Te marchaste una tarde de Abril en tu Aracena, cuando los chopos de las umbrías comenzaban a cubrirse de hojas tintadas de verde vida y esperanza tras los gélidos meses de vida interior y clausura forzada. Tu impetuosa creatividad impregnada de juventud e ingenuidad luchaba contra un cuerpo desgastado por haber vivido con una intensidad impropia de un ser humano.
Bebiste vitalidad desbordante del aire puro que abrazaba a los ríos Tinto y Odiel en los años en los que el país sangraba por una inútil contienda entre hermanos. Quizás por ello aprendiste a ser como fuiste: tolerante, generoso, intransigente con la injusticia, sensible con el necesitado, y regalaste por doquier el buen humor que te caracterizaba y que tu entorno demandaba como al pan de cada día.
¿Sabes papá?, en estos días sólo he deseado volver a mirarte a los ojos y que me volvieras a contar lo que ibas a pintar. Que me describieras con absoluta claridad, con tu verbo fluido y tono apasionado, porque eso sí, el apasionamiento que ponías en lo que hacías, es de las cosas que más me gustaron siempre de ti. Intento ponerlo en práctica todos los días a la hora de construir sueños en el taller e incluso transmitirlo a mis alumnos para que no olviden que el artista ante todo debe sentir, y luego contarlo con los pinceles, el barro, el metal, la madera, etc.
He vuelto a buscar en mi infancia y he desempolvado aquellas largas sesiones de pintura al natural en las que te veía disponer tu caja caballete, y cuidadosamente sacabas aquella inmensa paleta de madera de nogal. Inmediatamente después, como por arte de magia, aparecía un gran lienzo y lo plantabas frente al paisaje.
Minutos más tarde, te desentendías de todo y arrugando la frente, entornabas los ojos y perdías tu mirada en el infinito; dabas un paso atrás y al poco uno hacia delante, y con el dedo y murmurando (no sé qué) tocabas distintos puntos de manera precisa en el lienzo… era como si hablaras con el cuadro, y en ese diálogo no existía nadie más, sólo podía percibir alguna expresión como: “eso es, eso es”, “extraordinario”, “qué barbaridad”, “ esto es estupendo…”
Yo observaba estupefacto y por aquel entonces pensaba que… bueno, en mis cortas entendederas no sabía ni qué pensar, pues eras como un divino loco que hablaba con una tela deshaciéndote en elogios por aquel espectáculo tan brutal de la naturaleza.
Inmediatamente después, rebuscabas en el fondo de ese laboratorio de multitud de botes sin orden aparente y realizabas una rápida y certera selección entre ellos, y sin apenas despegar la vista del paisaje entre morisquetas y susurros de pasos inciertos, cogías tu paleta en la mano y comenzabas a abrir esos envases mágicos de los que brotaban colores intensos que ibas distribuyendo sobre la curvada madera.
Y ese protocolo lo repetías una y otra vez, ante el asombro de aquel niño que te observaba intentando encontrar razón lógica que lo justificara.
Pasado el tiempo y conforme fui creciendo, me fuiste haciendo partícipe de aquel diálogo misterioso, y me desvelaste tus secretos, y aún recuerdo cuando me decías: “mira Alberto que gama de grises hay en esas nubes, es una maravilla… los grises son muy difíciles, la gente cree que es blanco y negro, y en realidad el negro no existe. Es la ausencia de color,…además el negro ensucia el resto de colores”.
Otras veces el turno era de los verdes, de gamas cromáticas y me señalabas del natural como referencia necesaria, del aire y la atmósfera, términos casi abstractos los cuales había que capturar en el lienzo. Me diste toda una lección de arte y vida, dejándote sorprender por lo más insignificante y deleitándote con la mayor de las creaciones de Dios: la Naturaleza; cargada de secretos que siempre buscaste y me enseñaste a ver y sobre todo a escuchar y comprender como el paisaje habla en el sonido del viento, en el canto del pájaro, en el cencerro lejano del ganado que pasta y en sus silencios, que tan necesarios son también en la música.
Cómo me acuerdo de ti en cada tronco desnudo de castaño, que están comenzando a despertar del letargo invernal, con el pecho abierto de dolor por haberte perdido como compañero en cualquiera de las estaciones del año.
En estos momentos en los que tu ausencia me abruma y ahoga, noto como los verdes se hacen más intensos y luminosos en una explosión cromática de luces únicas, celajes de azul puro que anuncian lejanías como las de tus lienzos, y algún amarillo más propio del otoño que de la primavera, pero que ha querido lucir en tu honor y memoria.
Es como si el campo que tanto frecuentaste quisiera tornar otoño hermoso y triste a la vez, por la muerte de uno de los suyos. Y es que no me cabe la menor duda de que tu presencia está en ese rayo de luz naranja puro del último hálito del día, que acaricia los montes o las plateadas aguas de la Ría de tu Huelva. También en ese rayo verde del que tanto me hablaste que sólo se ve en nuestro Ayamonte, y en raras ocasiones tras la tormenta. Creo sinceramente que en ese verde de luz telúrica y de celestial procedencia estarás siempre tú, observando como el Guadiana muere en Canela, y se abre al océano eterno donde están los hombres buenos y honestos como fuiste tú, bajo la mirada del Todopoderoso, que te agradece haber querido y mimado su gran creación como nadie.
Hasta siempre papá, hasta siempre compañero, gracias por haber existido y dejarme compartir contigo tu experiencia vital.
Alberto Germán Franco Romero
Hijo del pintor JOSÉ MARÍA FRANCO
Escultor, Dr. en Bellas Artes
Profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla
11 comentarios en «Carta a José María Franco: padre, maestro, compañero y confidente»
Preciosas y sentidas palabras para un hombre, o mejor, para una persona «güena gente».
Lo hemos perdido fisicamente, pero siempre nos quedará su obra.
Hasta siempre, artista.
Magnífico texto, Alberto. Magnífico porque es verdadero, tanto o más que esas gamas de grises que también a mí me hizo ver. Yo, que tuve la inmensa dicha de conocer a tu padre, de verlo pintar, de echar con él fructíferas y maravillosas horas, sólo puedo decirte que siempre lo llevaré como un referente personal. Cuando caiga, que caeré, pensaré que él se hubiera levantado y me levantaré, cuando dude, pensaré que él habría dudado y salido de la duda y haré lo propio… ha sido, créeme, un regalo para mí el haber conocido a tu padre y haberlo acompañado en sus campavías por la vida y por el arte. Cuidaos.
Un fuerte abrazo y que expresivo y maravilloso epitafio has escrito, como si le contaras un secreto al oído
Enhorabuena Alberto. Me has emocionado,magnificas palabras a tu padre, compañero amigo. es que tu padre era una persona especial.Los que hemos tenido el privilegio de conocerlo y estar con el, no tenemos suficientes palabras para definirlo. Gran persona, magnifico amigo,excelente artista……… Un fuerte abrazo.
Para los que tuvimos la inmensa suerte de compartir su amistad y pasión por Nuestra Tierra, la de todos, será dificil que se vuelva a repetir una figura de su categoría profesional y humana…Don José María, como siempre le llamé, fué uno de los mayores placeres conocerlo. Un amigo.
Será difil que se vuelva a repetir una figura artística y ante todo humana como él. Los que tuvimos la suerte de compartir su amistad, sus vivencias, sus charlas amenas ante un café y, como no, su pintura … esa que te llenaba los ojos de verdes, azules y ocres … lo echaremos profundamente de menos … Don José María, como siempre le llamé, ha sido un placer, un honor haberle conocido … se le quedaron muchos proyectos en el Camino … un fuerte abrazo, esté donde esté. Amigo.
PD. Querido Alberto: Pongo una postdata a tu carta, con tu permiso y perdona mi atrevimiento. José Mª me regalaba su sentir de Aracena. Nos regaló fuentes y llenó de alegría mi Universidad, no solo con sus cuadros. Su amistad, las visitas a Manolo Ruíz Lagos, ese grande que lo precedió; con ambos pude compartir un humor tan grande como su pasión por los colores o las formas. Parece mentira su ausencia y te mando mi pésame para toda la familia. Desde mi Universidad de Sevilla y desde las calles de mi pueblo, Huelva entraba en acción por muchos ángulos. Y ME SENTÍA COMO TANTOS ONUBENSES QUE AMAMOS ESTA CIUDAD,cerca de un hombre en el mejor sentido de la palabra bueno. Siento su pérdida y os mando un abrazo.
Querido José María, aprovecho esta bella despedida de tu hijo y amigo mío, Alberto, para decirte que tu sentida ausencia, ayer fue consolada por el atardecer y que esta mañana me reconforto el ver salir el Sol, pues percibí como la naturaleza estaba usurpando tus colores, y ello me hizo feliz. Un fuerte abrazo, querido amigo
Querido Alberto Germán, has hecho una magnífica carta preñada de sentimientos, toda una loa a un artista del que todos hemos sentido su pérdida. Ánimo, su recuerdo sigue vivo en nosotros.
ESTIMADO ALBERTO..NO HACE MUCHO QUE CONECTE CON VOSOTROS DESDE ARACENA,EN UN FUGAZ DIA DE OT0ÑO..DIA DE UN LUCIDO SOL EN EL CUAL CAMBIE ALGUNAS PALABRAS PARA CONOCER EL ESTADO DE SALUD DE MI ENTRAÑABLE COMPAÑERO JOSE MARIA..HACIA TIEMPO QUE NO LO VEIA,PERO DE UNA MANERA U OTRA TENIA NOTICIAS DE EL Y LO QUE HACIA.NOS CONOCIMOS EN LA ESCUELA DE MAGISTERIO DE HUELVA..PASEAMOS POR EL HERMOSO AYAMONTE,CUANDO TU ALBERTO AUN ERAS UN NIÑO…RECUERDO CUANDO SACO LAS OPOSICIONES DE INSTITUTO Y TUVO DIFICULTADES PARA SU NOMBRAMIENTO,POR MOR DE LEGISLACIONES OBSOLETAS DEL M.E.C Y DESPUES DE SER PROFESOR MERCANTIL..PERO JOSE MARIA ERA FUERTE Y SIEMPRE DADO A CORREGIR LO INJUSTO..TODO SE CONSIGUIO..HASTA IR Y VENIR A CACERES EN AQUEL RENAULT RANCHERA VERDE ,DONDE LLEVABA CONSIGO SU INTRUMENTAL DE PINTAR TODO LO QUE LE HACIA SENTIR..ERA ARTISTA ,PERO SOBRE TODO UNA EXCELENTE PERSONA,SIEMPRE RECORDANDO A SU PADRE…ASI TU LO HACES AHORA ,COMO EL LO HACIA.PERO AMIGO ALBERTO, SIGUE SU SENDA Y SEGUIRAS TRIUNFANDO CON TU ARTE ,PERO SOBRE TODO COMO PERSONA..LO SIENTO EN EL ALMA.PERO CUANDO TODOS LOS DIAS ENTRO EN MI CASA DE CARTAYA VEO SU SONRISA ESCONDIDA TRAS UN HERMOSO RAMILLETS DE ROSAS DE JOSE MARIA ANDRES DE 1978..
Enhorabuena por tu entrañable y acertado homenaje las personas que lo conocimos de colega y amigo nos descubrimos ante su paciencia y.dosis.de motivación que tenia con los estudiantes. Siempre recordaremos sus atinados comentarios cuando nos acompañaba a visitar los museos de Bellas Artes de Sevilla y el de Julio Romero de Torres. Quizás el viaje más dinámico,enriquecedor y motivador fue.el que un grupo numeroso de estudiantes de segundo de bachillerato del Instituto Vicente Alexandre de.Sevilla hicimos a su exposición las estaciones de la pintura, monasterio de la Rabida, iglesia de san Jorge de palos y la casa museo de su querido Juan Ramón Jiménez en Moguer. Los estudiantes disfrutaron con.sus teorías.del.color y con el respeto y cariño que tuvo respecto a la obra de su hijo Alberto. Los.cuadros que José María realizó junto a sus estudiantes. en.dicho centro hará que triana sevilla,sus colegas y alumnos lo recuerden con cariño como si nos alentara desde.el cielo a comprometernos con el arte y la naturaleza sostenible. Mari pepa y estudiantes del IES Vicente. Alexandre Sevilla.