Evelyn Morales / Psicóloga del Centro Kambalaya. Aún recuerdo aquellos años en los que iba al colegio. Recuerdo que para mí no suponía nada negativo, a excepción de tener que levantarme temprano. Recuerdo que allí aprendía al mismo tiempo que disfrutaba con mis compañeros. Recuerdo que hacía algunos deberes por las tardes… pero, sobre todo, de aquella época, recuerdo las tardes de juegos y risas en la plazoleta de mi barrio.
Hoy, algunos años después, trabajo con niños, niños que están en edades de colegio e instituto, niños que comentan abiertamente cómo se sienten en su día a día, tanto en clase como en casa, niños que mañana serán adultos. El escucharlos hablar de sus emociones de cansancio, estrés, agobio… cada semana en kambalaya, me hace pensar qué estamos haciendo los adultos para que esto vaya a más.
Como adultos, ¿cómo podemos sentirnos después de una jornada laboral seguida de horas de “responsabilidades” que cumplir?, ¿echamos de menos un ratito de tiempo personal, un rato de juego con nuestros niños o un rato de descanso? Yo, personalmente me siento agotada, y sí, echo de menos esos ratitos.
Imaginemos entonces cómo se puede sentir un niño o adolescente que lo que necesita es vivir, jugar, experimentar… así entenderemos la frustración que puede suponerles tener la agenda tan repleta y ocupada.
No podemos olvidarnos de la importancia que tiene el aprendizaje para los niños y adolescentes, pero tampoco podemos perder de vista que el aprendizaje abarca mucho más que las matemáticas, el lenguaje, el conocimiento del medio, etc… Fomentar la parte intelectual, tanto con las clases como con los deberes, se queda a medias si no se fomenta al mismo tiempo otras facetas como la creatividad o el juego.
Todas las personas, tanto adultos como niños, necesitamos desarrollar todas nuestras facetas para poder elegir, para poder ser más felices, y hoy en día nos estamos olvidando de ello. Cada vez más, la sociedad nos va marcando “la importancia” de ser mejores, de sacar mejores notas, de jugar en el mejor equipo, etc, sin que nos paremos a cuestionarlo, pero ¿para quién es mejor, para el niño o para los adultos que le rodean?
El niño no conseguirá ser más feliz porque tenga mejores notas ni mejor hechos los deberes, la felicidad la conseguirá cuando aprenda a elegir aquello que realmente le gusta, y para ello tendrá que fomentar tanto su parte intelectual, como experimentar, jugar, y, en definitiva, vivir.
PORQUE UN DÍA FUIMOS NIÑOS Y SENTIMOS,
PORQUE LA EDUCACIÓN ES TAN IMPORTANTE COMO LAS EMOCIONES,
PORQUE PUEDE HABER TIEMPO PARA TODO,
AYUDEMOSLE A SER FELIZ
Evelyn Morales
Psicóloga del Centro Kambalaya