Benito A. de la Morena. Cuando parte del mundo llora por la terrible emigración de seres humanos que huyen de la miseria y el terror, la “otra” parte mira desconsolada el drama y teme las consecuencias de esa “invasión” dolosa.
Escuchaba a un emigrante sirio decir que ¡cómo va a ser problema reintegrar a cuatro millones de seres en un continente en el que habitan quinientos millones de europeos! Y quizás tenga su parte de razón, pero también era razonable la visión de un austriaco que se preocupaba porque la integración de esas personas pondría en severo riesgo el estado de bienestar que tanto esfuerzo les había costado conseguir.
Unos miran por salvar la vida de sus hijos y los otros por mantener la calidad de vida de los suyos, ¿quién tiene razón?, quizás todos y la aparente solución pasa por pagar 6000 millones de euros a Turquía pata retenerlos temporalmente, ¿hasta cuándo?
Quizás piensen que así se gana tiempo para recuperar la neutralidad en su países de origen y se les pueda ofrecer retorno seguro; quizás sea una simple manera de frenar la “invasión”, mientras se encuentran otras soluciones más humanitarias y que no rompan los esquemas de convivencia tradicional de cada país; quizás es que no se sabe qué hacer y algo hay que decir; pero ¿es Turquía es lugar ideal para acoger a esas personas con tradiciones y sentimientos religiosos tan dispares?
Ya en Europa se ha demostrado que la emigración provoca guetos que, en vez de adaptarse a las costumbres de quienes los acogen, promueven sus tradiciones, ¿hasta dónde es eso aceptado?; sin embargo los europeos hemos sido antaño consecuentes y la mezcla se ha producido con cesiones por las dos partes, emigrantes y oriundos, estableciendo una convivencia dentro de ese espíritu de globalidad que busca el equilibrio, pero… ¿qué sucedería si la inmigración aumenta en Europa, en proporciones tan amplias que desequilibren la balanza hacia el lado del emigrante y sus costumbres tradicionales?
Voces se escuchan alarmando del riesgo que puede venir, pero otras voces claman por la solidaridad y la globalidad. Quizás el equilibrio sea muy complejo y la convivencia real una utopía, pero algo hay que hacer, ¿rechazar?, ¿aceptar?, ¿debería preguntarse a la sociedad europea lo que opina? Quizás se tema una respuesta, cuya solución sea más trágica que la de retrasar las acciones a la espera de controlar la guerra en sus países para que regresen, pero mientras tanto, las televisiones nos inundan con imágenes crueles para nuestras conciencias europeas, que se preguntan lo que deben hacer.
Me temo que, en breve, si todo sigue igual, esto se convierta en una noticia más, de esas que uno ve sin mirar mientras se toma una tapa, y deje de percibir que el drama continúa y ¡ya sabemos que el autoengaño pasa factura con el tiempo!
1 comentario en «¡Cruda realidad!»
Tenemos un problema, Europa … El mismo que tuvieron los israelitas con los romanos, los americanos con los ingleses, los romanos con los cartagineses, los alemanes con los españoles, …. y los árabes con los hispanos de sangres divesas, cuando, más allá de Granada, tuvieron que unirse tres culturas para convivir en las costumbres que los árabes habian desarrollado drante ocho siglos (800 años nada menos).
Hay que elegir entre proteger lo nuestro o enriquecerlo con lo nuevo. Como hicieron los franceses y suizos con los emigrantes españoles de los años sesenta o los mexicanos con los españoles de 1939.
Hay que elegir, Europa, hay que elegir. En todo caso, dentro de un centenar de años, la Historia reflexionará sobre la sociedad de entonces. Con perspectiva.
Para entonces, comprenderemos muchas cosas. Como dice el amigo José: Hoy no, más adelante …