Ramón Llanes. Me gusta Huelva y he conseguido saber y querer disfrutarla hasta la máxima intensidad posible y he conseguido también vivirla despacio, saborear sus esquinas, sus plazas y sus calles, y he sabido estar en su sufrimiento como un doliente más cuando ha sostenido la inconsecuente agresión de otros o cuando ha perdido para siempre a algunos de sus ciudadanos de afecto. Huelva tiene encantos estéticos aunque no posea un casco antiguo o un patrimonio histórico de relumbrón, es placentera para compartirla y alegre para enseñarla a los visitantes; jamás he sentido vergüenza de proclamar mi identidad y de alabar sus dotes prestigiosas, me siento involucrado con esta tierra hasta formar parte de mí con la voluntad real y con la conciencia, Huelva me hace sentirme orgulloso muchas veces, por muchas cosas.
Los ríos llegan a Huelva con su belleza a granel y le hacen estuario y encuentro; el agua que la circunda le abre unos horizontes infinitos y le enseña la vida que discurre por otras orillas; la luz persigue cada uno de nuestros actos cotidianos con una intensidad de empalago, nos convierte en seres especiales por el exceso de ella y nosotros le hacemos honor con frecuencia y estamos habituados a tenerla cerca, siempre quemando, así nos gusta; la musicalidad es una característica emblemática que distingue a Huelva en el contexto general, el fandango es una obra de arte que nos lega la historia con toda su fragancia y en plena virtuosidad creativa hasta ser fuente de inspiración de cantaores, poetas y estudiosos de esta disciplina.
La influencia de la mar es un recurso importante que sustenta a la población y concede tajo y jornal desde hace siglos; la inigualable belleza del Conquero, que nos aparece como vigía custodio de nuestros ajetreos y nos anima a otearlo cuando se nos quede sin aire alguna sensación del espíritu, está en lo más alto de nuestro alcance a falta de tener montañas con el blancor de la nieve en sus sienes, estamos hechos también a tenerlo a mano para nuestras sensibilidades. El factor humano es el más inmenso patrimonio de nuestra ciudad en todas sus amalgamas y en todas sus sensaciones. El hombre, la mujer, las personas de Huelva, los onubenses, somos descendientes de civilizaciones ancestrales que dejaron sabiduría y orden, que son causa de elogio y nosotros tenemos la genética libre de todas esas culturas metidas en la sangre para hacernos distinguidamente distintos.
El placer que cada cual encuentre en la vida de Huelva es cuestión muy personal pero esta ciudad posee un interiorismo tremendamente acogedor capaz de procurar motivaciones de satisfacción y felicidad a sus habitantes. Huelva es festera, tierna, romántica, libre, cantaora, alegre, poética, con sentido del humor, con capacidad, con valentía. Se pone flamenca cuando despide a sus hermandades y baila y se vuelve preciosista y grita de emoción y se asoma con la risa en la comisura de los labios para compartir el encanto de toda la comitiva. En todo eso Huelva no será única pero es bella y la adoramos porque es nuestra. Es una apuesta humilde por Huelva.
No estaba pensando en otra cosa esta tarde más allá de divulgar con mi pulso febril y mi capacidad de sentimiento las posibilidades de Huelva para estar en nuestra verdad con todas las consecuencias y en intentar resaltar más los valores que los poquillos defectos que nosotros le hayamos podido incrustar. Quede mi admiración y querencia por Huelva escrita en esta página onubense que acunará para siempre su memoria.