Juan Carlos Jara. Cine, para soñar; cine, para reír; cine, para sufrir; cine, para llorar; cine, para sentirnos durante hora y media en la piel de un conquistador, en el corazón de un imberbe adolescente juguetonamente enamorado o en el peligroso día a día de un justiciero.
Las calles de la ciudad se llenan de ese aroma especial que nos transmite el séptimo arte, y aunque todo parece distinto a aquellos ilusionantes años con José Luis Ruiz, el bullir de cinéfilos, curiosos y celebridades en las principales citas en el Gran Teatro y en la Casa Colón nos transporta durante esta semana a ese mundo mágico, con altas dosis de glamur, que siempre rodea al arte de la gran pantalla.
Vuelven a mi memoria aquellas tardes en el Odiel, disfrutando de ‘Ha llegado el águila’; en la gran sala del Fantasio, con ‘Ben Hur’, o en las pequeñas, con ‘La Misión’ o ‘La lista de Schindler’; en el Rábida, con la fantástica ‘Días de radio’ del siempre genial Woody Allen o la no muy afortunada ‘Policía’, con Emilio Aragón y Ana Obregón (sic); en el Emperador, con ‘Bailando con lobos’ o ‘JFK’, que fue interrumpida por una avería; o con cualquier aventura infantil en el entrañable Palacio del Cine.
Ahora, en esta mágica semana, regresan esas mañanas de niños enfilando hacia la sala, esos mediodías de actividad periodística en la sede del Festival y esas tardes y noches de proyección y algún paseo entre las estrellas. El certamen que tanto cree en el cine que se hace al sur de Río Grande nos proporciona instantes para salir de la rutina y sentirnos, aunque solo sea por unos días, ciudad de cultura muy viva y grandes acontecimientos.