Evelyn Morales. Hoy me gustaría reflexionar sobre la proyección propia que diariamente volcamos en otras personas, o lo que muchos conocemos por «el espejito».
Los profesionales de la Psicología entendemos la Proyección como un mecanismo de defensa que las personas utilizamos para evitar hacernos cargo de deseos, afectos y características propias, que no queremos reconocer por ser consideradas inaceptables, y porque, de reconocerlas como propias, lesionarían nuestra imagen autoconstruida que tenemos sobre nosotros mismos. Así pues, durante una Proyección, las personas colocamos en la otra lo que es nuestro propio.
Utilizo este concepto casi a diario, en terapia, con mis pacientes, y provoca en ellos diversas reacciones, normalmente de sorpresa, incredulidad y rechazo. No es fácil de asimilar, pero no por ello es menos cierto.
La proyección podría explicar por qué hay personas en nuestras vidas que pasan desapercibidas y otras que, por el contrario, nos dan muchos dolores de cabeza o nos provocan diferentes emociones.
Pondré un ejemplo para que pueda entenderse mejor. Imaginemos a un matrimonio, en el que el marido empieza a observar que su mujer está teniendo problemas de audición, empieza a notar que cada vez que la llama, ella no responde. Y os preguntaréis que dónde estaría aquí la proyección.
Si os contara que cada una de las veces que el marido llamó a su mujer, ella le respondió pero era él quien no escuchaba la respuesta… ¿algo cambiaría?
Este ejemplo podría ser poco común, podría ser exagerado, pero describe perfectamente el proceso por el que una persona ve claramente características en otra sin pararse a mirar si, en el fondo, está hablando de algo propio.
Son muchas las emociones que nos provocan ciertas personas, son muchos los juicios que hacemos de comportamientos ajenos, y pocas las ocasiones que nos paramos a reflexionar si realmente ese comportamiento también está en nosotros en algún momento de nuestro día a día.
Hagamos un ejercicio. Pensemos en algún comportamiento que nos provoque rabia, por ejemplo, y ¡parémonos ahí! Busquemos momentos de nuestras vidas donde sabemos que realmente hemos actuado de una forma similar… ¿Cuesta verlo?
Todos los juicios que hacemos hacia fuera, también los hacemos hacia dentro. Por ello, cuando empecemos a entender y dejar de enjuiciar el comportamiento de los demás, y a la vez aceptar que también forma parte de nosotros, empezaremos a aceptarnos tal y como somos, empezaremos a tomar consciencia de que todo está en nosotros.
Como decía antes, no es fácil de ver ni de aceptar, pero es el primer paso para empezar a conocernos y querernos a nosotros mismos, porque no somos sólo lo que nos gustaría ser, también somos todo lo demás.
Evelyn Morales
Psicóloga del Centro Kambalaya