Redacción. Cientos de jóvenes han acudido al merendero municipal del embalse del Corumbel respondiendo así a la llamada de la concejalía de Juventud que para este día ha repartido 300 chorizos y panes con el fin de recuperar una tradición que se daba en La Palma por el día de San Sebastián: el ir al campo a comer chorizo, una costumbre ya perdida y que ahora el Ayuntamiento quiere inculcar entre los más jóvenes y recuperarla.
El buen tiempo ha contribuido a que haya sido todo un éxito y así, reuniones de jóvenes han compartido, en torno a las barbacoas repartidas por este sin igual paraje natural, comidas y bebidas, en donde no ha faltado el chorizo, para vivir una jornada de convivencia.
Antaño, en La Palma, el día de San Sebastián acudían familias enteras a los campos palmerinos a merendar chorizo. Unos iban a El Pilar, o al Templo, al río dulce como se le denominaba al río Corumbel; o al río agrio, como se le denominaba al río Tinto. Incluso esa tarde los colegios cerraban sus clases para permitir a los estudiantes poder ir al campo. Mientras se caminaba hasta llegar al lugar elegido se cantaba coplillas como esta: el día de San Sebastián, nos fuimos al campo, a comer los chorizos de todos los años. Una niña lloraba por merendar, pidiéndole a su madre chorizo y pan”.
El inicio de esta festividad se sitúa hace más de un siglo y su origen se remonta a la recogida de la cosecha de la naranja del país y al auge de las matanzas caseras, por lo que el chorizo se convirtió en uno de los manjares más degustados. De ahí que se aluda a esta fiesta como el “día de los Chorizos”. Una peculiaridad es que el chorizo de las últimas matanzas se degustaba este día asado y acompañado del nuevo mosto.
En las tierras onubenses es frecuente encontrar construcciones consagradas al patronazgo de San Sebastián y San Roque (son co-patronos en La Palma desde el siglo XVI), quienes gozaron de una piadosa veneración en la zona. Así, a principios del siglo XVI se edificarían en La Palma sendas ermitas encomendadas al culto de ambos santos, emplazándose respectivamente a la entrada y salida de la población para salvaguardar y cobijar a la población de nuevas oleadas epidémicas.
Desaparecida ya la de San Roque, aún se mantiene la consagrada a San Sebastián o ermita del Santo. Edificio de raigambre mudéjar y restaurada gracias a una escuela taller tras algunos años de abandono y de uso muy diferente a su original.