José Luis Rúa. En esta ocasión, quizás fue una aventura demasiado arriesgada. Colocar los caballetes en los espacios más bellos, pero tener los tubos de pintura sometidos a la inmensidad del calor, no era una decisión muy acertada. Por esa razón, los más avispados, buscaron el cobijo de las muchas sombras que ofrecía el entorno. Incluso las viejas paredes de la noria o de la alberca, eran refugio de alguno de ellos. Pero la ausencia de los sonidos del agua, de las cascadas improvisadas o de las acequias portadoras de frescor, fueron las culpables de algunas deserciones cuando el calor se mostró más agresivo.
Algunos de los pintores echaron en falta esos puntos de sombra, o esos sonidos de agua, incluso de ese posicionamiento en el interior de algún patio lleno de bajas temperaturas y generosos refugios. Pero la hospitalidad y simpatía de Gema Cayuela, organizadora del encuentro y propietaria de ese espacio idílico de Ayamonte, conocido como el Huerto de los Naranjos, compensó muchas situaciones.
De nuevo volvieron a encontrarse los pintores de Ayamonte en una partida rápida de pintura al aire libre, en esta ocasión en plena naturaleza. Sus restos de acequias para el riego de algunos siglos atrás, las construcciones para extraer el agua, almacenarla o transportarla identificadas con años que ni tan siquiera podemos buscar en alguna fotografía, hacen del mismo, un lugar idóneo para provocar la pincelada más atrevida o la más suelta, el concepto más impresionista o el más hiperrealista. Un paraje capaz de enamorar a artistas y a los acompañantes enamorados.
De nuevo, tuvimos la oportunidad de ver la soltura y maestría de Emilio Borrego, Juan Galán o Pepe Garcés. De las pinceladas generosas de las componentes del taller de pintura “El rellano”, Fátima Concepción, Gema Cayuela, Mari Bella Mateos, Ela Borrego o Rosa Gómez y Rosa Cabalga. Y vimos por igual a los componentes del taller de pintura “La Escalera”, con Ángel Cabel y Emilio Borrego hijo. Y allí debajo de una higuera, Pepe Lazo y su mujer Pilar Humada, localizando los detalles de una encrucijada de árboles y columnas.
Una nueva jornada ilusionante que invita a ser testigo de la misma. Que provoca nuevos encuentros y que pone el punto y final en una comida de viejos amigos y compañeros de siempre, donde el frescor del sitio y de las bebidas hace borrar las imágenes de un desierto que no existe por estos lugares. La próxima cita a buen seguro que entrando el otoño y en el Patio dela Jabonería. Hablamos.