Ana Rodríguez. Juan Ignacio Gómez Redondo acaba de finalizar un periodo de prácticas en el Ayuntamiento de Huelva. Para él ha sido una gran experiencia el pasar estos tres últimos meses ayudando a las personas que se acercaban hasta el Consistorio de la capital para hacer alguna gestión, pues a este joven de Cartaya de 26 años le apasionan las relaciones sociales y se le da muy bien el trato con el público.
Y es que, a pesar de tener Síndrome de Down, Juan Ignacio es un chico muy normal, que se entrega a aquello que le motiva y que persigue, como cualquiera de su edad, tener un empleo en el que sentirse a gusto y realizado.
Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. Ha supuesto mucho esfuerzo, el del cartayero y el de sus familiares, que han apoyado mucho a Juan Ignacio y lo han empujado e incentivado para que ‘diera de sí’ al máximo, ya que confiaban en sus capacidades y en su potencial para desarrollarlas.
«El camino ha sido duro y complicado», confiesa su padre, también de nombre Juan Ignacio. Cuando nació su hijo asegura que no tenía ni idea de lo que era el Síndrome de Down ni sabían dónde podían llevarlo, ya que en Cartaya no existían centros especializados. Su primer punto de referencia fue Aspandle (Asociación de padres de niños y adultos con discapacidad de Lepe), asociación a la que acudieron cuando el joven contaba sólo con unos meses de edad. Luego, Juan Ignacio padre, junto a los progenitores de otros niños cartayeros con diferentes discapacidades, impulsaron el nacimiento de una entidad parecida en Cartaya, de la que el onubense fue asiduo durante mucho tiempo.
El joven estudió normalmente Primaria en su localidad natal, aunque ya cuando tuvo edad para entrar en el instituto lo derivaron a la modalidad de Educación Especial.
Para entender cómo fueron sus siguientes años hay que saber que Juan Ignacio vivió siendo aún niño una etapa muy difícil, pues tuvo que afrontar, junto a su padre y su hermana mayor, el fallecimiento de su madre.
Pero el tiempo no sólo cura heridas, sino que también coloca en el camino a nuevas personas que nos ayudan a avanzar. Así, llegó a la casa del cartayero Ana Martín, la nueva pareja de su padre, que venía acompañada de sus dos nuevos ‘hermanos’, uno de ellos, Guillermo, de edad muy similar a la de Juan Ignacio, sólo un año mayor. El encaje de las dos familias fue «algo natural, todo fue muy bien desde el principio», recuerda Ana, lo que permitió que pronto empezaran a actuar con unidad y a preocuparse los unos por los otros.
En este sentido, a Martín le inquietaba el futuro de Juan Ignacio, pues consideraba que había tocado ‘techo’ en el centro de Educación Especial y creía conveniente intentar que aprendiera algo más dentro de sus posibilidades. «Hablé con su profesora de entonces y ella me amplió las miras. Me dijo que donde estaba no podían hacer más», explica Ana, así que estuvieron indagando y decidieron apuntarlo a una escuela de inserción laboral básica en Lepe, donde aprendería, entre otras materias, jardinería y técnicas agrícolas.
Para llegar a la localidad vecina, Juan Ignacio tenía que coger el autobús, al menos para regresar, un aspecto que dio mucho que hablar al principio en el seno familiar. «Había sido un niño muy protegido y mi intención era aumentar su autonomía. Tiene sus habilidades sociales muy desarrolladas y es muy espabilado, se orienta bien. Lo hablamos y, al final, vimos conveniente llevarlo a Lepe y ver cómo se desenvolvía por sus propios medios», apunta Martín.
Como era de esperar, Juan Ignacio no tuvo problema con los autobuses, más bien al contrario, la nueva formación y el tener que valerse por sí mismo en ciertas aspectos fueron potenciando su autonomía. A la par, en casa le fueron asignando y ampliando tareas para que aprendiera a contribuir con su trabajo a las labores del hogar. Por ejemplo, lavar los platos, hacer su cama o hacer recados, como ir a la carnicería o a la pescadería, esto última con una clara intencionalidad, mejorar sus matemáticas y que aprendiera a manejar el euro.
Durante cuatro años Juan Ignacio estuvo acudiendo al centro lepero y, al terminar su formación, su familia lo apuntó, a través de la Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual (Feaps) a dos talleres, uno de habilidades sociales, que se le dio de maravilla, y otro de inserción laboral básica.
Finalmente, el pasado año recaló en Cruz Roja Huelva, donde trabajó como voluntario por las mañanas, teniendo que desplazarse para ello desde Cartaya a la capital y poniendo de nuevo de manifiesto que sabía cuidarse solo. También estuvo un par de veranos haciendo prácticas como reponedor en un centro comercial de Cartaya, hasta que, a través de una compañera de trabajo, Ana conoció la existencia de la asociación Aones Down Huelva, una entidad que, afirma, «ha cambiado su vida y la nuestra».
Y es que en el marco de esta organización, el joven cartayero no sólo ha podido realizar talleres que le ayudan, como él mismo dice, «a no estar aburrido», también ha podido relacionarse con otras personas que tienen Síndrome de Down, con las que compartir sus experiencias. De hecho, Juan Ignacio asegura que le gusta acudir a Aones, y que sus compañeros son muy buenos con él. En la asociación está, asimismo, su psicóloga y lo están ayudando a desarrollar aún más su autonomía.
De hecho, ha sido gracias a esta entidad y al convenio que tiene suscrito con el Ayuntamiento de Huelva, que el cartayero ha podido realizar, junto a dos compañeros más, las citadas prácticas en el Consistorio onubense. Durante este periodo, Juan Ignacio ha llevado a cabo, siempre bajo la supervisión de un tutor, las labores propias de un ordenanza. Sus tareas han consistido, según él mismo comenta, en «ayudar a los demás, llevar papeles, organizar el salón de plenos, las sillas para bodas civiles, atención al público, etc.» Un trabajo con el que ha quedado encantado y que, a criterio de su padre, le viene como anillo al dedo pues implica relacionarse con otras personas, hablar con gente, atenderla, hacer recados… ocupaciones que para el joven son un regalo más que una obligación.
Y es que Juan Ignacio es «muy cariñoso y sociable. Conoce a todo el mundo, habla con todos, por la calle se para con gente que no he visto en mi vida», afirma su padre. Además, está acostumbrado a salir con los amigos de su hermana y también de Guillermo, el hijo menor de Ana, con los que se va a tomar café o de fiesta, incluso al Rocío, ya que el cartayero es muy rociero y le gusta el jaleo de la aldea.
Dado que se le da tan bien relacionarse con la gente, Juan Ignacio padre espera que pueda encontrar un trabajo en el que seguir desarrollando sus habilidades sociales, esas que le han permitido también mejorar su vocabulario ampliamente. Así pues, considera que su hijo ha culminado con éxito su etapa de preparación y formación orientada a valerse por sí mismo fuera de casa y a reducir su dependencia, siendo el siguiente paso insertarse en el mundo laboral con la mayor naturalidad.
Pero el joven no puede esperar en casa a que le surja una oportunidad, por eso ahora que ya ha terminado sus prácticas está echando una mano a su padre en la cooperativa agrícola en la que éste trabaja, evitando así que pare su actividad. Además está pendiente de solicitar en septiembre la inscripción para otro programa municipal de empleo.
«Tenemos la esperanza de que encuentre algo. Nos han dicho que se ha portado muy bien en el Ayuntamiento, que lo ha hecho muy bien y todos hablan estupendamente de él. Tener un empleo así le vendría genial, porque él se levanta, se viste, se va, está pendiente de sus cosas, de coger el autobús…» explica Juan Ignacio padre.
Un deseo que su hijo comparte, ya que supone para él un gran aliciente. Así, Juan Ignacio es un ejemplo de esfuerzo y constancia, un chaval que sólo quiere demostrar que es capaz de hacer una gran labor si le dan la oportunidad. Una referencia para muchos jóvenes que se siguen superando cada día para demostrar a la sociedad que las habilidades son cuestión de personas.
5 comentarios en «El cartayero Juan Ignacio Gómez, un joven con Síndrome de Down que se realiza a través de las relaciones sociales»
Hola. Soy JUAN ANTONIO REDONDO NOVAL, tío de Juan Ignacio.
Tras leer este artículo me gustaría, en primer lugar felicitar a mi sobrino Juan Ignacio por ser como es y por ir consiguiendo superar todos los retos que la vida le va poniendo por delante. Sin embargo, por otro lado, no he podido evitar sentirme molesto; y me siento molesto, al igual que el resto de mis hermanos y cuñadas, porque se ha obviado en él a la persona más importante en la vida de Juan: SU MADRE.
Es de justicia reconocer su labor. Su lucha incesante por que el niño se convirtiera de mayor en una persona autónoma es reconocida por todos los cartayeros. Tuvo poco tiempo, tan solo 14 años, pero que dieron para mucho.
Fue ella, mi hermana, junto con otros padres que se hallaban en una situación similar, la impulsora de la creación en Cartaya de un Centro (ASPANDICAR) para la Atención Primaria de estos niños. Centro que en la actualidad sigue realizando una labor encomiable. Recuerdo como día tras día, con el niño en la mochila tenía que coger el autobús para desplazarse al Centro que había en Lepe. Un día tras otro los ejercicios y la rutina se repetían para que el niño fuera desarrollándose de la forma más óptima posible. Cada logro era una satisfacción y cada satisfacción era un estímulo para seguir trabajando con él. Como su madre nos decía muchas veces: “hoy el niño se ha dado la vuelta”, “ya hemos conseguido que no saque la lengua”, “ya va al colegio solo” ….
No pretendo para nada menospreciar la labor de su padre y de su actual compañera en los últimos años pero todos sabemos de la importancia de la Atención Primaria en niños de estas características, desde el momento del nacimiento, en su posterior desarrollo etc. Sin esa atención Juan Ignacio no se habría convertido en un chico educado, afable, cariñoso y con unos valores que muchos adultos quisieran para sí. Así era Juan Ignacio cuando, con 15 años, llegó Ana Martín, a la que agradecemos su trabajo, a su vida. Jamás fue un niño protegido, sino todo lo contrario.
Nos hubiera gustado que en este artículo se les hubiera dado el lugar que corresponde a su a su hermana Ana y a su MADRE Ana Mª Redondo Noval, que desde donde quiera que esté estará orgullosa de su hijo igual que lo estamos todos.
Terminaré este comentario con una frase que mi sobrino Juan Ignacio suele decir: “Tito lo que yo soy hoy, se lo debo a mi madre que supo educarme muy bien”. Gracias
Si hay dos sentimientos que me afloran al leer este artículo, esos son alegría, mucha alegría y tristeza, mucha tristeza. Alegría al ver como se reconocen los méritos que tiene Juan Ignacio. Los que lo conocemos, ya sabemos como eres pero es de justicia que los sepan los demás. Por tanto mucha alegría y al igual que mi primo Juan, te felicito desde estos comentarios. Enhorabuena sobrino. Me siento orgulloso de ti. Pero tengo que decir que la tristeza me llena, la tristeza y la injusticia. La vida de Juan Ignacio está abocada a un nombre de mujer, ANA. Hay una Ana que te llego a los 15 años, que agradezco todo lo que hace por ti, pero no nos olvidemos que hay una Ana que fue pasado desgraciadamente, pero que al verte para mi siempre esta presente. Mi prima Ana, su madre, ha sido sin riesgo a equivocarme la persona clave en que Juan Ignacio sea como es ahora. Un inciso, de todo menos protegido. Su afán era que fuera como uno mas en todo y bien que lo consiguió. Por tanto es injusto que no se le de el sitio que le corresponde en este artículo, de ahí que nos veamos en la obligación de ponerlo en conocimiento de todos. Pero su madre se fue y le dejo el legado a su hermana, también ANA, que ha sido una madre para el. Y a ti ANA quiero rendirte otro homenaje y darte el sitio que te mereces, sitio que tampoco se le da desde el artículo, salvo algunas fotos.
Termino mis palabras como las empecé con alegría y tristeza. Muchas gracias.
Quiero apoyar totalmente el comentario que hace Juan Antonio Redondo sobre la realidad de Juan Ignacio, fue Ana Maria Redondo quien, con su perseverancia, su lucha incansable, el amor por su hijo quien posibilitó lo que hoy es Juan Ignacio. Fue ella la que , junto a otros padres , hizo posible la creación de ASPANDCAR, lugar en el que fue atendido durante gran parte de su vida, la psicóloga que ahi trabaja asi lo puede atestiguar. Es de justicia reconocer la labor que Ana Maria, madre de Juan Ignacio, realizó y asi creo que debo decirlo.
Enhorabuena Juan, tu triunfo es el triunfo de muchos;de los que estuvimos;de los que están;de los que estaran;pero sobre todo de ti,de tu empeño y esfuerzo en superarte. No ha sido fácil llegar a donde estás. Desde pequeñito ya se veía ese»talante» que te hacía diferente;tu afán por aprender,a veces a regañadientes,tu amor propio,tu capacidad de saber estar y comunicarte…de ese «don» que te hacía especial.
Tu vida dió un giro cuando tu madre Ana nos dejó. Ella fue muchas cosas, pero sobre todo LUCHADORA; luchadora incansable por y para ti, al igual que tu padre.Para él, no tuvo que ser fácil continuar la labor de tu madre.Pero tu «super hermana»estaba ahí con tu padre. Siempre, desde chiquitita ha estado a tu lado.
Después han llegado a tu vida personas muy importantes, Ana y sus hijos, que se unieron a vuestras vidas y han aportado su esfuerzo y trabajo para continuar realizando la labor que tu madre había emprendido.
Aún me acuerdo cuando,a veces con pereza,acudías a las sesiones que teníamos en ASPANDICAR y me decías…» ofú no me sale;ufff no tengo ganas, estoy cansao…»pero te sobreponías y me decías: » tengo que hacerlo, es lo que mi madre quería y lo voy a hacer por ELLA». ¿Te acuerdas?. !!!Sigue así!!. Te quiero
Todo el mundo que lo conocemos estamos orgullosos de Juan Ignacio, sin duda los deseos de su madre se han cumplido,de muy pequeñito involucro a toda la familia y tenia clarisimo que queria para su hijo Integracion en la Sociedad y que fuera autonomo,ah, supongo que habra do al resumir el articulo que no se dice nada de ASPANDICAR (Asociacion de padres de niños y mayores discapacitados de Cartaya) donde Juan paso toda su infancia recibiendo el apoyo de su Psicologa Encarnacion Valverde,en el C.A.I.T que tiene en Cartaya los Servicios Sociales del
Ayuntamiento, que tambien promovio su Madre Ana Mari Redondo, y que hace ya 25 años que existe la Asociacion.
JUAN iGNACIO UN ORGULLO Y EJEMPLO PARA TODOS.
Un besote fuerte