Rosa Mora. Trabajar en el extranjero no estaba entre sus primeras opciones, sin embargo, la onubense María Gómez, licenciada en Historia por la Universidad de Sevilla, en la especialidad de arqueología, reconoce a Huelva Buenas Noticias que, tras graduarse y ver la situación del mercado laboral, comenzó a plantearse la posibilidad de residir fuera de España de forma temporal. Perfeccionar el inglés era un buen aliciente para hacer maletas y poner rumbo a Reino Unido.
Natural del municipio serrano de Almonaster la Real -del que María presume cada vez que tiene ocasión- la onubense ha sabido aprovechar desde bien joven las oportunidades que se le han ido presentando para viajar y conocer otras culturas. En este sentido, con tan sólo 14 años participó en un intercambio con estudiantes italianos. Más adelante, viajó dos veranos -gracias a diferentes becas- a Reino Unido. Asimismo, y ya relacionado con su formación, historiadora, María tuvo la oportunidad de colaborar en excavaciones arqueológicas en Portugal. «La gran diferencia es que entonces las estancias eran cortas, bien organizadas y tenía la compañía de otros españoles. Sin embargo, cuando decidí venir a Londres, hace ya seis años, vine sola, un poco a la aventura y sin billete de vuelta», nos cuenta esta Onubense por el Mundo.
Además de historiadora, María cuenta con una excelente formación en estudios musicales. Así, cursó el grado elemental de música en el Conservatorio de Valverde del Camino, y el segundo ciclo de grado medio en el Conservatorio Profesional de Música ‘Javier Perianes’ de Huelva. Nociones que le permiten en la actualidad, y como enamorada del flamenco que se declara, dar clases de guitarra y ritmo flamenco en Londres.
Las clases de flamenco las compagina a la perfección con la sesiones que imparte enseñando español, además de con actuaciones en fiestas privadas y en establecimientos en las que deja entrever también su dominio de la gaita y el tamboril. Por otro lado, la onubense encuentra tiempo para sacar adelante el Máster de Estudios Musicales Avanzados, especialidad en etnomusicología, que cursa en la Royal Hollaway de la Universidad de Londres.
Transcurridos seis años de su llegada al Reino Unido, María hace balance en una entrevista que nos ha concedido.
– ¿En qué momento y por qué decidiste trasladarte a Reino Unido?
– He de decir que ya me empezaron a rondar por la cabeza ideas de irme fuera durante mi último año de licenciatura, sobre todo, cuando al empezar mis trabajos voluntarios de laboratorio identificando restos óseos provenientes de una excavación, tuve la ocasión de conocer a profesionales de la materia que habían estudiado precisamente en el Reino Unido.
Al cabo de unos meses, una vez ya licenciada, la Asociación de Mujeres Caminar de Huelva me concedió una beca para realizar prácticas como arqueóloga en el Museo Minero de Riotinto y fue entonces, durante mi estancia en el museo y viendo el mercado laboral, cada vez peor, cuando decidí irme a Londres a estudiar inglés con idea de preparar mi acceso a un Máster en Osteoarqueología. Una vez más, tuve acceso a una beca de idiomas del Ministerio, entre cuyos requisitos mínimos me exigían estudiar un curso de inglés de, al menos, tres semanas con un total de 15 horas semanales. Es cierto que ya entonces tenía en mente quedarme más tiempo para seguir estudiando y también buscar trabajo…, lo que no estaba planeado serían los años que ya llevo, ni los giros que da la vida… En esto conocí a un muchacho que se convirtió en mi marido [ríe]. Así, en un principio, puse rumbo a Londres y, en teoría, con las ideas bien claras… ya tendría tiempo de perderme, encontrarme, volverme a perder y volverme a encontrar…
– Cuéntanos, ¿Dónde trabajas actualmente?
– A parte de ser estudiante de posgrado, curso un Máster en Estudios Musicales Avanzados, especialidad en Etnomusicología, también soy autónoma: soy músico y profesora de español. Entre otras cosas, me dedico a dar clases particulares -individuales o colectivas- y organizo talleres de español a personas de todas las edades. El lugar donde se imparten depende de los servicios que se contraten. Por regla general, suelo quedar con mis alumnos en lugares públicos como bibliotecas o cafeterías, aunque cuando de talleres se tratan, hablamos de lugares de trabajo como colegios o empresas.
– Y además eres una enamorada de la música y enseñas flamenco…
– Para qué negarlo, no dejo de maravillarme con todo ese universo que hay en los sonidos y que se crea con estos. La música me encanta, sobre todo, he de confesar que me gusta la música ‘tradicional y, por supuesto, ni que decir tiene que el flamenco me vuelve loca: supongo que el haber crecido en Almonaster ha contribuido en parte a ello pues es un pueblo rico en festejos y en matices musicales. Efectivamente, también como autónoma , doy clases de guitarra española y ritmo flamenco a distintas edades.
– Y por si ello fuera poco, también ofreces actuaciones, ¿No es así?
– Sí. La verdad es que nada de esto estaba planeado. Ni lo de las clases de español ni lo de dedicarme de manera profesional a la música, pero surgió. Normalmente me contratan para tocar en residencias de ancianos, en reuniones de amigos o en bares españoles. El repertorio seguro que os resulta familiar: sevillanas, rumbas, fandangos, bulerías. Vamos lo que se toca en una juerga de pueblo [ríe], aunque hay que adaptarse un poco al tipo de audiencia, sobre todo, si no hay españoles. Los ingleses, en líneas generales, prefieren escuchar más que participar, lo que sería una actuación tipo concierto, pero los abuelos tienen bastante marcha. En el Reino Unido se tiene muy estereotipado al flamenco: con guitarra, cante y baile, castañuelas…, lo que yo ofrezco, aparte de guitarra y cante, son también toques de gaita y tamboril mucho más desconocidos en su imaginario, y así voy alternando.
– En lo que al idioma se refiere, ¿dominabas el inglés cuando llegaste?
– No. Ni lo dominaba ni creo que lo llegue a dominar pues cada día terminas aprendiendo alguna palabra o expresión nueva. Llevaba nivel de Bachillerato, un nivel intermedio: muy buena gramática y un buen entendimiento en lectura pero en lo que se refiere a hablar y entendimiento oral un desastre. Hablar, hablaba mucho pero no me entendían [ríe] La pronunciación no era la que era. Créeme cuando te digo que el “inglés nativo de oídos cerrados”, como no pronuncies como debieras, no se molesta en aplicar una lógica mínima. Pero ahora te puedo decir que me defiendo perfectamente, la etapa de English Fobia está superada. Todo ello gracias a mis estudios de inglés y a los trabajos de cara al público que he venido realizando desde que llegué. He llegado a trabajar en una pizzería, en la recepción, en el bar de un hotel, de voluntaria en una biblioteca y, hasta hace poco, de cajera y supervisora en un supermercado.
– ¿Estaba en tus planes trabajar fuera de España?
– Sí, durante la carrera ya había trabajado en Portugal en varias excavaciones arqueológicas como voluntaria y, de alguna u otra manera, la idea de que esta profesión también tuviera una dimensión internacional invitaba a pensarlo, sobre todo, teniendo en cuenta que ya entonces se empezaba a hablar de crisis económica. Más allá, siempre me ha gustado mucho viajar y conocer otros mundos. Digamos que he sido de espíritu inquieto.
– Resides en Londres, ¿Cómo calificarías la ciudad?
– Londres es una ciudad muy turística, cosmopolita y multicultural, con todo lo positivo y negativo que ello conlleva. Por un lado, te brinda la oportunidad de conocer e interactuar con gente de distintas nacionalidades. Es una ciudad económicamente activa las 24 horas del día con ofertas regulares de trabajo. Tienes opciones a una inmensa variedad de servicios y actividades de todo tipo. La ciudad en sí es preciosa, su arquitectura, monumentos…, pero, por otra parte, es una ciudad muy cara: el coste de una habitación son como mínimo 400 libras al mes. Es una ciudad ruidosa, con mucho tráfico, estresante -la gente va con prisas a todas horas- y el centro y el metro pueden resultar agobiantes con tanta aglomeración de gente en hora punta o los fines de semana. En general y, en mi opinión, en Londres no hay calidad de vida. No me extraña que haya londinenses viviendo en Almonaster perdidos en un cortijo en medio del campo, ya pronto me veo haciendo lo mismo [bromea].
– Una ciudad intercultural, como tu propia familia. Según nos has contado estás casada con un chico paquistaní.
– Sí, su nombre es Umair. Nos conocimos cuando empecé a trabajar en ‘Domino’s Pizza’, en la tienda que tienen en Maida Vale. Él era uno de los repartidores y al cabo de un tiempo empezamos a salir hasta la fecha. He tenido ocasión de visitar varias veces Pakistán. La primera vez fue para celebrar nuestra boda pakistaní hace tres años. La verdad es que siempre que voy es una experiencia de vida, esta historia es para dedicarle una entrevista aparte.
– ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de la vida en Reino Unido?
– Más allá de lo típico de conducir por la izquierda, tener su propia moneda y que el sol brilla por su ausencia, lo primero que destacaría es que en Londres en los trabajos en los que he estado, la mayoría de mis compañeros no eran ingleses, el sector servicio es de mayoría extranjera. Por otro lado, los españoles, en general, tenemos muy buena ‘reputación’, tanto es así que con el simple hecho de serlo ya ligas [ríe]. Me resulta muy interesante el hecho de que no haya oposiciones, una vacante de profesor es una oferta de trabajo como otra cualquiera, y lo fácil que es darse de alta y ser autónomo en este país: declaro una vez finalizado el año fiscal y pago impuestos según mis ingresos. Me llamó al principio mucho la atención no sólo el hecho de que haya farmacias dentro de los supermercados, sino que haya medicamentos disponibles en los estantes. Asimismo, los seguros de coche son muy caros, por encima de 1.000 libras al año, y la persona que conduce tiene que figurar en el seguro. Esto es sólo por decir algunas cosas, pero hay más.
– ¿Algún aspecto al que te haya sido complicado adaptarte?
– Sin lugar a dudas el alojamiento fue, al principio, un gran problema para mí. Basta con decir que el primer año estuve viviendo en cinco sitios distintos. Como ya comenté los alquileres son muy caros. Por supuesto, no tenía más remedio que compartir piso con gente de todas partes, por lo que la limpieza e higiene llegó a ser un problema. He llegado a estar en pisos con problemas de ‘ratoncillos’, cucarachas y de chinches de cama -que hasta entonces no sabía ni lo que eran-. Sobre todo en Londres, los dueños de los pisos, en general, los arriendan de cualquier manera aprovechándose de la gran demanda que hay. En algunos pisos no hay sala de estar, con lo que tienes que hacer vida en la habitación y a mí me parecía estar enjaulada. He tenido la ocasión de vivir a las afueras de Londres, tres años, en Borehamwood -donde se rodó Indiana Jones- y la calidad de vida varía. Vivimos de nuevo en Londres pero con la idea de mudarnos. Creo que, en general, me adapté bastante bien a la vida de aquí, que no quiere decir que la comparta.
– ¿Qué valoras de forma más positiva tu experiencia en el extranjero?
– Como habéis podido comprobar, aquí nunca llegué a trabajar de arqueóloga ni a realizar el máster de osteoarqueología. No por falta de oportunidades, con empeño todo es posible, sino, quizás, más bien por la vivencia de otras experiencias y decisiones tomadas que terminarían configurando mi vida de otra manera. No voy a negar que llegué a estar frustrada, confusa, a trabajar en cosas que no me han gustado, pero lo positivo de todo ello es que ahora mismo sé lo que quiero y lo que no. He aprendido a valorar mucho más lo que tengo y a darle importancia a las cosas que verdaderamente la tienen; a buscarme la vida; las palabras de mis mayores tienen ahora más sentido que nunca y procuro escucharlas con detalle. He trabajado e interactuado con gente de todas partes, conocido a gente fabulosa que me abrieron las puertas a otras formas de pensar el mundo; aprendí que la adaptación tiene sus límites, sobre todo, que a disgusto las cosas no se pueden hacer por mucho tiempo, así que me enseñé a salir de la zona de confort. También tuve que aprender a maximizar todas mis cualidades y a no desesperar, y en el transcurso de ello, la música, mi hobby y que siempre me había acompañado, se convirtió en una opción profesional mucho más gratificante. La vida aquí también me enseñó que los proyectos inacabados, tarde o temprano, pasan factura así que una también aprendió quitarse las espinitas de dentro y a retomar antiguos proyectos aunque renovados y, sobre todo, a echar mucho de menos.
– Y tu familia, ¿qué pensó cuando tomaste la decisión de marcharte?
– Mi familia en todo momento me apoyó, aunque, por supuesto, que ni ellos ni yo sabíamos que esto se iba a alargar. Me echan mucho de menos, como yo a ellos, pero son tan conscientes como yo que en Almonaster el tema de trabajo está fatal. Mi padre es un enamorado de Inglaterra y tiene la excusa perfecta para hacer sus escapaditas J. Mi madre es una aventurera que no dudó en venirse conmigo a Pakistán y mi hermano, que estuvo por aquí un par de años y regresó, tantea de nuevo la posibilidad de abrirse camino en otras tierras. Mi familia siempre ha tenido la mente muy abierta en este sentido.
– ¿Qué echas más de menos?
– Todo. A la familia, a los amigos, el encontrarme con los vecinos en la calle y pararme a hablar, las invitaciones a café que se convierten en juerga y una termina llegando a las tantas de la madrugada, la tranquilidad del pueblo con sus calles desiertas sin un alma, los olores, los sabores, los sonidos del campo, buscar setas con mi hermano, el acercarme al mesón de Fati -mi amiga- y echar el rato charlando con su familia, perderme en la aldea de Las Veredas, cantar y tocar como una loca sin venir a cuento, el sol, la alegría de la gente y su filosofía, la espontaneidad, la candelita, el brasero, el español con su acento andaluz, hartarme de reír, coger la ‘camioneta’ en vez del bus, entre otras muchas cosas.
– ¿Está en tus planes volver a Huelva?
– Una siempre tiene esperanzas de ello. A decir verdad, nunca he salido del todo porque a Huelva la llevo conmigo. Yo misma soy un producto de la tierra [ríe], y siempre que se me presenta la ocasión me escapo para el pueblo. En mayo, por las cruces, me veréis por allí. Vivir en la Sierra es un privilegio, pero no me veo allí en un futuro cercano por motivos profesionales fundamentalmente, y personales: como ya sabéis tengo algunos proyectos empezados y también tengo que tener en cuenta el ‘factor marido’. La tierra me tira mucho, incluso lo que aquí hago está vinculado a ello. No me olvido de quién soy ni de dónde vengo. No sabemos qué deparará el futuro, pero sí te digo que la vida da muchas vueltas.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones a corto plazo?
– Tengo en mente terminar el máster y empezar el Doctorado. En un principio mi tesina y tesis doctoral versarán sobre el estudio de ‘La figura del tamborilero y de la música de gaita y tamboril en la Sierra’. Así que dedicarme a la investigación es uno de mis objetivos. Por otro lado, me apetece seguir tocando y enseñando música -no tanto enseñar español-. Voy a intentar conseguir que me salgan algunos contratos de tamborilera para romerías, fiestas…, durante la temporada de mayo a septiembre en la provincia de Huelva y así escaparme con más frecuencia. Confieso que nunca he tocado en el Rocío, pero me encantaría y espero tener la ocasión. Lo demás se irá improvisando.
– ¿Qué mensaje mandarías a los onubenses?
– Sin duda, no sólo recomiendo, sino que creo en la necesidad de vivir una temporada en el extranjero ya esa experiencia te transforma positivamente. Cierto es que no todo es de color de rosa, pero merece la pena por la enseñanza de vida que se adquiere y las oportunidades que te puede brindar. Quizás así, valorando lo propio sin menospreciar lo ajeno y dándonos cuenta de que hay otras formas de hacer las cosas, nos enteremos de una vez por todas de lo maravillosa que es nuestra tierra y tomemos medidas para sacarle provecho.
Bien grande es ‘el misterio’ que con el patrimonio tan rico que tenemos, en todos los sentidos, no haya perspectiva laboral de ningún tipo, seis años llevo en el Reino Unido y por seis años la gente del municipio ha seguido quejándose de los mismos males ‘endémicos’. La emigración debería de ser una elección y no una obligación. Ahora bien, aconsejo que antes de salir se informen debidamente, que se vaya con las ideas claras -incluso con las ideas claras una se puede perder-, y que si conocen a alguien en aquel país que les pueda ayudar, mejor, pues esa ayuda se agradece, sobre todo, cuando se están dando los primeros pasos. Es muy importante no desesperar ni enloquecerse si las cosas no salen como se planearon. Si hay que volver una temporada a casa para aclarase las ideas de nuevo, se vuelve y no pasa nada -a mí me ocurrió- y, lo fundamental, es que no os olvidéis de ustedes mismos -esto ya lo entenderéis si dais el paso. Muchísima suerte.
– Muchas gracias.