron tus motivaciones para marcharte fuera?
-Sobre todo por aprender idiomas, pero también porque siempre tuve claro que quería vivir en otro país por un tiempo. Creo que es algo que todo el mundo debería hacer alguna vez en su vida. Lo de África fue un poco más a la aventura, menos meditado, pero era algo que siempre me había llamado la atención, el irme de voluntariado a otro país y ver realidades muy diferentes a las que vivimos aquí.
-¿En qué lugares has estado?
-Estuve un año en Halifax, una pequeña ciudad al norte de Inglaterra, que se encuentra entre Leeds y Manchester, en el condado de West Yorkshire, donde estuve trabajando de Au pair, cuidando a dos niños, una niña de 5 años y a su hermano de 8 años. Mi segunda estancia fue en África. Estuve tres meses en un pueblo llamado Kébémer, en la región de Louga, en Senegal, haciendo prácticas en una ONG llamada ‘Solidaridad Internacional’, que se encargaba del tratamiento de aguas, agricultura ecológica, calidad alimentaria y empoderamiento de la mujer en la Región de Louga. A parte de eso, también he estado en diferentes países, como Malta y EEUU, con una beca de un mes de duración cada una para aprender inglés durante mis estudios. En total, contando todas mis estancias, he estado en el extranjero algo más de un año y medio.
-¿Cuál era tu nivel de idiomas?
-Si hablamos de mi nivel de inglés escrito era aceptable, ya que tenía el B1, pero mi nivel hablado, era un poco peor. Me daba muchísima vergüenza hablar en inglés, me sentía tonta. Por otro lado, mi nivel de francés al llegar a Senegal era bastante básico, pero aprendí mucho en poco tiempo. ¡La necesidad y el querer comunicarte con la gente puede hacer milagros! Hasta llegué a aprender frases y palabras en Wolof, que es la lengua de la etnia wólof, la más hablada en Senegal.
-¿Cuál es tu balance de la experiencia?
-Muy positivo. Las dos estancias me han aportado mucho. Porque ya no es sólo el vivir en otro país y conocer otra cultura. Es que, al estar fuera, conoces a gente de todo el mundo y culturas diferentes, no sólo en la que te adentras. Yo en Inglaterra hice amistades con personas de muchos lugares diferentes con los que sigo en contacto. Y si hablamos de Senegal, vivir en un país donde todo es diferente, la religión, el idioma, la manera de vestir, la comida, las reglas para comunicarse…, todo lo que te puedas imaginar, hace que tengas una visión más general del mundo que te rodea, te hace más tolerante y, sobre todo, te hace valorar todo lo que tenemos, que, aunque creas que es poco, millones de personas harían de todo por vivir una vida como la que nosotros disfrutamos aquí. La gente allí vive con muy poco, casi nada, y son felices. Y yo también lo fui viviendo exactamente como ellos. Todo lo que tienen lo comparten contigo. Son muy solidarios entre ellos, tienen una visión de la comunidad que no tenemos aquí.
-Suponemos que estos dos países tienen una forma de vida muy diferente a España…
-Realmente, Reino Unido no era muy diferente. Al fin y al cabo es Europa -aunque no se sabe por cuánto tiempo más. El clima era lo peor que llevaba. Es increíble lo que se puede echar de menos el sol, nuestro sol. Eso de ponerte el chaquetón en octubre y que sea junio y no te lo puedas quitar todavía es algo a lo que los onubenses no estamos acostumbrados. O que el mismo día pueda salir el sol, luego caerte un chaparrón, después granizo y otra vez sol. El tiempo allí es una locura, muy inestable. Y, quizás, la gente es menos abierta. Es más difícil llegar a ellos o hacer amistades, pero son muy divertidos y, por regla general, muy educados.
Y si hablamos de África, entonces diría que ¡muchísimo! Si lo comparamos con la España que yo he vivido -porque mi madre cuando le contaba historias de aquí siempre me decía que era como en sus tiempos, cuando ella era pequeña. La religión es diferente, ya que casi la mayoría de la población es musulmana. También es según la zona donde te muevas, porque Dakar, al ser la capital, es un poco más abierta. Pero, donde yo vivía era imposible encontrar un restaurante o una tienda que te vendiera una cerveza o algo de alcohol. Está muy mal visto. Son muy religiosos y rezan cinco veces al día. Las calles son de tierra, hay pocos coches. La mayoría son carros tirados por burros. No teníamos agua caliente y, por suerte, teníamos agua. En cuanto a la gastronomía, no estaba mal. Comen arroz todos los días, acompañado algunas veces de pescado y otras de verduras. Y el día que tenías mucha suerte, algo de carne. Les gusta también mucho el picante. En cuanto a las relaciones personales, yo los veía más parecidos a nosotros, a los andaluces. Es el país de la Teranga, que significa en su lengua Hospitalidad. Te dan todo lo que tienen, te abren las puertas de su casa sin apenas conocerte y comparten lo mucho o poco que tienen contigo. Mi compañera Zuri y yo nos hicimos amigas sobre todo de una familia que es como nuestra familia allí. Siempre querían que pasáramos tiempo con ellos, nos invitaban a comer a pasar la noche… Todo.
Por último, el papel de la mujer allí también es muy diferente. Ellos pueden tener más de una mujer, y ellas lo aceptan. Eso para mí fue muy chocante la verdad… ¡Y la mayoría de las veces viven en la misma casa! Para mi manera de verlo es una locura. Pero cuando te insertas en la cultura ves que no es todo tan malo, y que no siempre es el hombre el que quiere casarse con otra, sino que muchas veces lo obligan las familias, ya que alguna mujer se ha quedado viuda o soltera. Es como una forma de ayudarse entre ellos. Están trabajando en el empoderamiento de la mujer y son mujeres muy fuertes y luchadoras, pero aún queda mucho por hacer. Por ejemplo, cuando me preguntaban si estaba casada y les decía que no, lo segundo que me preguntaban era mi edad, 28 años, y empezaban a mirarme con pena. Y me decían… ¿Y por qué si eres guapa? Y entonces les intentaba explicar que tenía muchas cosas más importantes que hacer que casarme, como formarme como persona y profesionalmente, pero me seguían mirando con pena, pensando que por mucho que dijera, seguramente no me había casado porque no había encontrado marido (risas).
-¿Cuál es la imagen que tienen de España?
-En Inglaterra nos ven como los fiesteros y que no nos gusta trabajar. Solo siesta y dejar todo para mañana. Allí muchos españoles ocupan los puestos que no quieren los ingleses, que saben de la crisis que vivimos en España. Aunque yo, personalmente, no he tenido nunca ningún problema allí, me han tratado siempre bien y, excepto casos puntuales, todo el mundo es muy educado y les encanta España. Todos la conocen y han venido a disfrutar de nuestro clima y nuestras playas. Por su parte, en Senegal, nos ven como si fuésemos el paraíso. Un poco lo somos, si comparamos el nivel de vida. Pero siempre les intentaba explicar que aquí las cosas no son tan fáciles, que tenemos muchos problemas para encontrar un trabajo que merezca la pena y gente formada, que ahora somos nosotros los que emigramos a otros países, etcétera, que había muchos inmigrantes de África que vivían en muy malas condiciones en España y me miraban con recelo y alguno me soltó que lo que era es una egoísta, que no quería que nadie fuese a mi país para quitarme oportunidades. Piensan que todo esto es el paraíso y quieren ser como nosotros en muchos aspectos. Las mujeres, por ejemplo, que son casi diosas, guapísimas la mayoría, se echan cremas decolorantes para parecer más blancas, algo que les estropea la piel tan bonita que tienen.
-Ahora que estás haciendo el Máster de Profesorado y reforzando los idiomas, ¿te has marcado algún nuevo objetivo?
-Sí, estabilizarme un poco. Estoy cursando este máster con vistas a presentarme a las oposiciones el año que viene para profesora de Biología, aunque tampoco descartaría irme al extranjero si tuviese una buena oferta. Mi objetivo es centrarme en la búsqueda de un trabajo estable, en el que pueda crecer profesionalmente.
-¿Qué piensa tu familia de tu trayectoria?
-Las reacciones fueron muy diferentes, según el lugar del que hablemos. De Inglaterra, todos estaban muy conformes. Me iba a mejorar mi inglés y salía ya con trabajo seguro y casa donde residir, así que las posibilidades de que algo fuese mal eran muy bajas. Sin embargo, cuando les conté que me iba a África, ¡casi les da algo! Pero, ¡estás loca! ¡A esta niña no se lo ocurre nada bueno! ¡Ellos intentan venir a España y tú te vas a su país! Esas fueron sus reacciones (risas). De todo me dijeron. Mi madre me decía que ni se me ocurriera, que no me iría, pero si por algo me he caracterizado siempre es que, cuando tomo una decisión, difícilmente me harán cambiar de idea. Estaban muy preocupados por algo que pudiera pasarme allí. Y es comprensible, al ser un país tan desconocido.
-¿Y tus amigos?
-Mis amigos ya me conocen, así que pensaron que era otra de mis locuras. Me decían que no paro quieta, que qué valor tenía, pero, luego, me animaban a vivir la experiencia, que es única en la vida. Y que si tenía esa oportunidad, que la aprovechara.
-¿Qué es lo que más has echado de menos de Huelva cuando estabas fuera?
-Lo que se echa más de menos no es el sitio, sino a la gente, a la familia, los amigos… Para mí, mi familia es muy importante y, aunque siempre he estado fuera, solía ir a Moguer a menudo. Hasta que no me fui fuera no me llevé temporadas de tres y cuatro meses sin verlos. Eso se me hizo duro. Pero, con las tecnologías, todo se hace más llevadero y hablaba con ellos por vídeo todas las semanas. Otra cosa que echaba mucho de menos en Inglaterra, como antes he comentado, era nuestra luz, nuestro sol. Yo vivía al norte de Inglaterra y allí los inviernos se hacen muy largos, ya que hay muy pocas horas de luz al día.
-¿Tienes previsto volver a marcharte?
-La verdad que he comprobado que la calidad de vida que tenemos en España es difícil de conseguir. Así que no tengo intención de volver, a menos que no me salgan los planes como yo espero. Entonces, puede ser que me lo plantease. Pero, la espinita de vivir fuera me la he quitado, y me desenvuelvo bien en Inglés, que era mi objetivo.
-¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
-Sí. Lo recomiendo muchísimo. Es más, pienso que es algo que todo el mundo debería vivir, porque te hace crecer como persona, y es una experiencia genial en todos los sentidos. Además, el poder desenvolverte en una lengua que no es la tuya te hace sentir muy bien contigo mismo y la tranquilidad de saber que puedes viajar a casi todas las partes del mundo sin problemas para comunicarte. También te hace ver la vida de una forma diferente y a relativizar. El mundo es más pequeño de lo que pensamos. Prueba de ello es que en Senegal, al ir a una aldea, justo el hermano del alcalde ¡era un hombre que trabajaba en Moguer! Me quedé muy sorprendida cuando empezó a darme datos de donde trabajaba. ¡Hasta en la calle que vivía!
-Para terminar: un mensaje a los onubenses.
-Pues les diría que somos muy afortunados de haber nacido en esta tierra, que no hay otra igual, pero, que, para estar seguros de ello, primero tenemos que haber viajado mucho y experimentado otros lugares muy diferentes para poder comprobarlo con objetividad. Que viajar, a mi manera de ver, es el mejor dinero invertido, ya que te hace más rico. Que no tengan miedo, que salgan, que sean extranjeros en otros países, que vean otras realidades, para darnos cuenta de lo afortunados que somos. Y, sobre todo, que sepan que cada viaje se convierte en una nueva forma de ver la vida y todo lo que nos rodea. ¡Qué no os quedéis solo con una página de este gran libro que es el mundo!