Investigadores onubenses ahondan en los orígenes de Doñana

Se trata de una investigación liderada por el profesor del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez Ramírez.
Se trata de una investigación liderada por el profesor del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez Ramírez.
Se trata de una investigación liderada por el profesor del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez Ramírez.
Se trata de una investigación liderada por el profesor del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez Ramírez.

Redacción. Esta es la conclusión a la que ha llegado un nutrido y multidisciplinar equipo de investigación liderado por el profesor del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez Ramírez. A partir de un estudio geomorfológico y sedimentológico de las diferentes formaciones geológicas y una exhaustiva revisión de textos antiguos, se ha podido establecer la historia geológica de este incomparable marco natural que es la desembocadura del río Guadalquivir, donde se ubica Doñana. El trabajo se inició en el año 2013 y finalmente se ha visto culminado con su publicación en la revista científica Geomorphology, con el título “Geomorphological record of extreme wave events during Roman times in the Guadalquivir estuary (Gulf of Cadiz, SW Spain): An archaeological and paleogeographical approach”.

En el transcurso de esta evolución, fuertes tormentas y un tsunami en el siglo II-II de nuestra era sacudieron el perfil costero.
En el transcurso de esta evolución, fuertes tormentas y un tsunami en el siglo II-II de nuestra era sacudieron el perfil costero.

Durante los siete siglos de presencia romana en la Península Ibérica (218 a. EC – 475 d. EC) el estuario evolucionó “desde un lago costero, el llamado Lacus Ligustinus, bien comunicado con el mar a través de dos desembocaduras fluviales que rodeaban la flecha de La Algaida, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), a una marisma de marea muy sedimentada y con una única desembocadura, ya que La Algaida se uniría a tierra firme mediante un tómbolo – barra arenosa que une dos islas, o una isla con tierra firme– a partir del siglo I de nuestra era”, según muestra el citado trabajo de investigación.


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En el transcurso de esta evolución, fuertes tormentas y un tsunami en el siglo II-II de nuestra era sacudieron el perfil costero, dando lugar a llamativas morfologías erosivas y lechos sedimentarios. “Geológicamente este gran episodio catastrófico tuvo consecuencias importantes para para las formaciones costeras, dando lugar a un escape erosivo muy importante en la flecha litoral de Doñana y abanicos de derrame asociados”, afirma el profesor de La Onubense Antonio Rodríguez Ramírez.

Del mismo modo, la investigación publicada releva que “en la marisma los efectos no fueron tan destructivos, precisamente por la protección de la propia flecha, que dio lugar a un llamativo lecho sedimentario constituido por conchas de bivalvos y arena, así como a la erosión de algunos malecones fluviales y su consiguiente inundación marina”. Arqueológicamente este episodio sería el responsable de un declive temporal en la actividad del asentamiento romano del Cerro del Trigo, así como de otros del Golfo de Cádiz. Muy posiblemente, el terremoto que destruye Baelo Claudia -actual Bolonia- en la misma época, estaría relacionado con dicho tsunami, asegura Antonio Rodríguez Ramírez.


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Los diferentes asentamientos romanos de la desembocadura del río Guadalquivir se vieron muy condicionados por los diferentes procesos geodinámicos del medio. Como norma general, en el Guadalquivir los romanos siempre buscaban una buena comunicación con el mar, preferentemente a través de la desembocadura principal del río -la más occidental- y protección ante las grandes tormentas marinas y posibles tsunamis, ubicándose siempre en la zona de sotavento -zona opuesta a aquella de donde viene el viento y las olas- de las barreras arenosas.

Los diferentes episodios catastróficos, el progresivo aislamiento del estuario por el crecimiento de las flechas litorales y extensión de la marisma, dieron lugar al colapso y desplazamiento de las vías fluvio-mareales de comunicación, provocando a su vez el paulatino abandono de estos sitios. El abandono del asentamiento romano de La Algaida -El Tesorillo- coincide con la desaparición del brazo izquierdo del río y la progresiva colmatación del entorno y el del Cerro del Trigo con el estrechamiento y paulatino desplazamiento del cauce principal hacia el sur.

Del mismo modo, Ébora quedaría aislada por la desaparición del canal mareal que comunicaba con el cauce principal del río. Posiblemente, lugares como Chipiona o Sanlúcar de Barrameda empezaron a tener más importancia a raíz del abandono de estos asentamientos, buscando lugares con mejor conexión marina. De otro lado, este trabajo ha puesto de manifiesto también que el catálogo para tsunamis en el Golfo de Cádiz durante la época romana, realizado por el geógrafo José Galbis Rodríguez y publicado por la Dirección General del Instituto Geográfico Catastral y de Estadística en los años 1932 y 1940, utilizado reiteradamente en otros trabajos científicos relacionados con la materia, “se nos antoja poco fiable y por tanto no debería usarse, por lo que para establecer tales eventos debemos recurrir al registro geológico y arqueológico”, concluye el responsable de la investigación.

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