José Miguel Jiménez / Zalamea la Real. El teatro Ruiz Tatay de Zalamea la Real acoge el próximo sábado 28 de enero la obra La eterna herencia, dirigida por el zalameño Teo Domínguez y que llevará a escena la compañía Tiflonuba Teatro, de la ONCE.
Desde sus inicios, Teo Domínguez de Tekantor Teatro, dirige a este grupo de actores que ha participado en festivales de Arte e Integración en Valencia, Sevilla, Motril, Algeciras, Badajoz, Jaén, La Coruña, Madrid, Cádiz, Granada, Almería… y que, al mismo tiempo, ha ido presentando sus montajes por nuestra provincia en el Gran Teatro de Huelva, Lepe, La Palma del Condado, Zalamea la Real, Calañas, Aljaraque-Corrales, Moguer, San Juan del Puerto, Fuenteheridos, Sanlúcar del Guadiana, La Redondela, Museo Provincial de Huelva, Muelle de las Carabelas (La Rábida) Ruinas Romanas de Turóbriga de Aroche, Biblioteca Provincial de Huelva…
Durante las dos últimas ediciones del Circuito Provincial de Teatro, el Área de Cultura de la Diputación Provincial de Huelva incluyó sus montajes Antígonas y Bodas de sangre, en sus programaciones por la provincia.
Asimismo, Tiflonuba Teatro, de la Once-Andalucía, es una compañía que pertenece al movimiento teatral de la ONCE, reconocido con el Premio Max de Teatro Aficionado 2013 en la XVI edición de estos galardones impulsados por la Fundación Autor de la SGAE.
La existencia de este tipo de experiencias artísticas por parte de grupos de personas ciegas o con discapacidad visual se ha constituido como una referencia de superación personal, por un lado, y una experiencia de integración social, por otro. Estos grupos han ido construyendo un movimiento artístico numeroso y muy sólido que ha llegado a constituir para la ONCE una tarjeta de presentación social de lo que son capaces de realizar estas personas en los campos de la escena. Ahora, necesitamos que nos acompañen para que lo puedan ver y contar, y así, ayudarnos a formar parte del hecho cultural en nuestra provincia, a través del teatro.
La eterna herencia. En Tiflonuba Teatro, tras una fase de crecimiento, de investigación y experimentación, en 2015 se produjo la decisión de condensar todas las experiencias en una nueva fase de trabajo para conducir la obra teatral hasta ese punto de tensión en el que tan sólo un paso separa el drama de la vida, negando toda concepción al teatro muerto con todos los academicismos evidentes e ir más allá de las formas adquiridas, no cesar en buscar, en renunciar a las posiciones avanzadas, no cultivar un estilo…¡Importa la acción de crear!, no fabricar conservas artísticas que se abren en cada representación! ¡hay que mantener la tensión, desarrollar cada realidad escénica en su devenir vivo… un teatro con el temblor de la fiesta de los toros…!
Un teatro: ¿con el temblor de la fiesta de los toros? Cuando Valle Inclán en el prólogo de Los Cuernos de D. Friolera y por boca de D. Estrafalario afirma que un teatro que tuviese el temblor de las corridas de toros, sería magnífico: tipifica el esperpento hasta el punto que proclama con esas palabras su idea fundamental. En efecto, esa particular tensión dramática que Valle postula, que sepa transportar violencia, estética, belleza y sangre, entusiasmo y dolor, alegría y crueldad, técnica y absurdo, vida y muerte…pensando en lo esperpéntico… no puede ser más sugeridora.
El juego de los contrastes como equilibrio imposible, pero equilibrio de lo antagónico que teatralmente dará lugar a ese especial producto que ni es tragedia ni farsa, sino ambas cosas al mismo tiempo, es en definitiva esa estética «de la superación del dolor y de la risa como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos».
Hacia esa tensión dramática hemos concebido este espectáculo de La eterna herencia; y dentro de estas coordenadas, hemos trabajado textos de Valle, J.A. Castro y M. Azaña, que aportan un lenguaje vivo, llano, incisivo y desgarrado…
La obra aparece situada en la época de la Restauración, en pleno movimiento social del «98». La época del 98, su generación en sus mismas raíces como crónica cotidiana, como novedad ambiental protagonizada por unas gentes cuyos horizontes espirituales se ensombrecen por el difícil equilibrio «apariencia-realidad».