Antonio José Martínez Navarro. La siguiente viñeta viene ocurriendo a lo largo de las últimas décadas y se volverá a celebrar, D. m., a las cuatro y media de la tarde del próximo domingo:
El sol daba de plano sobre la ría En las aguas azules-verduzcas se observan los fuera-borda, lindos y frágiles como el barquito de papel que cantara el poeta León Felipe, alineados, inclinándose hasta casi tocar el fondo del mar con las banderas de sus palos mayores. Un poco más cerca aparece un barco empavesado, acompañados de otros más pequeños, que añade la nota solemne entre aquellas embarcaciones de recreo.
Verdaderamente, desde el embarcadero del puerto de El Rompido, a la derecha, al fondo y bajo la fogata del sol de julio, el bello pueblo pesquero parece una ciudad encantada de Liliput. A la izquierda, una atalaya de piedras, un pequeño y utilitario embarcadero y, en un plano más alejado de las rompientes olas, las presencias simpáticas y benefactoras de los faros, el más pequeño surgido, como por arte de birlibirloque, de las piedras de un edificio defensivo que existía en este punto. Todo lo descrito convierte a El Rompido en uno de los pueblos más bonito y marinero de la costa sureña española.
Suena un cohete. La señal de partida. Las numerosas embarcaciones, bajo el estrepitoso sonar de bocinas y fuegos de artificio, enfilan la salida de la ría como una bandada de aves marinas que volasen a ras de agua. En una de ellas, en la mayor, en la empavesada o festera, va la Patrona de la población, la Reina de los Mares, Nuestra Señora Amadísima la Virgen del Carmen.
Las naves hunden las proas, y sobre sus cubiertas salta rota la ría, convertida en espuma. El pueblo, ya muy lejos, contempla la emotiva ceremonia religiosa tumbado al abrigo de su paseo marítimo, que fulgura al sol con sus chalets aristocráticos.
Al llegar la marinera procesión a Agua del Pino el barco de la Virgen se sitúa en el centro del río y los barcos van ofreciéndole las flores dando vuelta a su alrededor. Las naves giran con parsimonia, pero con tal perfección que todos sus patrones demuestran su sapiencia de gente de mar. Cuando finaliza esta gentil pleitesía a la Augusta Dama del Mar, el barco de la Excelsa Dama describe una curva para avanzar majestuoso, con la mayor y la escandalosa y los foques hinchados, volando sobre el mar.
El desembarco de la bella y sagrada efigie se realiza entre gritos de fe, grave rumor de las olas al estrellarse contra lar socas y el runflar constante de los barcos que La escoltan. Pronto estará en su iglesia, donde seguirá recibiendo la veneración de los habitantes de El Rompido y pueblos cercanos que durante todo el año disfrutan del bello pueblo y de los foráneos que cada año gozamos con gran fidelidad de su hospitalidad y de la belleza incomparable de tan singular pueblo.