Ramón Llanes. Nuestra Campiña es una llanura regentada por Gibraleón, Beas, Trigueros y San Juan, extendida en el interior de lo márgenes de los ríos Tinto y Odiel que la custodian y la cuidan con el esmero de la estética. Responde su nombre a la asignación de comarca en la forma histórica y está identificada con su asignación al tratarse de un lógico compendio de similitudes como característica principal que se utiliza para definir o componer las comarcas.
En la Campiña no faltan las vides que consiguen donar ese caldo mosto a los paladares, esa buena cultura del vino en sus pueblos y ese afán por cosechar con la misma costumbre que los antepasados hicieran siglos atrás. Es la voluntad no extinguida del hombre que habita este complejo embrujado y ancestral que representa su metodología de vivir desde los mejores sentidos. Gibraleón se tiende en su Odiel cercano, se aquieta a la romántica sensación de sus aguas, se anima en fiestas de otoño, se extiende a su cultura, a sus imágenes de muralla, a sus versos recitados, a su ambiente precordial de tramos de solera; está completamente hecho, el tiempo le ha protegido y le ha acentuado sus acervos en la fórmula de establecer pactos de convivencia tan razonables.
La visión prosaica de esta Campiña es esplendorosa y sutil, la belleza de los entornos y la imagen perfecta de los campos perfectos la hacen sobradamente seductora. Trigueros enseña su Dolmen de Soto a los mundos, con orgullo, se apropia del santo hasta las frías madrugadas de enero como excusa para mecerlo desde la devoción y conserva su patrimonio de afecto al ganado, a las fiestas de estío y a la íntima labor de resolverse la vida con un ramillete de dignidades. Gentes de campiña que saben pisar surcos y glebas con la añoranza del respeto.
Beas en su punto de belenes y clarines solidarios, como perfecta comunidad corresponsal de fervores e impulsos, originales seres humanos que se unen para protegerse en la más expresa sensación de verdad. Admirables todos hasta los zancajos, admirables desde un siempre lejano. Y San Juan, tan patrón y tan eterno, tan viejo y tan actual, San Juan completo en su atención y quizá buen sobrado germen de culturas extendidas por las sienes. Y su mística noble y sus esteros y su puerto histórico en la memoria, todo haciendo el todo de la composición “campiña” en su ancestro halagado.
Tierra de tiempos con granos y esperanzas propiciada por la energía que la paz natural hizo crecerle en toda la extensión global de su palabra. Delicia de habitantes prehistóricos e idónea para quienes en su nuevo contexto la fortalecen y la aman.