Mari Paz Díaz. Los gustos y las modas han ido cambiando a lo largo de la historia. Lo que nos resulta interesante hoy en día podría horrorizar en el mundo romano o al hombre del medievo. Si no, tan sólo tenemos que intentar imaginarnos a las modelos de Rubens, a las que les sería muy difícil pasar por una pasarela del siglo XXI. Y, como todo, las prioridades del ser humano también han sido diferentes en cada etapa histórica. Por ejemplo, podríamos fijarnos en el hombre del Renacimiento, cuando el prototipo estaba a la altura de personajes como Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, capaz de destacar en todo aquello que se propusieran, en mil y una facetas diferentes. Parece que, en la actualidad, donde todo avanza hacia la especialización, no está muy de moda ser un hombre -o mujer- del Renacimiento. Todo lo contrario. Pero, a pesar de ello, hay personas que siguen sorprendiéndonos por su capacidad multidisciplinar, para el regocijo de muchos y la envidia de unos pocos.
Hoy hemos querido traer a este periódico a uno de esos ejemplos por su contribución al bienestar de muchos onubenses, tanto por su profesión como por su profunda vocación humanística. Se trata del médico, ensayista y poeta Ernesto Feria Jaldón (1922-1993), considerado uno los intelectuales onubenses más peculiares del siglo XX y cuya biografía ha sido estudiada por el Doctor en Historia y profesor de la Universidad de Huelva, Pedro Feria, que ha querido poner de manifiesto su trayectoria en un artículo publicado en la revista Andalucía en la Historia, titulado ‘Ernesto Feria Jaldón, el saber insular’. Un artículo que forma parte de una investigación mucho más amplia, que espera ver la luz muy pronto en forma de libro.
“El motivo de realizar este estudio se debió a que me fascinaba la figura de Ernesto Feria –con el que, a pesar de mi apellido, no me une ningún lazo familiar. Una personalidad que, aunque vivió siempre Huelva, no cayó en la tentación de hacer una cultura provinciana, que era lo habitual en la época, sino todo lo contrario. Su perfil es el de una persona cosmopolita, un intelectual enfocado en lo universal. Y eso tiene mucho mérito porque, salvo cuando estuvo estudiando en Madrid y Granada, luego, el resto de su vida, estuvo viviendo en un pueblo pequeño de la provincia de Huelva, en un momento en el que no había internet y en el que el país estaba inmerso en una dictadura que fomentaba el folclore y el saber provinciano”, comenta Pedro Feria.
Siendo así, Feria Jaldón está considerado como uno de los pioneros del aperturismo que se empieza a vislumbrar en la ciudad de Huelva a partir de los años sesenta, preparando a la provincia para lo que años después sería la Transición Democrática.
Su historia vital se inicia en Villanueva de los Castillejos, donde nació el 17 de febrero de 1922 en el seno de una familia burguesa y católica. Tras asistir a la escuela del pueblo, en 1935 comenzó el Bachillerato en el Instituto Rábida de Huelva. Una época en la que entabló amistad con el periodista onubense Víctor Márquez Reviriego y el poeta de Rociana Odón Betanzos Palacios. Tras un paréntesis a causa de la Guerra Civil, en 1942 se marchó a Granada para estudiar Medicina, si bien, dos años después, en 1944, decide continuar y terminar la carrera en Madrid. Fue en este ambiente madrileño, y a través de profesores como Carlos Jiménez Díaz, donde comienza a interesarse por los temas intelectuales.
Una vez finalizada la carrera, Feria se vio obligado a regresar a Huelva por motivos económicos y familiares, consiguiendo en 1954, tras unas oposiciones, plaza en Gibraleón, donde estaría veintidós años. Una etapa que en la que forjó su verdadera personalidad, en gran parte debido a las duras condiciones laborales a las que tuvo que enfrentarse, puesto que, como recoge Pedro Feria, eran “sólo dos médicos en el pueblo, medios materiales precarios y sin servicio de urgencias (por lo que nunca podía ausentarse del pueblo por si sucedía una desgracia), se sentía un “esclavo de su trabajo”.
A estas circunstancias se unía la situación de pobreza de la población española en la época de la posguerra, una cuestión sobre la que este médico siempre fue muy sensible, tanto que “incluso se replanteó su educación y pensó en investigar el porqué del sufrimiento humano, dedicándose entonces a leer mucho a los grandes filósofos y psicólogos”, concreta el autor de su biografía.
Fue de este modo como comienza a profesar un profundo humanismo, rebelándose contra la hipocresía moral y la falsa caridad, naciendo en él una conciencia social cercana al marxismo, al menos en el plano teórico, interesándose por las obras de Marx, pero también de Sartre y su existencialismo, así como por Kafka, Nietzsche, Kierkegaard o Freud, entre otros. Y es que era un lector empedernido.
Ese afán por la lectura fue la base de su faceta como escritor, pero no sólo de ensayo, sino también de poesía, estando especialmente interesado por la obra de Baudelaire. En este aspecto, fue fundamental la labor de Víctor Márquez Reviriego, que, en 1963, siendo redactor del diario Odiel, le convence para que comience a colaborar en el periódico realizando una crítica de libros de filosofía. Posteriormente también empezó a escribir en la revista Mensaje, fundada por Odón Betanzos, ya establecido en Nueva York.
Fue así como fue haciéndose un hueco en el mundo cultural onubense. Por ejemplo, entre 1968 y 1970, fue presidente del Ateneo de Huelva, una institución que fue recuperada por varios intelectuales onubenses dos años antes, después de que desapareciera durante la Guerra Civil. Al frente del Ateneo, Ernesto Feria organizó numerosos actos y exposiciones, algunos del desagrado del Régimen, llegando incluso a recibir amenazas de ir a la cárcel.
Como médico, en 1975 decide dar un giro a su vida y, tras dos décadas en Gibraleón, solicita su traslado a Antequera, localidad que sí poseía un servicio de Urgencias, con lo que disponía de más tiempo. Allí estuvo dos años en los que pudo terminar su primer libro, titulado El deseo y la libertad. Luego, en 1977, surgió una plaza vacante en Castillejos, lo que le permitió regresar a su localidad natal, donde permaneció hasta su muerte en octubre de 1993.
Tal y como constata Pedro Feria, “en Castillejos, Ernesto pudo reencontrarse con el melancólico paisaje del Andévalo onubense, que tanto le marcó. En este contexto, comenzó a mostrar un interés antropológico por la cultura andevaleña, mostrándose preocupado por la desaparición de sus costumbres ancestrales debido al avance de la tecnificación. (…) Estos pensamientos quedaron plasmados en su Crítica de la razón tecnológica, obra influenciada por Freud”.
Su jubilación como médico se produjo en 1987, momento a partir del cual dedicó todo su tiempo a la escritura, terminando sus principales obras ensayísticas. Eso sí, siempre se mostró reacio a publicar nada, una cuestión que fue cambiando en los últimos años de su vida, lo que favoreció la edición ese mismo año, en 1987, del libro Juan Ramón Jiménez, Psicocrítica, un estudio psicoanalítico del poeta moguereño, que sirvió como guión para un programa de TVE dirigido por Manuel Garrido Palacios titulado ‘Juan Ramón de fondo’.
El historiador Pedro Feria explica que “fue una persona excesivamente modesta, no le daba importancia a lo que hacía, de ahí que tan sólo llegara a publicar dos libros de los numerosos escritos que realizó a lo largo de su vida. También se negaba a dar entrevistas y ofreció pocas conferencias. Es más, no le gustaba que le llamaran intelectual, a pesar de que siempre mostró una vocación universal a nivel cultural sin descuidar lo local, porque también dio pregones, como sucedió en la romería de Piedras Albas. Y es que, por encima de todo, era un enamorado de Huelva, un estudioso del Andévalo y de lo onubense”. Gracias a esta actitud, supo romper el aislamiento intelectual de la provincia y convertirse en un agudo analista de las últimas corrientes de pensamiento.
Tanto es así que quizás su obra hubiese permanecido inédita de no ser porque tras su muerte varios conocidos insistieron para que vieran la luz publicaciones como Crítica de la razón tecnológica (1994), su poemario Cuando no queda nada (1998), Estudios sobre Kafka (2000), El deseo y la libertad. Notas para una ontología científica (2004), Baudelaire, su corazón al desnudo (2005) y De re médica. Vida y pensamientos de un médico rural (2011), entre otras recopilaciones de sus artículos en prensa.
Todo ello configuró la vida de este onubense de gran personalidad que, aunque en los últimos años vivió momentos de pesimismo a causa de diversas circunstancias personales, siempre mostró un tremendo compromiso social, sin dejar atrás nunca su profesión de médico y considerando la escritura como un hobby.
Fueron estas características las que parecen ser la causa de que su figura sea un tanto desconocida u olvidada, de ahí que este estudio de Pedro Feria tenga el objetivo de rescatar para la memoria de los onubenses su vida y obra, dado que “son muchos los intelectuales onubenses que hoy en día están olvidados, a pesar de que Huelva puede presumir de tener una cultura muy rica. Su familia, incluso, tiene previsto donar sus escritos y obras originales a la Universidad de Huelva, prueba de que sus tratados bien podrían estudiarse en colegios e institutos”.
Siendo así, según nos comenta este historiador onubense, “Huelva parece tener una deuda con Ernesto Feria Jaldón. Porque, aunque era de carácter llano y odiaba la fama y que lo reconocieran como filósofo o intelectual, -de ahí que no le hubiera gustado ningún homenaje grandilocuente-, pero sí podría haberse realizado algún acto que recordara su figura. Ya tiene una calle en su pueblo, en Castillejos, pero no estaría de más que las instituciones públicas y académicas como la Universidad de Huelva, realizaran ese recuerdo especial que, sin duda, se merece”. Dicho queda.
4 comentarios en «Ernesto Feria Jaldón, de Villanueva de los Castillejos a la búsqueda de la verdad de la existencia humana»
Como nieto es un orgullo haber tenido un abuelo así y agradezco la labor de difusión de su obra.
Un saludo!
No tiene calle en Castillejos, sino que da nombre al Salón Polivalente. La calle la tiene en Gibraleón.
Don Ernesto, gran médico y gran persona, muy querido y recordado en mi pueblo Gibraleon
Tuve la suerte de conocerle bien, hasta como paciente. Iba a mi casa para entregar los artículos que publicaba en El Odiel, periódico en el que trabajaba mi padre. Pasaba por allí a distintas horas cuando hacía la visita domiciliaria a pacientes . Se quedaba algunos minutos hablando con mi padre, con nosotros, alguna vez se acercaba para animarme con mis lecturas. Me encantaba verle por casa. Le recuerdo conversando con mi padre en sus visitas que eran muy frecuentes, porque trajo muchos artículos a casa, para ese periódico en el que luego leía sus artículos.