Antonio José Martínez Navarro. Mientras el alcalde Juan Ceada hablaba, sus contemporáneos lo contemplaban y no podían menos de considerarlo cual un símbolo.
Joven, para un cargo de tanta responsabilidad como es dirigir una ciudad como Huelva, activo, con una sed de progreso y de reformas que no le dejaba dormir, diríase, realmente, que encarnaba el alma insaciable de aquella ciudad que anhelaba y reivindicaba una drástica metamorfosis ante la celebración de los actos conmemorativos del V Centenario del Descubrimiento de América que se avecinaban.
Sí, era necesario enriquecer la Huelva monumental, pensaba, pero lo haría de manera súbita, es decir, erigiendo monumentos por doquier. No andaría, sino correría hacia la restauración de la belleza.
No obstante, él, y casi la totalidad de los munícipes, consideraba que a la escultura española le seguía pesando excesivamente el sentido monumental o estatuario italianizante, que tanto había servido de modelo en Huelva, y por extensión, en casi toda Europa, hasta aquellos instantes. Las actitudes heroicas, declamatorias, énfasis que soportó el romanticismo, se les ofrecían intolerables, se constituían en pesado lastre del que estaba dispuesto a desprenderse. Las plazas y calles de su ciudad natal no ostentarían figuras de personajes más o menos «inmortales», cuya única misión consiste en traer automáticamente a la memoria del transeúnte el recuerdo de esas tartas de pastelería que hacen las delicias del vulgo ingenuo al ser contempladas en los escaparates. Ceada no quería monumentos de los que pudieran desprenderse cierto tufillo funerario, quería figuras susceptibles de infinitas interpretaciones, buscaba, en definitiva, lo abstracto y puro…
Consideraba que nuestra nave había avanzado las millas necesarias en el océano del Arte y que el Cabo de las Tormentas romántico quedaba siglo y medio atrás. «La tierra de la nueva estatutaria estaba a la vista», gritaba su raciocinio, en aquellos días de 1989 y 1890, en una especie de jubiloso y triunfal aviso, el vigía de su corazón : ¡Huelva seguiría los pasos de Ámsterdam, Bonn, Helsinki, Nueva York y otras grandes capitales del mundo e instalaría un museo al aire libre que constaría con unas sesenta esculturas, que además de exornar la ciudad, introduciría la cultura en sus calles!
Y esa magna aspiración se convirtió en realidad. El Museo al Aire Libre de Huelva se instaló en la primera quincena de mayo de 1991. Lo formaban sesenta esculturas de los más importantes artistas españoles, entre los que se encontraban cinco onubenses y los más genuinos representantes de las diversas autonomías hispanas.
Si bien la idea se había iniciado, como hemos anunciado, en el Ayuntamiento de Huelva, junto a los comerciantes del centro de la ciudad y el escultor Pepe Noja, fue éste el encargado de coordinar y gestionar el proyecto que lo confeccionó en breve tiempo. Así, el 20 de mayo de 1991 el artista nervense podía mostrarse ufano de que Huelva tuviese el primer Museo al Aire Libre de Arte Contemporáneo Escultórico de España y de que éste fuese más grande que los existentes en Madrid o Barcelona.
Las figuras que componen este Museo responden a una gran variedad de estilos de las diversas parcelas del arte contemporáneo y «precisamente la escultura abstracta es la obra de vanguardia», indicaba Pepe Noja, y añadía que «este movimiento cultural es el más interesante y vivo, en el que más artistas trabajan y que, además, se estudia ahora científicamente…». Para el escultor de Aracena, lo más importante de esta iniciativa es que «el niño, ese futuro ciudadano, haga del museo algo propio, lo entienda y, por supuesto, lo respete».
Entre las esculturas que componen el Museo al Aire Libre, figura una del laureado escultor Pablo Serrano que representa la cabeza de D. Miguel de Unamuno, que fue el último regalo de Pablo Serrano a José Noja que, a su vez, se lo regaló al pueblo onubense, y la de Miguel Berrocal, «que es una presencia llena de interés». «Todos — decía el coordinador del Museo – los participantes están representados en los mejores museos del mundo, son ganadores de bienales, que presentan su trabajo como obra única, lo que es un enorme esfuerzo y una gran bondad y, si además es regalada, merece todos los elogios». El mismo artista nervense aportaba al Museo una escultura que representaba un juego de nudos y cilindros.
Lo que indicábamos en los últimos renglones, nos da pie para que aclaremos una cuestión de capital importancia: Se ha dicho en numerosas ocasiones, que para la creación de este Museo salieron muchos cientos de millones de las arcas municipales. Craso error. El presupuesto total del Museo ascendió a sesenta y ocho millones ochocientas mil pesetas, valor que se veía superado con creces al ser las obras donadas a la ciudad por los escultores. Según la tasación de los entendidos, las sesenta y tres esculturas colocadas en distintas zonas de Huelva podían valorarse en unos ochocientos millones de pesetas. Así, en la ubicación del Museo se dieron cita una gran economía y excelente gestión municipal.
Los onubenses opinaban que la mayoría de las esculturas eran abstractas, a lo que Pepe Noja apuntaba que «hoy día la belleza abstracta se puede desconocer, pero en la vivencia diaria se acaba conociéndola».
La inauguración del original Museo al Aire Libre quedó fijada para el día 19 de junio de 1991. Pero, ¡al primer tapón, zurrapa!, al aparecer destrozada una obra en la mañana del 5 de mayo. El diario «Huelva Información», en su edición de la citada fecha, informaba, de esta manera, del lamentable hecho a sus lectores:
«Una de las esculturas del museo al aire libre amaneció en pedazos a consecuencia de una acción de salvajismo protagonizada por algún enemigo del arte.
Poco antes de que se iniciara la exposición artística, el autor del monumento al V Centenario Pepe Noja, señalaba que había que concienciar al ciudadano para que respetara su patrimonio artístico, como ocurría en el municipio serrano de Aracena, lugar donde se encuentra una gran muestra escultórica.
En Huelva no ha dado tiempo a que la población llegue a tomar esta conciencia y aun no ha finalizado la colocación de todas las figuras previstas, cuando la Policía Local tuvo que hacerse cargo de los pedazos de una de ellas.
El arte que adorna las calles céntricas puede ponerse en peligro si se suceden acciones de este tipo. Las obras expuestas poseen gran valor y su destrucción puede suponer una gran pérdida para el desarrollo de una ciudad que se queja de carecer de muestras culturales.
El objetivo para el coordinador es que la cultura salga de los museos cerrados a la calle, pero para ello hay que saber calibrar con precisión y exactitud el valor del arte».
Ya estaba erigido el Museo al Aire Libre de Huelva, cuyas piezas escultóricas irían aumentando año tras año, ya que Pepe Noja había realizado a D. Juan Ceada el ofrecimiento de ir entregándole a Huelva una escultura cada año, con el fin de que la noble ciudad fuera receptora de toda su obra.
El Museo al Aire Libre quedó incluido en la llamada Ruta Cultural del Centro, organizada por la Asociación de Comerciantes y Empresarios de las Calles del Centro. En este itinerario se ofrecía la posibilidad de conocer mejor los diversos edificios de interés histórico-artístico y, a partir de su instalación, las esculturas del Museo que historiamos.
Los alumnos del Colegio «Maristas» fueron los primeros estudiantes en recorrer, el día 15 de mayo de 1991, esta Ruta Cultural, en la que, tras visitar el Colegio de Arquitectos, el palacio de Mora Claros y otros edificios de interés, fueron recorriendo todas las piezas del incipiente Museo, recibiendo explicaciones del coordinador del mismo, Pepe Noja, resaltando, con todo lujo de detalles, la importancia de su instalación y las diferentes tendencias artísticas que en él convergían.
A lo largo de esta última década, han sido numerosos los alumnos de los diversos colegios de Huelva y de poblaciones limítrofes a ésta, que han recorrido las muestras de nuestro Museo, lo que le da un realce e importancia de primera magnitud.
«Tengo fe total de que nuestro museo, con el tiempo, sea querido por los ciudadanos onubenses y que a nivel nacional e internacional tenga una gran valoración». Este era el deseo del buen alcalde Juan Ceada pocas horas antes del feliz día en que debía ser inaugurado. «El Museo era – según decía – una pieza más de lo que debe ser nuestra ciudad, una ciudad del siglo XXI…», y anunciaba la próxima creación de una asociación de amigos del museo que velara y promocionara el conjunto artístico.
El Museo debía ir añadiendo esculturas hasta rebasar el número de doscientas, con lo que llegaría a ser uno de los tres primeros museos al aire libre de Europa.
Y llegó la hora fijada para la inauguración del Museo. Dos horas antes, la Banda Juvenil de Huelva y el grupo musical moguereño «Los incansables» habían inundado de armoniosos sones las calles peatonales, mientras unas azafatas repartían entre los transeúntes las primeras carpetas de presentación que se habían publicado sobre el Museo.
Se diría que hacía algún tiempo que en los gloriosos anales de Huelva no se percibían las purísimas sensaciones como en aquella noche inolvidable. La animación en la calle Concepción (que es donde se verificaba la inauguración), era impresionante. «En todas las ciudades de España nos van a imitar la idea de sacar la cultura a la calle», afirmaba el alcalde, Sr. Ceada, en el preciso momento de la inauguración del Museo de Esculturas Contemporáneo al aire libre «V Centenario», acto que había sido organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Huelva y la Asociación de Comerciantes de las Calles del Centro. También tomaron la palabra Pedro Rodríguez, Vicepresidente de la Asociación «Calles del Centro» y Pepe Noja, coordinador del Museo.
Y llevaba razón el Sr. Ceada, ya que municipios como Alcalá de Henares y Playa de Aro habían solicitado información al Ayuntamiento onubense sobre aquel proyecto, que ya era para Huelva hermosa realidad.
Salvador Martín Cruz, crítico de arte de reconocida solvencia del «Diario de Navarra» insertaba un artículo en el diario «Huelva Información» en el que destacaba la gran importancia del Museo de Esculturas al aire libre «V Centenario»: «Días atrás, paseando por Huelva, tuve la enorme suerte de encontrarme con esa imponente colección escultórica que ha empezado a «florecer», aquí y allá, por el dédalo de las calles de la ciudad.
Yo no sé exactamente si esa, para mí muy querida, ciudad – la «Huelva lejana y rosa de Juan Ramón Jiménez – tiene clara conciencia de lo que es, significa y vale una colección de la calidad y categoría, de la que el esfuerzo común de todos los onubenses está consiguiendo el más importante, ya, museo de esculturas al aire libre de todo el país, y sueño inalcanzable de muchas otras ciudades que están mirando con auténtica envidia el desarrollo que, supongo, poco a poco la ciudad irá valorando como importante dimensión de la misma, y que se ha mostrado capaz de generar un eco tan potente como el despertado por ella.
Cuando veo el largo rol de nombres que el empeño de Pepe Noja, tan por su alcalde, ha ido haciendo coincidir en calles como las de las Bocas, Rascón, Concepción, Palacio, Berdigón, o Pablo Rada, la verdad es, que termina por brotarme una especie de sana envidia, que, en el fondo, no es otra cosa que el reconocimiento de una persona ligada en alguna medida al tema, de una labor tan importante, tan seria y, a la vez, tan hermosa.
Supongo que, como pasa a lo largo de este ancho país que muchos seguimos llamando emocionalmente España, también en Huelva un conjunto escultórico tan actual y en el que nombres como Pablo Serrano, García Donaire, José Luis Sánchez, Miguel Berrocal, Amadeo Gabino, Paco Barón u Otero Besteiro, por citar los primeros que me vienen a las mientes, marcan casi la «clasicidad»; habrán sido muchas las quejas y las protestas, que, la falta de preparación para «entender» el actual diálogo por las artes plásticas, habrá despertado. Con ello siempre habrá que contar. Y eso que, al final, los hijos de los que hoy protestan, acaso terminen por ser los más agraciados por la presencia –por lo demás tan formativa de por sí – de una colección tan extraordinaria.
Y califico la colección de tan extraordinaria, porque realmente lo es. Que no en vano para ver obras de la gran mayoría de los escultores con cuya colaboración se ha contado, habría de acercarse a muchos e importantes museos del mundo entero, que no sólo españoles. Tal es su consistencia. Y a los artistas plásticos ya mencionados, también un poco «a bote pronto», acaso haya que agregar nombres como los de Muriedas, Frechilla, Teresa Eguibar, Oscar Estruga, Amador, Miguel Moreno, Feliciano, Faustino Aizkorbe, Camín, Mendiburu, Venancio Blanco, Llácer, Caruncho o el mismo Pepe Noja. Gentes que han ido consiguiendo, con otros muchos cuyos nombres pueden estar en la mente de todos, situar la escultórica española en un verdadero lugar de privilegio, similar a aquel que gozase entre los «años de entreguerra». Cuando nombres como los de Julio Antonio, Mariano Benlliure, Miguel Blay, José Capuz, José Clará, Juan Cristóbal, Leandro Cristofol, Apeles Fenosa, Angel Ferrant, Honorio García Condoy, Julio González, Mateo Hernández, Moisés Huerta, Mateo Inurria, José Llimona, Victorio Macho, Fructuoso Orduña, Enrique Pérez Comendador, Francisco Pérez Mateos, Joan Rebull o Alberto Sánchez por sólo citar los meramente indispensables, labraron uno de los capítulos esenciales del arte español contemporáneo. Capítulo que, como era de esperar en una tierra como la nuestra, todavía está esperando quien lo cante en la medida que su importancia requiere, olvidándose de esos lugares exaltar, acaso porque sean precisamente los que menos lo precisan.
No quiero cansar más con mis palabras. Aunque sí, lógicamente, el agregar a lo ya escrito, que el motivo de estas líneas es sólo el felicitarles y animarles a continuar esa labor que llevan entre manos y que, personalmente juzgo que es de las más interesantes que se han puesto en marcha durante los últimos años en este país. Y ¡cuidado! que parece que todos empezamos a concienciarnos un poco, de que si hay algún trabajo cultural que hacer, éste ha de partir del esfuerzo de todos… incluso del de los políticos, y como consecuencia de ello y a partir del de Villafamés, lógicamente no puedo remitirme al más lejano de Cuenca, son ya bastantes los museos y colecciones que van apareciendo aquí y allá ¡Bendito sea Dios! a lo largo de toda nuestra geografía».
En la inauguración del Museo, ya había anunciado el dinámico alcalde el proyecto de constitución de una Asociación que se llamaría «Amigos del Museo de Arte Contemporáneo de Esculturas «Virgen de la Cinta», y recordando como válido el dicho que reza: «Hacen falta hechos, que de buenas intenciones está empedrado el infierno», sin más dilación pasó a la acción. De esta manera, el 6 de abril de 1992, se reunía en un magno salón del Cabildo onubense, con carácter constitutivo y bajo su presidencia, un nutrido número de representantes del mundo cultural, político y de la comunicación onubense.
Entre ellos, estaba el autor de este libro gentilmente invitado por el Sr. Ceada. Tras el reparto a cada uno de los asistentes de los estatutos de la Asociación, fue nombrada la junta directiva de esta que estaba integrada por los Sres. siguientes:
- Antonio Barrero, Presidente
- Fernando Serrano
- Jesús Velasco Nevado
- Tomás Curbelo
- Antonio José Martínez Navarro.
- Pedro Rodríguez
- José Enrique Morán
- Alonso Ruiz
- Damián Vidal y
- José Noja
En esta primera reunión, se abordó uno de los problemas que se han mantenido a lo largo de la existencia del Museo: las reubicaciones del mismo.
El 26 de marzo de 1993, «Huelva Información» anunciaba, alarmada, el estado de deterioro y la desaparición de la obra de Miguel Morán, que se levantaba en la calle Rascón.
Poco antes, habían sido trasladadas para su restauración las obras de Márquez, desmontada de su base y con grandes indicios de que iba a ser robada, y la de Carmen Castillo, que fue recogida por empleados de la Camisería «Santamaría» que, con su gesto, evitaron su destrucción.
Es justo precisar, que el ayuntamiento siempre ha velado, como fuera lógico que velase, por el cuidado del Museo. Así, a partir de septiembre de 1993, «personal del taller de Diego Gómez Correa era el encargado de realizar la primera limpieza general, así como la restauración de tres esculturas metálicas deterioradas por actos de gamberrismo. Otras dos obras realizadas en mármol – según informaba el reportero del diario «Huelva Información» José Enrique Morán, son objetos por otra parte, de reparaciones en Mármoles Toledano».
A partir de 1996 sufre un retroceso el Museo. Así, el 23 de agosto del citado año, el PSOE presenta una moción sobre el Museo al Aire Libre a raíz de los daños sufridos ese mismo mes, por la obra de Francisca Abreu, que se situaba en la calle Berdigón.
Sobre la ubicación de este singular Museo, la Asociación «Calles del Centro» han sido partidarias, en distintas ocasiones, de que las esculturas no cambien de sitio.
Francisco Revuelta Pérez, considera oportuno «la creación de una comisión formada por personas vinculadas con el arte y la cultura, en general, para que estudien y sugieran los emplazamientos, el modo y las modificaciones del entorno…».
El 21 de febrero de 1997, la Asociación de «Amigos del Museo al Aire Libre» mantuvo una reunión en el Ayuntamiento, en la que se constituyó nueva junta directiva, que a partir de esta fecha será presidida por José Enrique Morán, en la que se volvió a hablar de una reinstalación definitiva y del enriquecimiento del Museo con nuevas donaciones.
En junio de 1999 la prensa local informaba que el Plan Especial del Casco Antiguo de Huelva protegía al Museo al Aire libre, y de la última escultura adquirida, obra de Fernando Bono y Jorge Arévalo, realizada en acero cortés por el herrero Pepe Entenza. En la parte superior, lleva inscrita la leyenda «Colegio de Arquitectos» y además reproduce de forma destacada el logotipo del Colegio: la A que diseñara el pintor José Caballero.
Convirtamos a José Bacedoni en el portavoz de una reivindicación generalizada, solicitada en numerosas ocasiones:
<<… Hay que reconocer que en la elección de las esculturas actuales, se ha abusado mucho de las obras modernistas, de vanguardia, algunas son buenas, sobre todo desde el punto de vista técnico, pero las hay que no tienen sentido, la gente pasa de largo y no les echa ni una mirada, sin embargo, en las clásicas, que son escasísimas, la gente se detiene para contemplarlas.
Así que… equipo de gobierno, procuren aumentar el número de clásicas para poder compensar el museo.
La idea técnica sería la siguiente: colocar las esculturas debajo de los arcos de los soportales de nuestra Gran Vía, con iluminación nocturna, con luz ceniza por medio de una lámpara de tubo que iluminara solamente la escultura, de este modo tendríamos una exposición enmarcada por los arcos y sería como una galería de arte, que se vería de un tirón.
También insistí sobre el tema en Teleonuba, en un programa de Vicente Quiroga. La tertulia estaba compuesta por Alfonso Aramburu, Francisco Vallejo, arquitectos; Antonio José Martínez Navarro, historiador y Presidente de la Asociación «Alonso Sánchez» y a mí me presentó Vicente como diseñador de arte industrial.
Tanto Alfonso Aramburu como Martínez Navarro me dieron la razón en mi planteamiento y han coincidido con muchísimos onubenses que opinan de igual modo.
Hay que tener en cuenta, que poniendo las esculturas en ese emplazamiento no estorbaría a nadie, ni a los transeúntes que pasan por la acera, ni a los que pasan por los soportales, ni siquiera le molestaría a los invidentes. La ubicación es ideal desde el punto de vista artístico y técnico.
Algunos pueden pensar en los palcos de Semana Santa, pues es muy sencillo, como la calle es bastante ancha, con adelantar un poco los palcos, está solucionado. Desde mi punto de vista no hay solución mejor>>.
Y esta ha sido, a grandes rasgos, la historia de un Museo que es, al propio tiempo que un relicario de arte vanguardista, el triunfo de la noble idea de Juan Ceada, la demostración más elocuente de que con esfuerzo todo es posible, de un Museo que es en invierno, en esos días lluviosos cuando el alegre azul del cielo de Huelva se torna plomizo y triste, algunas de sus esculturas dan la sensación de convertirse en seres atormentados condenados a repeler el agua que desciende por las canaletas, figuras que en los días de sol riguroso ofrecen un retador aspecto de insolencia: se asoman por doquier, lo miran todo y parece que se burlan de nosotros y, de noche, sus sombras se acusan con una misteriosa crispación en el modelado de sus fantasmagóricas siluetas… Milagro de luz y de sombras, Sres., vengan a Huelva y vean nuestro Museo de Arte al Aire Libre.