Antonio José Martínez Navarro. En un lugar cercano a Gibraleón, donde desarrollaron su actividad numerosos agricultores a lo largo de los siglos, nació en los años ochenta un Complejo Residencial de Animales, romántico, tranquilo, donde se encuentra el Cementerio de Animales bajo un cielo ebrio de luz y añil de esperanza infinita. Está cercado con un muro cuadrangular de dos metros de altura, encalado, y su fachada principal que contiene la puerta o verja de hierro de acceso al mismo, está coronada por una almena con cinco escalones simétricos de su pináculo superior y sobre este una figura. Debajo de este adorno o pináculo el curioso turista puede leer la grave palabra: Cementerio.
Esta construcción se debe eminentemente a la necesidad devota de albergar a los perros que han significado algo en el recuerdo de sus dueños en un lugar tranquilo que hable de renuncias y olvidos.
En los nichos ocupados, los dueños de los canes han hecho constar el nombre con que cariñosamente llamaban a sus perros y alguna que otra palabra de afecto.
Como ocupa un buen espacio, no fue preciso enterrar ningún animal en la tierra. Este cementerio tiene doscientos cuarenta nichos y al igual que observamos en los camposantos donde reposan las personas vemos, al recorrer su solitario recinto, retratados en ellos ese ambiente de tristeza y poesía, ese espíritu de que todo en la vida es finito.
En la parte central hay un jardincillo en el que destacan laureles y toda clase de plantas pequeñas como geranios, rosas, etc., y en lugar preeminente, un mausoleo donde Juan Gil Zamora tenía el sitio o nicho donde se depositarían sus cenizas, epitafio, imagen de la Virgen de la Cinta… Debemos añadir, que todo esto se ha quedado en ambicioso proyecto de este prohombre ya que el Sr. Obispo no le ha autorizado que se lleve a cabo.
En este mausoleo se observa una cerámica, cuadrada, en la que doce recuadros, como los doce trabajos de Hércules, le indican al visitante la docena de labores protagonizadas por Juan Gil Zamora (Cooperativa de Viviendas “Parque de la Luz”, Congregación de María Inmaculada y San Francisco Javier. Delegado de Caridad. Co-fundador de los Antiguos Alumnos del Funcadia. Asociación Cruz de la Alegría, Donador del Monumento de la Cruz a la Ciudad. Primer Inspector Diocesano de Caritas. Fundador de la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio “Juvenal de Vega y Relea. Directivo de la Hermandad de la Salud. Fundador de la Hermandad del Rocío de Emigrantes. Responsable Nacional de la Juventud Obrera Juvenil. Directivo de la Hermandad del Santo Entierro y Co-fundador de la Hermandad de Ayamonte) y en la parte central de estos doce pequeños azulejos leemos la leyenda que ha sido dogma de su vida:
<<Gracias Señor por haberme concedido una larga vida, la cual te la he dedicado en un intenso apostolado social.
Es mi deseo descansar junto a los que me han demostrado más nobleza, fidelidad, lealtad y protección. Juan Gil Zamora>>.
Este Cementerio constituye una novedad para la mayoría de los onubenses y si no está completamente lleno todos sus nichos es por la falta de publicidad. No obstante, más de la mitad de los nichos están ocupados, ya que a la gente le atrae poderosamente el emplazamiento del Cementerio y la idea de tener enterrado el perro que tanto les significó en vida. Así, no es extraño que, en ocasiones, se acerquen algunos a ver al que, en su día, estuviera lleno de vida y fuera un atractivo más.
En muchas ocasiones, los dueños de los perros han visto con satisfacción enterrada su mascota en el cementerio con una buena placa y en el sentimiento de que con su muerte el perro no se ha volatilizado, que ha existido y que está y estará siempre presente en un lugar donde puede visitarlo cuando quiera.
En el cementerio impera la ausencia de hierbajos irreverentes y alimañas misteriosas y no es raro ver en estas piedras de devoción a los perros y gatos amados, como llegan hasta este Cementerio hombres y mujeres con el recuerdo indeleble del que fue casi de la familia.
El Cementerio de perros se constituye en el final de una parte de la finca o Complejo. Dejamos estas piedras de devoción a los animales queridos, levantada por un hombre creyente de un más allá, con esfuerzo de gigante y artista, que son hoy tutoras apacibles, bajo el buen sol, piedras de devoción a animales amados idos, en la religión que profesan sus dueños que llegan hasta aquí derramando recuerdos sobres estas piedras que les recuerdan felicidades muertas.
Nota: Los precios de este servicio son los siguientes:
Enterramiento de un nicho durante tres años: 100 euros.
Utilización del citado nicho por tiempo indefinido: cada año 50 euros.