Redacción. En la sede de la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez, de Moguer, se presenta el 14 de abril el libro de Pablo Tornero, La isla de las columnas de azúcar. Ensayos sobre Historia de Cuba. Siglos XVIII-XX, que ha publicado la prestigiosa editorial Aconcagua. La elección de este marco para la puesta de largo del libro constituye un modesto homenaje a los Jiménez y a la isla, donde, en su exilio, transcurrieron días de intensos contactos y de una nunca olvidada felicidad.
Abrirá el acto Antonio Ramírez Almansa, el director de la Fundación, que cederá la palabra al profesor José Luis Gozálvez para adentrarse en algunos pormenores del texto, y lo cerrará el autor, Pablo Tornero Tinajero.
Puede considerarse todo un acontecimiento poner a disposición del público cubano y, en general, del hispanismo, parte de la obra del doctor y catedrático sevillano Pablo Tornero Tinajero, representativa del inicio de una revitalización y renovación de la historiografía española sobre la mayor de las Antillas, iniciada hace ya algo más de 40 años.
Entre otros temas, en aquellos trabajos sobresalen los del trasvase de capital generado en Cuba hacia España; la influencia del centralismo monárquico hispánico en los territorios de esta parte del Atlántico; la acción de las burguesías regionales españolas en la Isla, y la articulación de su comercio; el monto de la población hispana en sus diferentes momentos; y la tendencia propuesta por el maestro Pierre Vilar de llevar al campo historiográfico la consideración de que la potencia creadora del siglo XVIII -que afianzó el triunfo definitivo de la sociedad capitalista sobre la sociedad feudal- no se manifestó sólo en la Inglaterra de la Revolución industrial o en la Francia de la Revolución política, sino también en el conjunto de Europa y sus colonias americanas.
Pero este libro no sólo muestra la maduración alcanzada por el profesor Tornero sobre la evolución histórica y el resultado de una vida dedicada al estudio de la realidad de la mayor de las Antillas, su tesón investigador. También puede considerarse un testimonio excepcional del respeto y el amor entrañable que ha sentido siempre Tornero por Cuba.
Retirado en los cuarteles de invierno de La Rábida, en varias ocasiones al año siente la llamada irrefrenable del Caribe y vuelve a refrescar y poner al día su pasión juvenil por la isla más hermosa del mundo, la de las columnas de azúcar.