Rosa Mora. La conservación de la biodiversidad en el planeta es responsabilidad de todos, si bien es cierto que nuestro nivel de compromiso con esta necesaria labor no siempre se ajusta -salvo en contadas ocasiones- a lo que se nos exige como sociedad global.
Huelva cuenta con una importante red de espacios protegidos. En este marco, Doñana y nuestro felino más característico, el lince, son ejemplos recurrentes cuando hablamos de riqueza medioambiental en nuestra tierra ¿Qué lleva al Departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de Huelva a interesarse por la conservación del chimpancé salvaje en Senegal? Pueden preguntarse algunos lectores.
Huelva Buenas Noticias ha conversado con Reyes Alejano, docente del Grado en Ingeniería Forestal de la Onubense quien, junto a los también profesores Francisco Martín y Juan Domingo, mostró una actitud favorable a la propuesta que le hizo llegar un antiguo alumno de la UHU, el ingeniero forestal Antares Bermejo González, miembro del equipo del Instituto Jane Goodall España en Senegal (IJGE), centro que desarrolla tareas de investigación ecológica y etológica de las comunidades de chimpancés salvajes que residen en esa zona, con el objetivo de conocer sus patrones de movimiento, sus hábitos alimenticios y otras conductas que permitan mejorar su protección.
«El origen de los vínculos entre la Universidad de Huelva y el IJGE se remontan al momento en el que Antares Bermejo nos plantea su interés por venir a la UHU para contar el trabajo que están desarrollando en la Reserva Natural Comunitaria de Dindefelo y plantearnos una posible cooperación técnica con el IJGE», nos cuenta la doctora Reyes Alejano.
Con experiencias previas en proyectos de cooperación en países como Marruecos, Bolivia y Chile, la docente -junto a los también doctores Francisco Martín y Juan Domingo- inició entonces una serie de conversaciones con Roberto Martínez Orosa, coordinador del departamento agroforestal del Instituto Jane Goodall España en Senegal para establecer un marco de cooperación entre ambas entidades. En este sentido, acordó que estudiantes de la Onubense podrían desarrollar un proyecto que permitiese elaborar un inventario forestal de la Reserva Natural Comunitaria de Dindefelo. Tarea que han desarrollado satisfactoriamente cuatro alumnos del Grado en Ingeniería Forestal.
El inventario, que recoge una asombrosa biodiversidad de hasta 98 especies de árboles y lianas, permite conocer en detalle el hábitat en el que el chimpancé se desarrolla. «Una de las preocupaciones que concierne a la gestión de la reserva es la presencia de especies forestales cuyos frutos son comestibles tanto por chimpancés como por humanos. En esta línea, nuestro estudio persigue conocer estas especies, ver cómo se distribuyen… datos que servirán como base para tomar cualquier medida de gestión«, explica Reyes Alejano. Una de las líneas futuras de actuación podría estar encaminada a producir plantas de determinadas especies cerca de las aldeas, evitando así la competencia entre humanos y chimpancés a la hora de consumir recursos.
Finalizado el primer proyecto en el que Universidad de Huelva e IJGE han trabajado de la mano, y manteniéndose una rica comunicación entre ambas entidades, desde la UHU trabajan ya en futuras líneas de colaboración. En este sentido, nos adelanta Reyes Alejano, se encuentran a la espera de la resolución de un proyecto solicitado a la Agencia Andaluza de Cooperación que abarcaría la construcción de un centro de investigación en la población senegalesa de Nandoumary, muy próximo a importantes poblaciones de chimpancés. «Esa sería la base del nuevo proyecto, pero también pretendemos ampliar el inventario así como promover el uso de las instalaciones como centro de formación donde población local pueda adquirir conocimientos que le permitan promover el turismo verde, a la vez que ejercer como guías».
Huelva Buenas Noticias ha tenido la oportunidad de conversar con tres de los estudiantes que trabajaron en la elaboración del inventario forestal en la Reserva Natural Comunitaria de Dindefelo: Álvaro Martín Huelva, David Vargas y Rafael Bazán.
– ¿Qué te llevó a unirte al voluntariado?
– Álvaro: A pesar de estar pasando una etapa de incertidumbre como cualquier estudiante que está terminando la carrera, lo que verdaderamente me impulsó fue el reto personal que suponía la experiencia, o como lo llamaba yo, la aventura. Me preguntaba a mí mismo, ¿Seré capaz? Aunque pensándolo detenidamente también me motivaban las ganas de aprender profesional y personalmente, y el hecho de contribuir con la conservación de la naturaleza y de la mejora, en alguna medida, de la población de estos países más desfavorecidos.
– David: ¿Qué te lleva unirte a un voluntariado de estas características? Yo no llegué nunca a plantearme esta pregunta, poder ayudar a gente con menos recursos que tú, en un país distinto al tuyo, con culturas diferentes, y además poder plasmar tus conocimientos adquiridos en la Universidad en un sitio “virgen” forestalmente hablando, era algo que había soñado desde pequeño. Sumándole la importancia ecológica del proyecto ya que va dentro del ‘Programa de conservación del chimpancé del África del Oeste en Senegal y Guinea’ que el Instituto Jane Goodall España tiene en el país africano. Iba a ser el Primer Inventario Forestal de África del Oeste y yo no me podía perder esa experiencia que antes de partir sabía que iba a ser impresionante.
– Rafael: Gran interés por conocer la cultura africana, colaboración con un grupo conservacionista, conocimiento de la flora y fauna diferente a la autóctona española, puesta en práctica de los conocimientos adquiridos en la universidad, adquirir experiencia de trabajo en campo.
– ¿Cómo era tu día a día?
– Álvaro: Desde difícil a muy gratificante, ya que se combinan varios factores en nuestra vida diaria. Difícil por un lado por las condiciones en las que se viven, sobre todo debido a la falta de medios como es la luz y el agua potable y a una alimentación pobre basada en arroz y maíz y, por otro lado, era nuestro duro trabajo, ya que diariamente recorríamos kilómetros a pie por terrenos escabrosos exponiéndonos a peligros como la fauna, las altas temperaturas y la falta de agua, sobre todo en época seca, y por otra parte gratificante por el mero hecho de que cada día te sorprendes y aprendes, bien de la cultura o bien de la riqueza natural, la cual es mi pasión, que diariamente teníamos la suerte de contemplar.
– David: El día a día en Dindefelo era toda una aventura. El despertar en mi choza era algo peculiar, sobre las 5.30 horas de la mañana sonaba el altavoz de la mezquita indicando “La llamada a la oración” que se realiza cinco veces al día, seguido del canto de gallos, el mugido de vacas hambrientas de calcetines, cabras y como no “neéne” -mamá en pulaar- triturando cuscús para el almuerzo. Quedábamos los cuatro voluntarios en el centro a las 7.30 horas. Mi choza era la que estaba más alejada, a unos 15 minutos andando. Desayunábamos en el centro junto a los Ecoguardas que nos acompañaban ese día, recogíamos el material de trabajo, GPS, estadillos, cinta métrica, verte, baliza, brújula y botiquín entre otros, y bien cargados partíamos andando hacia la zona de estudio a las 8.00 horas. Las coordenadas de destino las decidíamos la tarde antes con el Departamento de Investigación del IJGE que nos delimitaban la zona en las que ellos preveían que iban a estar los chimpancés ese día, para que no coincidiéramos con ellos. La única forma de transitar por el bosque era andando, había días en los que podíamos hacer 10-15 kilómetros sumando la dificultad del terreno, ya que nuestra intención era inventariar la zona de hábitat de chimpancés y éstas suelen ser zonas escarpadas en vertientes de montañas. Muy raramente zonas planas.
Una vez realizado el trabajo previsto para ese día volvíamos al centro a dejar el material de trabajo. Llegábamos a casa sobre las 15.30 horas. Con suerte llegaba y podía comer con la familia todos juntos, si en cambio el trabajo se prolongaba entraban en mi choza para dejarme mi parte del almuerzo allí. Después de almorzar y descansar volvíamos al centro, zona de trabajo de los voluntarios del IJGE, construido en 2012 por otros voluntarios, en el que con suerte podemos cargar ordenadores o móviles para poder trabajar con ellos. Allí nos reuníamos todos los departamentos para comentar el trabajo del día, para saber por donde habían estado los chimpancés hoy y decidir si al día siguiente íbamos a poder seguir por la misma zona. Se hacía de noche y todos volvíamos a casa, a buscar el calor de la familia y conversar un poco antes de la cena tomando el rico té senegalés.
Rafael: Me levantaba de mi cama de paja en mi cabaña de barro, desayunaba con mi familia adoptiva, y salía al campo a tomar datos para el inventario junto a mis compañeros y los ayudantes locales, a la hora de comer volvía para almorzar de nuevo con toda la familia -todos comíamos juntos del mismo plato-, después de comer y tomar el té iba al centro de trabajo para procesar datos en el ordenador y estar un rato con el resto de voluntarios españoles. Por la noche volvía para cenar con mi familia de nuevo -los viernes solíamos cenar todos los voluntarios juntos en uno de los campamentos para los turistas-, después de cenar o bien me quedaba en casa conversando con mis familia a la luz de la candela o bien me iba con mis amigos “dindefeleños”.
– ¿Qué te impresionó más de la estancia?
– Álvaro: Lo que más me impresionó fue la vez en la que un macho dominante de chimpancé nos hizo un “display” que es un comportamiento de exhibición de fuerza para defender su territorio y a su familia, ese día íbamos dos compañeros, el guía y yo, debido a la densidad del bosque en el que nos encontrábamos, cuando nos dimos cuenta los teníamos a escasos metros, entonces hicimos un corro los cuatro y nos agachamos comiendo hojas y con la cabeza agachada para mostrarle sumisión, después de su exhibición de fuerza, éste junto a su familia se fueron, sólo quedó en un susto. Pero generalmente, a parte de la fauna, flora, las cascadas enormes y los paisajes fascinantes, me impresionó bastante la felicidad y la generosidad de la gente allí, lo poco que tienen es de todos.
David: Todas las impresiones que me he llevado en este viaje han sido para bien. Tenemos que agradecer a Roberto Martínez, coordinador del Departamento Agroforestal, los consejos que nos dio antes de partir. En las entrevistas que nos hizo antes, nos contaba la realidad de la zona, nos decía que estuviéramos seguros antes de montar al avión donde íbamos a ir, que teníamos que tomar un tratamiento para la malaria el cual nos podía afectar psicológicamente, que era un país no peligroso, pero sí distinto al nuestro, que íbamos a salir de nuestra zona de confort para viajar a una de las zonas más desfavorecidas de Senegal, que si una vez allí queríamos volver a casa, con suerte íbamos a tardar cuatro o cinco días. Nos contó experiencias de otros voluntarios que no aguantaron y por ello es de agradecer. Ya iba con una idea más o menos clara de lo que podía encontrarme, pero nada de eso frenaron mis ganas de partir hacia mi sueño.
Rafael: La capacidad que tenían las personas para transportar cosas en la cabeza.
– ¿Balance que haces de la experiencia?
– Álvaro: Mi balance es positivo ya que el fin era cumplir con mis objetivos/motivaciones, y se han cumplido con creces, por ello debería ser no obligatorio, pero sí muy recomendable el hecho de realizar voluntariados, ya que te ayuda a crecer como persona, debido a que llevas a la práctica los conocimientos adquiridos durante la carrera, a la vez que aprendes a convivir y respetar una cultura totalmente diferente. Por último, quisiera terminar con una reflexión propia: el amor se define como un sentimiento de vivo afecto. A mí me vienen recuerdos de la experiencia, incluso sigo recordando y asimilando muchas cosas de las cuales no me dio tiempo allí, por ello Senegal sigue vivo en mí, de ahí a lo que dicen de que África enamora, y llevan razón.
– David: Una vez llegas a casa y tu viaje acaba empiezas a hacer balance de todo. Te das cuenta que estando allí sin luz, sin agua, sin baño, sin cobertura la mayoría de los días, sin comida rica, sin todas esas cosas que a priori piensas que aquí son indispensables, allí no lo son. Obviando la añoranza a tu familia, que ahí poco se puede hacer, por todo lo demás no necesitas nada, te lo aseguro. Te encuentras con personas diferentes, no materialistas, personas que no tienen nada y te ofrecen todo. Personas que por las calles sonríen, saludan sin conocerte y con unos valores y una capacidad de acogida que ya muchos quisieran tener. Me llevo una experiencia inolvidable, llena de buenos momentos y a la que animo a todas las personas que estén pensando en hacer un voluntariado, que no le frenen los miedos, no se lo piensen dos veces. La grata sensación de poder ayudar a gente con menos recursos que tú y además colaborar en un Proyecto de Conservación para una especie amenazada como es el chimpancé, es lo que más me satisface de esta impresionante aventura.
Rafael: Muy positivo en todos los aspectos: cultural, profesional, etcétera. Deseando volver pronto
