A.R.E. La romería en honor a la Reina de los Ángeles, que se celebra en muy pocos días, tiene lugar cada año en una zona de Alájar conocida como Peña de Arias Montano. No es fruto de la casualidad que este terreno elevado de enorme belleza se llame así. En él residió por largas temporadas a lo largo de su vida el humanista Benito Arias, un religioso de la Orden de Santiago que llegó a tener un papel enorme y destacado en los asuntos de estado en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II.
Los textos han dejado testimonio de que se trató de un hombre bondadoso y de enorme capacidad de trabajo que, como muchos clérigos humanistas de su época, deseaba retirarse para poder dedicar su vida al estudio, siempre en contacto con la naturaleza. Y ese lugar que necesitaba su espíritu lo encontró en la Sierra de Huelva, en unas tierras que él llamaba “mi rinconcillo” y que cultivó y cuidó durante años.
De ella, Arias Montano decía en una de sus cartas:
Estancia es que por ninguna ciudad la trocaría por no haber visto en cuanto he andado en España ni aún en otras provincias, un sitio semejante a este de la Peña de Aracena, en el cual concurren muchas cosas naturales».
Pero para entender qué significaba Alájar para este hombre es necesario conocer quién fue este extremeño, nacido en Fregenal de la Sierra en 1527 y que llegó a relacionarse con las personalidades más destacadas de su tiempo, tanto dentro como fuera de España.
Aunque su familia era originaria de la Sierra de Aracena, Benito nació y se crió en Extremadura, siendo su padre notario del Santo Oficio. Ya de pequeño su viveza mental era notable, escribiendo su primer trabajo científico, centrado en la numismática, con sólo 14 años. Con 19 años, y gracias a que Gaspar Pérez de Alcocer lo acogió en su casa, pudo estudiar en Sevilla Artes y Física.
Aunque su protector falleció pronto, tuvo la fortuna de que Cristóbal Valdotano, previsor de la Diócesis de Badajoz, se hiciera cargo de su formación, lo que le permitió licenciarse años más tarde en Arte y Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares, donde también se formó en Teología. De esta etapa, cabe recordar que Arias Montano fue la primera persona que recibió la distinción de poeta laureatus que concede el centro académico madrileño, motivo por el cual su nombre figura de forma privilegiada, junto con el de Antonio de Lebrija, en la historia de esta Universidad.
Tras finalizar Teología, inició su retiro en La Peña serrana, buscando en ella evadirse del mundo y dedicarse al estudio de un sinfín de aspectos que le interesaban y que iban desde las Sagradas Escrituras a la medicina, pasando por las matemáticas, la geografía, la arqueología, la numismática, la astronomía, las leyes, la naturaleza, la escritura y un largo etcétera. Además de tener tiempo para cultivar un huerto, viñas, árboles, flores e instalar acequias y fuentes.
Ya por entonces, Benito se había convertido en un erudito que se carteaba con los más prestigiosos hombres de ciencias y de letras de toda Europa, contando con la amistad, por ejemplo, del gran Lope de Vega, que de él escribió en una ocasión:
Jamón presunto de español marrano
de la sierra famosa de Aracena,
adonde huyó del mundo Arias Montano».
Y no era para menos, pues Arias Montano se había convertido en una especie de ermitaño que, curiosamente, se comunicaba mediante toques de campana con los vecinos de la zona. Pero es que el religioso no deseaba salir de aquel lugar como él mismo explica en su obra Comentario a los doce profetas:
En cuanto llegué creí verme en un delicioso paraíso, del que salían cuatro ríos que regaban toda la tierra; o en un monte elevado desde donde con el favor de Dios, con el auxilio de las lenguas antiguas, y con cierta luz que me alumbra, me pareció ver ya algún rastro o semejanza de la gloria de Cristo, cuya hermosura me dejó tan encantado y preso que desde aquel día me propuse, libre de otros cuidados, entregarme en la soledad a la contemplación de aquella grandeza y claridad que ya descubría y consagrar mi vida entera sólo a esto”.
Pero la paz en Alájar sólo pudo encontrarla a ratos a lo largo de su vida, siendo el lugar al que siempre volvía cuando los requerimientos y obligaciones de un hombre con su saber así se lo permitían.
De este modo, en 1560 ingresó en la Orden de Santiago (se exigían para ello por entonces pruebas de que descender ni de moros ni de judíos, lo que se llamaba limpieza de sangre), siendo llamado dos años más tarde a participar en el Concilio de Trento, junto a los teólogo más importantes del mundo.
Años después, el rey Felipe II lo nombró su capellán, encomendándole posteriormente una tremenda labor, la de viajar a Flandes para elaborar la que ha pasado a la historia como la Biblia Regia o Biblia Políglota de Amberes, una redacción de las Sagradas Escrituras en cinco idiomas: griego, latín, hebreo caldeo y siriaco, un trabajo que ocupó ocho tomos y que un equipo de humanistas encabezado por el extremeño llevó a cabo en el tiempo récord de tres años y medio.
En este sentido, cabe destacar que la elección de Benito para esta ingente tarea no fue fruto de la casualidad. Al parecer, Arias Montano dominaba una decena de lenguas, antiguas y modernas, aunque algunos llegaron a asegurar que eran 13 los idiomas que controlaba.
Durante los años que pasó en Amberes, el extremeño también se ocupó de informar al monarca Felipe II de la situación política en Flandes, por entonces territorio de la corona española, influyendo en su decisión final de conceder el perdón y la amnistía a estos territorios y de sustituir en el Gobierno al Duque de Alba por Luis de Requeséns.
No es hasta 1575 que Benito regresa a España. Lo hizo después de tener que presentarse en Roma ante el Papa Gregorio XIII y convencerle de que aprobara su Biblia, en contra de la cual había hecho campaña el fraile dominico León de Castro, perseguidor también de Fray Luis de León. Éste se convirtió en la voz de los conservadores españoles, que no vieron con buenos ojos la Políglota (la consideraban poco ortodoxa), presentando el caso ante la Inquisición.
No fue la primera vez que Arias Montano tuvo problemas con el Santo Tribunal. En 1559 lo arrestaron en La Peña y encerraron en Sevilla, aunque lo soltaron en días, probablemente gracias a la protección del propio Felipe II. Pero bien es cierto que su manera de pensar y actuar y la sospecha de que era judío (cosa que jamás se probó) hicieron que la Inquisición lo tuviera en el punto de mira, hasta el término de que sus libros fueron prohibidos tras su muerte.
Otra de las grandes tareas que le fueron encomendadas al religioso de Fregenal por el rey español fue la creación y catalogación de la Real Biblioteca de El Escorial, labor que cumplió con gran rigor, regresando hasta en tres ocasiones más a lo largo de su vida al Monasterio para actualizar la clasificación y adquisición de obras, además de enseñar sus conocimientos a los monjes.
También tuvo Arias Montano otra encomienda real, más relacionada con asuntos jurídicos y de estado que bibliográficos. Y es que el monarca Felipe II le solicitó que, junto a un grupo de expertos, argumentara sus derechos legítimos al trono de Portugal tras la muerte del rey luso Sebastián I.
Sus estancias en la corte española, a pesar de que dejó de ser capellán de ‘El Prudente’ en 1584, serían constantes hasta seis años antes de su muerte en 1598, momento en que regresó a Andalucía para ocuparse, entre otros asuntos, de su obligaciones como prior del convento de Santiago de Sevilla.
Como se ha dicho anteriormente, siempre que podía Arias Montano regresaba a su refugio en la Sierra de Aracena, donde hasta el mismo Felipe II fue a visitarlo en alguna ocasión.
Escritor prolífico, La Peña le sirvió de marco e inspiración para elaborar algunas de sus numerosas obras, tanto bíblicas como poéticas y líricas. Entre los títulos que legó destacan algunos como La Paráfrasis al Cantar de los Cantares, Liber generationis et regenerationis Adam; Naturae Historia o Dictatum Christianum.
Esta última, de 1575, se trataba de un manual de vida para el hombre cristiano, un tratado espiritual de carácter divulgativo que fue utilizado como base de la formación de la Cátedra de Latinidad de Aracena, una cátedra gratuita que puso en marcha un año antes de morir. Considerado el primer centro de enseñanza secundaria de la Sierra, sobrevivió hasta finales del siglo XIX y sirvió para que muchos niños inteligentes pero sin medios económicos pudieran estudiar.
Además de embellecer La Peña y velar por el futuro de sus jóvenes, Arias Montaño también legó a Alájar su pequeño museo, un espacio de su casa en el que guardaba los objetos que coleccionaba, desde obras de arte (pinturas, grabados, esculturas, etc.), a piedras preciosas (tenía unas 250), medallas en diversos metales, monedas, minerales, porcelanas, instrumentos científicos, raíces y un sinfín de curiosidades y recuerdos. La gran variedad de elementos naturales que logró reunir dio pie a que a lo que algunos llaman el primer museo natural de España, el museolum.
Coleccionista nato, poseedor de una infinita curiosidad y de gran ansia por ahondar en todos los saberes del mundo (pensaba que todos los conocimientos están conectados y que se punto de confluencia era la Biblia), Benito Arias Montano fue plenamente un hombre del Renacimiento. Un religioso que, a pesar de comer sólo una vez al día y dormir sobre tablas, se codeó con los más altos mandatarios e intelectuales de su época. Pero eso no le importaba, pues su único anhelo era pasar el mayor tiempo posible en su ansiada Peña (llegó hasta a rechazar el cargo de obispo), en su “rinconcito”, un pedazo de tierra en el que el humanista encontró su cielo.
3 comentarios en «Benito Arias Montano, el hombre de confianza de Felipe II que buscaba la paz en Alájar»
El patrimonio natural e histórico de la Peña de Arias Montano es singular, en la Provincia de Huelva. Recuperar el pensamiento de Benito Arias Montano ha sido una gran labor realizada por la indicación de personas sabias como Carlos Sánchez Rodríguez (de Aracena, pero descendiente de Fregenal de la Sierra), el sacerdote Melquiades Andrés (vallisoletano conocedor del DICTATUM) y Octavio Uña Juárez (en tiempos vinculado a la Biblioteca de El Escorial). Sus indicaciones se tuvieron en cuenta en el Consejo Social de la Universidad de Huelva y, gracias al impulso de dicha institución universitaria, algunos filólogos especialistas se esforzaron en acometer el trabajo de traducción de sus obras que dormían en latín, desde los tiempos en que se encarceló a Fray Luis de León por parte de la Inquisición Española.
Un gran humanista, Morocho, que vino a la Peña de Arias Montano desde León, y que ya ha fallecido, nos dijo, conversando, que la Peña de Arias Montano podría ser uno de los mejores observatorios astrológicos de España.
Fidencio Montano 12 mayo de 2022 , me qude muy sorprendido con la biografia de este gran hombre , buscando mis antepasados , la historia de la familia MONTANO me llevo hasta italia, Espana y me sorprendio encontrar esta inf. estare buscando si tengo alguna relacion con las familias de Italia y Espana . mi antepasados llegaron a Mexico en los anos 1720′