Manuel José de Lara Ródenas. El 21 de octubre de 2008, a propuesta de su rectorado, la Universidad de Huelva aprobó conceder el nombre del ilustrado onubense José Isidoro Morales a su nuevo aulario del Campus de El Carmen. La ocasión era oportuna, porque se cumplía en ese año el 250 aniversario de su nacimiento. Un rótulo con tal denominación junto a la puerta del edificio y una placa adyacente que resume su vida y su obra son los únicos elementos que hoy recuerdan en la ciudad de Huelva a uno de los onubenses más relevantes de todos los tiempos. Porque José Isidoro Morales, un hombre que vivió entre 1758 y 1818 y asistió de cerca a los acontecimientos que marcaron el inicio de la edad contemporánea en España, no tiene calle en la localidad donde nació, ni monumento alguno, ni placa recordatoria más allá de la que la Universidad colocó a su memoria. Y, sin embargo, aunque pocos en Huelva lo recuerdan (porque el recuerdo casi nunca prende si no se aviva), la figura de Morales hoy es reconocida en numerosas obras históricas y científicas como el padre de la libertad de prensa en España, como pionero de la matemática electoral y, entre otras cosas, como uno de los primeros y más claros defensores de la educación de las mujeres.
Canónigo en la Catedral de Sevilla y director de matemáticas de los pajes del rey Carlos IV en Madrid, su adhesión al gobierno de José Bonaparte provocó finalmente su exilio en París, donde murió y está enterrado. Pero en España y en Francia, antes de que eso sucediera, se codeó con los mayores nombres de la ciencia y la política ilustradas y participó en cuantas aventuras intelectuales -y fueron muchas- tuvieron lugar en su época y estuvieron a su alcance. Amigo de Jovellanos y elogiado por Humboldt, autor de ocho obras impresas y dos inéditas (además de las perdidas o ignoradas), Morales fue el redactor del proyecto de ley que luego las Cortes de Cádiz aprobaron concediendo por primera vez en España la libertad de imprimir sin censura ni vigilancia previas.
Hace un par de meses, en París, pocos días antes de los desgraciados atentados cometidos en la ciudad, encontré por fin la sepultura donde está enterrado José Isidoro Morales. Era la última pieza que me faltaba para una biografía del personaje que acabo de terminar y que en primavera publicará el Centro de Estudios Andaluces. El descubrimiento fue difícil, porque en los cementerios de París se concentran decenas de miles de tumbas de esa misma época, pero con constancia y algo de orientación pude identificarla en uno de los sectores del extensísimo cementerio parisino de Père Lachaise. Hoy, después de casi dos siglos de anonimato y desconocimiento en los que nadie la ha buscado en París, puedo decir que, a pesar de que algunas de las sepulturas del entorno han sido removidas, desapareciendo por la incuria del tiempo o siendo reemplazadas por algunas otras más modernas, la tumba de Morales ha resistido incólume y presenta, para quien la busque, el mismo aspecto en que se dejó en 1818.
En su desnudez de concepto, no consiste más que en un trozo de tierra en el suelo, habitualmente cubierto de hierba o de hojas, con una estilizada y gruesa estela vertical de piedra levantada sobre un pequeño pedestal y terminada en semicírculo. Únicamente rompe la sobriedad del conjunto el relieve de un jarrón fúnebre adornado con una cruz y colocado sobre una escueta peana ornamental, que dota de un aire clasicista a la parte semicircular de la estela. Una inscripción en latín, en letra menuda y ya muy gastada por el tiempo, de tal manera que sólo es legible del todo bajo cierto ángulo de luz, recuerda su nombre y los principales perfiles de su personalidad. Bajo ese suelo de tierra parisina, probablemente en el interior de lo que quede de un ataúd de madera, reposan aún los huesos del ilustrado onubense José Isidoro Morales.
Sin embargo, para la ciudad de Huelva, quizás sea aún más interesante la identificación del sitio exacto donde nació, pues hasta ahora tampoco era conocido, más allá de las referencias que hace algún tiempo publiqué sobre la casa que su padre, el comerciante Andrés de Morales, tenía en la calle de Ricos. La calle de Ricos (en plural, no en singular, pese a la errónea rotulación municipal) era una de las arterias en las que tradicionalmente habitaban los armadores y comerciantes marítimos de Huelva (los “ricos”, en definitiva) y en ella tenía Andrés de Morales su casa de morada, que según el Catastro de Ensenada estaba “compuesta de tres cuerpos de vivienda vaja”, teniendo un “frente de catorce varas y diez y seis de fondo”, es decir, una fachada de 11,6 metros de longitud. Si bien en un principio tenía sólo una planta, Morales la amplió más tarde dotándola de piso superior, toda vez que en 1779 se describiría ya “con sus altos y vajos”, amén de mencionarse “dos bodegas en sus corrales”. En esta casa, el 4 de abril de 1758, festividad de San Isidoro de Sevilla, nació José Isidoro Morales.
Para identificar el emplazamiento, después del tiempo transcurrido, he ensamblado pacientemente el rompecabezas de linderos y longitudes que recoge el “Libro de fincas de seculares” del Catastro y puedo señalar que la vivienda donde nació José Isidoro Morales era, en la acera derecha de la calle de Ricos -conforme se bajaba desde la calle de la Concepción-, la sexta casa, o bien la tercera subiendo desde la esquina del callejón de las Ánimas (actual Hernán Cortés), del que la separaban 24 varas: hoy ya no existe, porque fue derribada en 1928, pero ocupaba con exactitud el solar de la casa que actualmente posee el número 14 de gobierno, que es una notable vivienda de estilo regionalista construida por el arquitecto José María Pérez Carasa por iniciativa de los herederos del también comerciante Salvador González López.
Aunque ya nada se conserva del caserío de la calle de Ricos anterior al siglo XIX, por fortuna la casa de Morales fue en su tramo la última de su época en ser demolida, dando tiempo a que la captase in extremis una postal de la colección publicada por Diario de Huelva el año de su derribo. En esa imagen aparece tal como Andrés de Morales la debió de dejar concluida antes de 1779: una casa de dos plantas, de fachada sencilla y encalada, rematada con cornisa y con cubierta de tejado. La fachada era tan amplia que permitía una administración simétrica de huecos, organizándose a partir de una puerta central enmarcada con pilastras sobre la que se situaba un único balcón volado, sujeto a la pared con el refuerzo de dos tirantes de hierro; a uno y otro lado se abrían dos ventanas con rejas enterizas en el piso inferior y dos grandes cierros en el superior, uno de los cuales ha pervivido, al menos en su inspiración, en la nueva vivienda. La casa natal de José Isidoro Morales, en la que vivió su infancia y adolescencia y a la que volvía desde Sevilla y Madrid, fue, por tanto, un inmueble austero, buen representante de esa arquitectura popular dieciochesca que ha pervivido en numerosas localidades del entorno (desgraciadamente no en Huelva), cuya sobriedad no ocultaba la prestancia que, a su escala, había cobrado en cuanto se le dotó de planta alta.
Merecería la pena consagrar en Huelva la memoria del ilustrado José Isidoro Morales colocando en la fachada de la casa que hoy se levanta en ese lugar una placa que recordase que allí nació uno de sus hijos más singulares. La actual casa tiene más que suficiente dignidad estética para albergarla y sus actuales dueños son sensibles a la reivindicación del patrimonio de Huelva. Bien podría redactarse en estos términos: “Aquí nació, el 4 de abril de 1758, José Isidoro Morales, padre de la libertad de prensa en España, pionero de la matemática electoral”. Dentro de dos años será el bicentenario de su muerte en París. Sería importante llegar a esa conmemoración con los deberes hechos.
10 comentarios en «Descubierta en Huelva la casa natal del ilustrado José Isidoro Morales, padre de la libertad de prensa en España»
Esos dueños del palacete actual, que según el artículo son sensibles al patrimonio de Huelva, son los que sin alguna alguna han despojado a esa casa de un armonioso cierre de madera, justo arriba de la puerta, dejándola actualmemte con un tejado y dos pseudocolumnas de hierro sin sentido.
Si de verdad son sensibles al patrimonio, que restituyan el cierre y hacen un favor a esta ciudad.
Muchas gracias Manolo, por descubrirnos la Historia (con mayúsculas )de nuestra maltratada Huelva.Enhorabuena por tus estudios, investigación y artículo. (No como otras obras de «mesa camilla»)
Esperando con ansia la nueva obra de don Manuel de Lara y Ródenas, eminente historiador y hombre de gran saber. Quiero transmitir mi admiración por su persona y mi felicitación por este nuevo trabajo que se suma a una vida y una obra entregada a Huelva, al saber y a la ciencia. Gracias también por ser como es, grande, amable y excepcional.
¡¡Que interesante¡¡
Magnífico trabajo de investigación sobre uno de los más ilustres onubenses. José Isidoro Morales merece ser reconocido en su ciudad natal, dedicarle una calle o, al menos, la placa mencionada sería de justicia. Felicidades, Manolo.
Que tome nota el Ayuntamiento, se coloque la placa y se celebre un acto conmemorativo el día 4 de abril de 2018 y se repare el olvido con una calle o plaza a su nombre. Gracias por el artículo.
Sr. Hugo: Como esa casa está catalogada, la retirada de ese cierre hay que achacársela también al ayuntamiento que lo permitió y a los técnicos que se inhibieron. Bienvenida una placa en recordatorio de ese ilustre onubense olvidado y felicidades por el artículo.
Imagino el placer del historiador que, con un notable bagaje de conocimientos y de perseverancia, consigue, como en este caso, sacar a la luz hechos y personajes de interés en patente riesgo de olvido. A Manuel José de Lara hay que agradecerle hoy que nos descubra a muchos a este onubense ilustre. También a la Universidad de Huelva, por dar su nombre al aulario del campus de El Carmen. Enhorabuena.
Que alegria tener historiadores de la calidad de Ma uel de Lara y que nos i forme con tanta clase de las personas ilustres de Huelva. Gracias
Gran trabajo de investigación, como es norma en él, de Manuel De Lara. Me adhiero a su propuesta.