RFB. Es difícil apreciar en el semblante de Carolina Marín, cuando juega un partido de Badmiton, siquiera un esbozo de sonrisa. Solo al final, cuando de costumbre resulta vencedora, podemos apreciar en su cara emociones que expresan felicidad. Antes de ello la seriedad es una constante en su rostro. Una seriedad que parece un componente del argumentario que presenta ante sus rivales, uno más de todos aquellos que la han encumbrado a lo máximo en un deporte, a lo más alto del podium mundial.
Ese cetro no es flor de un día y Carolina como sabemos lo empuña nada menos que a partir de de dos mundiales consecutivos, europeo y medalla de oro olímpico. Sin embargo, su reinado se sustenta también en la sencillez, algo verdaderamente propio de los auténticos líderes. Con solo veintitres años, Carolina nos muestra un ejemplo a seguir. Sus resultados se derivan del método, del esfuerzo, del control emocional y de una sana ambición sin límites.
La verdad es que Carolina no ha contado con un claro respaldo institucional en Huelva, al menos cuando empezaba… que es cuando se necesita. Esta evidencia, pasado el tiempo, no ha impedido dos cosas: que Carolina siga presentándose ante el mundo fiel a sus orígenes, mostrando un sentimiento onubensista autentico; y que la sociedad de Huelva, los onubenses de a pie y de sillón, hayan sentido como suyos la larga ristra de triunfos de esta maravillosa chiquilla que pateó en sus primeros años las laderas del Parque Moret.
Carolina, ya encumbrada, siempre ha estado dispuesta para atender a las instituciones y a la gente de Huelva en general. Hace dos años fue protagonista de una de las 10 Mejores Noticias del Año, certamen que este diario organiza cada año. Estuvo en la gala de entrega para recibir su reconocimiento y, como siempre, mostró una generosidad y un agradecimiento verdaderamente emocionante. Nuestra protagonista nos está acostumbrando, desde luego, a ser fuente de las mejores noticias del año.
La sonrisa de Carolina y lo que representa, generosa fuera de las pistas, es admirable y debería constituirse en un modelo para esta ciudad, para esta provincia, en la que se suele cambiar dicho gesto por el contrario, permanentemente agraviados y bloqueados por un sempiterno espíritu de mediocridad, a veces de indolencia, que oscurece la luz de las muchas virtudes que tiene esta tierra y sus gentes. La sencillez de Carolina no oculta su fuerza, su seguridad y confianza en ella misma. Todos estos valores aflorados por tan brillante onubense -ídolo mundial, no lo olvidemos-deberíamos cultivarlos en lo cotidiano y en lo extraordinario. Ello nos distanciaría del pensamiento en que nuestro sino es un tercer plano y podríamos aspirar al ‘oro olímpico’. ¿Porqué no?