José Miguel Jiménez Serrano. Las primeras referencias sobre esta celebración nos llevan a los primeros años del siglo XVII , concretamente el 17 de Abril de 1605 se funda en Zalamea la Cofradía del Santo Rosario, extendiéndose su devoción por los territorios y aldeas zalameñas de la época como Riotinto, El Villar o El Madroño. En 1719, Juan Moreno de los Reyes, presbítero de la iglesia de Zalamea funda el Patronato de Nuestra Señora del Rosario cuyas reglas recogía la celebración de la eucaristía al alba acompañada de cánticos a Nuestra Señora.
A partir ya del XIX los cortejos de El Rosario se singularizan, creándose un tipo de coplas muy características, que son comunes en muchos lugares de, salvo las lógicas y oportunas variaciones en la letra y música. En estos Rosarios, una voz masculina recorre las calles precediendo al cortejo, llamando a la puerta de los que asiduamente suelen concurrir e invitando en general a todo el vecindario a dejar el lecho y reunirse para alabar a la Virgen.
La invitación se hace en forma de coplas breves al igual que los distintos Misterios que se mediten, cantadas con una melodía muy sencilla, acompañada del sonido de una esquila que marca el compás. A continuación, viene el coro, que entona los estribillos.
En la actualidad, pervive la tradición de recorrer las calles del pueblo durante las noches de sábado entonando las distintas coplas que forman el repertorio rosariano, haciendo algunas paradas en su recorrido para ser agasajados por los vecinos con dulces típicos y los no menos autóctonos licores de Zalamea. Para muchos zalameños supone un auténtico placer el poder oír en el silencio de la madrugada como se aproxima el grupo de cantores entonando coplillas como:
«Alegraos Divina Señora, / que ya he dado vueltas por todo el lugar / con la esquila llamando a los hombres / que al santo rosario vengan a rezar / Virgen Singular / Si mis voces no son suficientes / llamad, vos señora, llamad, vos, llamad, «
Una de las paradas obligatorias se realiza en un cuadro de la Virgen que se encuentra en una hornacina ubicada en la fachada de una vivienda de la calle Alameda. Según Pastor Cornejo que ha investigado el fenómeno rosariano y otras muchas tradiciones de Zalamea la Real, ha referido sobre el cuadro en cuestión que, al ser la Alameda una de las entradas y salidas al pueblo, era habitual ubicar en dichos accesos una hornacina con una imagen de un Cristo o una Virgen a la que se encomendaban los viajeros. Sobre la antigüedad del cuadro cuenta Pastor, que tras llevar una fotografía del mismo a varios expertos en el tema , no pudieron determinar de qué advocación se trataba, siendo necesaria una amplio estudio y limpieza del cuadro, pero podría tratarse de una Virgen del Buen Viaje.