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Carlos Fernández / @karlos686. “Esta es mi opinión hoy y en este momento de mi vida”. Cuán difícil es empezar el año con tan buen pie como con la recién estrenada, el 1 de enero, Jobs. Hablar de esta película es imposible sin destacar que su guionista, Aaron Sorkin (responsable de los guiones de El ala oeste de la casa blanca, Moneyball o el oscarizado y genialísimo guión de La red social, entre otros) ha creado su obra magna y cumbre hasta la fecha en este biopic que rompe los esquemas del género.
Estructurada en diálogos (unas 185 páginas de guión en 120 minutos de película), Jobs es un asfixiante, intenso e hiperactivo diálogo, casi todo el metraje en tiempo real, donde se da una división en tres actos en los que Steve Jobs está a punto de lanzar uno de sus productos, bonitos pero poco útiles, sin llegar a ver nunca la presentación del producto. Sorkin se centra en las constantes vitales de un hombre que se divide entre el genio, la inhumanidad o la falta absoluta de inteligencia emocional, la cual, por cierto, se despierta ante su hija pequeña creando uno de los abrazos más emotivos desde el Crash de Paul Haggis en el cine contemporáneo.
Danny Boyle (Slumdog millionaire, Trainspotting o 127 horas) dirige la película, que en un principio estaba pensada para David Fincher (que ya trabajó con Sorkin en La red social), con su propio sello hiperactivo y videoclipero que tanto caracteriza su irregular cine y que poco bien le hace, en concreto, a esta película. Sin embargo, el sustento del ritmo y la tensión dramática se mantiene a flote gracias a la ayuda de unos sobresalientes Michael Fassbender y Kate Winslet y, también imposible de olvidar, una mención obligatoria a Daniel Pemberton, compositor de la maravillosa banda sonora que tiene desde ya asegurada una nominación a los Oscar (al igual que a los Globos de Oro, donde ya posee la nominación).
Jobs es una obra sobresaliente, una película impresionantemente frenética, rítmica y profunda en cierto modo incluso en ese corazón de hielo que posee Steve Jobs. No es una película de Danny Boyle, es una película de Aaron Sorkin y sus inspiradísimos diálogos.