Rosa Mora. Diplomada en Fisioterapia por la Universidad Alfonso X El Sabio de Madrid, la onubense Cristina Pedraza tuvo su primer contacto laboral con la profesión antes incluso de terminar sus estudios universitarios. De esta forma, nos cuenta que en el verano de 2005 comenzó a trabajar en un spa.
Meses más tarde, en enero de 2006, llegaría su primer empleo, contando ya con el título de fisioterapia. “Me ofrecieron la oportunidad dos jóvenes emprendedoras, una onubense y otra sevillana, que tenían su clínica en Lepe. Con ellas empecé a amar mi profesión y pasé momentos inolvidables, aprendí muchísimo sobre la fisioterapia, y también sobre la vida, puesto que siempre te llevas algo de cada paciente, y ellos de ti”, nos explica la joven natural de Cartaya.
Más adelante, y adentrándose en otro de los campos que oferta esta rica rama sanitaria, Cristina se centró en la geriatría. «Estuve cinco maravillosos años en la residencia de Ayamonte”, cuenta la onubense.
La decisión de dar un giro a su carrera y embarcarse en su aventura francesa llegó tras el verano de 2013. Según nos explica Cristina, las precarias condiciones laborales que le ofrecían en nuestro país –concretamente en Sevilla, ciudad en la que centró su búsqueda de empleo- la animaron a arriesgarse a probar suerte en el país vecino.
Por el momento, Cristina se confiesa muy feliz en Francia. Asimismo, afirma orgullosa que siempre ha contado con el apoyo de su familia, al tiempo que confirma que esta experiencia en el extranjero le está haciendo crecer profesional y personalmente.
Huelva Buenas Noticias ha conversado con Cristina.
– ¿En qué momento y por qué decidiste trasladarte a Francia a trabajar?
– Decidí venirme como consecuencia de la precaridad laboral que hay en España en la fisioterapia, al igual que en otros campos, claro. Después de hacer muchas formaciones en España, me veía siempre anclada en el mismo tipo de trabajo. Debido a la privatización de la fisioterapia y el mal acceso en la sanidad pública, el fisioterapeuta queda relegado a clínicas privadas y residencias de ancianos donde el sueldo suele rondar los 1.000 euros.
– Cuéntanos, ¿Dónde trabajas actualmente?
– Actualmente trabajo por mi cuenta, soy mi propia jefa. Personas que ya tienen una clínica te contratan y tú les pagas una parte de tus pacientes por el alquiler del local, agua, luz y demás gastos. Se trata de algo parecido al autónomo en España, pero diferente.
– Antes de llegar a Béziers has vivido en otras ciudades, ¿Cómo fueron estas experiencias?
– Mi primer aterrizaje aquí fue en Cauterets, un pequeño pueblo cerca del País Vasco español y de la ciudad de Lourdes. Allí viví mis primeras experiencias con el francés y con este país. Comencé a trabajar en unas termas -como un balneario, donde los franceses no quieren venir a trabajar- así que te encuentras sólo a españoles. La razón por la que los franceses no desean estar empleados aquí es por el trabajo consiste solo en masajes y el sueldo malo. Para nosotros -los españoles-, sin embargo, el trabajo es como en España y ganamos el doble, además contamos con el transporte y el alojamiento pagado, de esta forma, para empezar y hacerte con el idioma es de las mejores sitios. En diciembre de 2013 empecé a trabajar en un pueblo de la costa azul francesa, Hyères. Allí el trabajo cambió, estuve en un centro de reeducation, donde los pacientes asisten para recuperarse de una enfermedad crónica o cosas agudas como una fractura. Los pacientes pasan allí unos meses mientras se recuperan recuperado. Me ofrecieron un puesto en Neurología y lo acepté, pero con mi poco nivel de francés, he de decir que fue muy duro y tuve que ponerme con el idioma a fondo.
– ¿Dominabas el idioma antes de llegar?
– Cuando llegué aquí venía de hacer un curso intensivo durante el mes de agosto en Sevilla, pero la llegada no fue lo que yo pensaba. No es lo mismo hacer un curso, que venir al país. El acento en el sur no es el mismo, las expresiones… muy difíciles. Sabía decir bonjour y poco más. Al principio fue muy duro, en Cauterets al estar solo con españoles las cosas eran más fáciles, lo peor vino después.
– ¿Estaba en tus planes trabajar fuera de España?
– Cuando terminé mis estudios, la moda era Italia. Después ese país entró en crisis algo antes que en España y muchos fisioterapeutas empezaron a venirse a Francia por las oportunidades de trabajo que hay aquí. En Francia hacer fisioterapia es muy duro.
– Y volviendo a Béziers , ¿es una ciudad agradable para vivir?
– Béziers está muy bien, tiene 50.000 habitantes, ni grande ni pequeña, todo a la mano. Montpellier está a 45 minutos y la frontera, a una hora. Así que cuando echo de menos mis cosas, bajamos a tomarnos unas tapas a Figueras.
– ¿Algún rincón favorito?
– Mis lugares favoritos de Béziers son la catedral, sus vistas desde allí y el Canal de Midi, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
– ¿Cómo es tu día a día?
– Trabajo en una clínica. Por las mañanas hago solo domicilios, nos trasladamos a casa de las personas mayores o de personas que, por motivos diferentes, no puedan trasladarse a la clínica. El transporte está pagado por la Seguridad Social. Y por las tardes trabajo en mi consultorio. En enero de este año he cambiado de cabinet y ahora me dedico casi todo el tiempo a tratamiento del cáncer de mama y al tratamiento del suelo pélvico en mujeres, hombres y niños con incontinencia urinaria y anal.
Hacía mucho tiempo que quería dedicarme a este campo de la fisioterapia y dejar lo temidos masajes que tanto odio. Si algún fisioterapeuta me lee sabe de lo que hablo. En España todo el mundo creo que el fisioterapeuta es masajista, y nuestra formación académica va mucho más allá. Este país me ha dado la oportunidad de trabajar de verdad y descubrir muchas cosas de la fisioterapia que en España nunca hubiera hecho. Queda mucho, por desgracia en nuestro país, la fisioterapia debe estar en atención temprana, tanto en casos agudos como en enfermedades crónicas y que el sistema de sanidad público lo apoye. La fisioterapia no salva vidas, pero hace la vida más fácil, aprendiendo a vivir al paciente con su enfermedad.
– ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de la vida en Francia?
– [Ríe]Los croissants, lo rico que están. La verdad es que me he adaptado muy bien a la vida aquí. Ellos son más serios que nosotros, sobre todo que los andaluces, pero de vez en cuando te encuentras con algunos ‘salaos’ también. Y sobre todo, lo que más me ha llamado la atención es la cantidad de españoles que estamos en el extranjero. Vas a hacer la compra y escuchas español, estás en un bar e igual. Estamos por todas partes y nos buscamos siempre intentando encontrar algo de España desde este exilio. También, como vivo en el sur, veo apellidos españoles por todos lados de los primeros exiliados por la guerra, hijos, hermanos, nietos de esos exiliados. Tengo muchos pacientes españoles que no tuvieron más remedio que marcharse de esa España en aquellos años…
– ¿Algún aspecto al que te haya sido complicado adaptarte?
– Creo que lo más complicado ha sido el idioma, el francés es muy difícil si no pronuncias correctamente.
– ¿Qué valoras de forma más positiva tu experiencia en Francia?
– A nivel profesional me ha aportado mucho a mi carrera, y a nivel personal, estando lejos y sola aprendes mucho y sobre todo a valorar cosas que antes no valoraba. Por supuesto, echo de menos muchas cosas pero no cambio mi vida aquí por nada ahora mismo.
– Y tu familia, ¿qué pensó cuando tomaste la decisión de marcharte?
– Mi familia me ha apoyado siempre en todo. Mis padres son maravillos, fueron los primeros que hicieron la maleta y me acompañaron por toda España hasta mi primer destino. Aún recuerdo la cara de mi madre cuando tenía que irse, o de mi padre en el aeropuerto de Orly en nuestra segunda aventura. Los muchos kilómetros en coche juntos para acompañarme y que no me sintiera tan sola… He aprendido muchas cosas, he reído, llorado, echado de menos y de más, porque a veces te toca relacionarte con personas aquí que sabe que en España no sería nunca tu amigo, supervivencia ni más ni menos. Y lo más duro es darte cuenta de quea algunas personas le pueden los kilómetros y, lo mejor, que con otras te acercan aún más. Como digo, aprendes a valorar muchas cosas.
– ¿Qué echas más de menos?
– A mi familia sin duda, pero gracias a Whatssap, Skype y todas las redes sociales ahora mismo es muy fácil. En algunos momentos difíciles me gustaría dar un salto y estar sentada en la cocina de mi casa, darle un abrazo fuerte a mi madre o plantarme en El Rompido tomando un café con alguna amiga. Pero bueno como digo las personas que quiero siempre están ahí cuando las necesito de una forma u otra.
– ¿Está en tus planes volver a Huelva?
-De momento no, no me veo viviendo en Huelva, la verdad. Quizás Sevilla, Barcelona, ciudades que puedan darme más oportunidades laborales. En Barcelona las cosas están mejor para la fisioterapia. Por desgracia en Huelva no, ya me gustaría pero las cosas no van a cambiar a corto plazo.Queda todavía mucho trabajo.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones a corto plazo?
– Seguir formándome en suelo pélvico mejorando mi nivel para dar el mejor servicio a mis pacientes y seguir aquí por la zona. Quizás Montpellier en un futuro, por motivos personales.
– ¿Qué mensaje mandarías a los onubenses?
– Les diría que le miedo es el que paraliza los sueños y que viviendo en el círculo de comodidad las cosas parecen más fáciles pero no más felices. La felicidad a veces cuesta pero Creer es crear.