Manuel Jesús Padilla. Os recomiendo entrenar el agradecimiento. La idea es que sistemáticamente, cada día, dediquéis unos minutos a pensar en todo aquello por lo que puedo estar agradecido. Pronto descubriréis que con este ejercicio se obtienen resultados positivos desde el primer momento.
Pero para hacer más operativa y práctica mi recomendación voy a experimentarla por escrito y para vosotros, y así os comunico los resultados que yo mismo obtengo.
Comienzo…
Esta mañana, mientras estaba despertando a mi hijo, me ha abrazado y nos hemos ofrecido muestras sinceras de cariño. Tengo pues que agradecer a mi hijo su calor humano, su sensibilidad, su ternura y su aceptación incondicional.
Como es habitual, mientras estaba en el baño terminando de asearme, vino mi hija a saludarme y a contarme anécdotas de su vida escolar y de sus entrenamientos deportivos. Gracias, hija, por valorar mi atención y regalarme tus sonrisas también con cariño y aceptación.
Al salir de casa, unos vecinos se subieron al ascensor con nosotros, intercambiamos deseos de buenos días y compartimos los típicos comentarios intrascendentes… Gracias, vecinos, por la expresión de vuestros amables deseos de buenos días. También os agradezco, vecinos, que notaseis la falta en el ascensor de mi hija que ya va sola al colegio. Realmente una relación respetuosa, educada y tolerante con todos mis vecinos.
En una hora ya siento una emoción positiva de bienestar y felicidad. Me vienen a la conciencia un conjunto de expresiones que he recibido de personas habituales que hasta este momento no tenía suficientemente en cuenta de manera consciente y, por tanto, tan intensa. Y así podría seguir a lo largo del día…
Dar gracias me ha dado mucho. Lo que he recibido viene de las personas que me rodean y con las que me relaciono y también de otras que me afectan de modo menos directo. Toda esta aportación de bienestar solo me llega cuando tomo conciencia de qué recibo y de lo agradecido que puedo sentirme por ello; cuando lo valoro. Esta es la clave: valorar. Por eso es necesario el ejercicio. En conclusión:
1º.- Acostúmbrate a agradecer cada día y conviértela en un hábito.
2º.- Agradece a partir de vivencias concretas, reales, específicas. Para ello recuerda qué personas se han cruzado contigo ese día y qué te han aportado. Procura descender al detalle para tomar conciencia plena, profunda.
3º.- Convierte el hecho de agradecer en entrenamiento dándole continuidad.
4º.- No analices si lo que has recibido de otras personas es digno o no de agradecimiento: Si te lo dan es para estar agradecido, sin más.
Como antes indiqué, esta práctica de agradecer, realizada sin autocensuras y desde la honestidad te hace sentir profundamente feliz desde los primeros instantes. A medio plazo cambia tu percepción de las personas con las que te relacionas cada día, y a la larga desarrolla en ti una actitud ante la vida más abierta, más tolerante y más positiva, más abierta a la interacción con los otros desde tu seguridad en ti mismo y a desarrollo de un espíritu de aventura y curiosidad por lo que te rodea.
No se han documentado contraindicaciones y puede practicarse sin temor a la sobredosis. #AnimoAPracticar.
Manuel Jesús Padilla
Psicólogo
autor del Blog Perssonal sobre
Psicología Práctica para la Salud y el Bienestar.