Juan García Ruiz. Seguramente alguna vez habrás discutido con alguien que recuerda impecablemente que cierto día ocurrió cierta cosa, mientras que tú estás completamente seguro de que en realidad no fue ese día, y por si fuera poco esa cosa no fue exactamente así. Pero ¿quién de los dos tiene la razón teniendo en cuenta que estáis igual de convencidos de vuestras versiones?
Es frecuente concebir la memoria como un depósito hermético de recuerdos al que podemos recurrir cuando necesitamos una información. Esto no es así. La memoria se asemeja más bien a un boceto impreciso e incompleto de la información atendida. La información es filtrada por nuestros limitados sistemas sensoriales, nuestros conocimientos y experiencia previa, y una vez elaborado el boceto o esquema, es alterada por la experiencia posterior y completada por información adicional, verídica o no.
La memoria es un proceso constructivo. Ponemos ladrillos, rellenamos huecos y a veces deshacemos parte de la obra para añadir ladrillos diferentes. La información posterior sobre un hecho modifica nuestro esquema sobre el mismo, por lo que es posible influir sobre los pensamientos y la conducta de otros aportando nueva información. Por ello hay que andarse con ojo con los medios de comunicación y la publicidad.
Elizabeth Loftus es una psicóloga que ha dedicado gran parte de su vida al estudio de la memoria, centrándose en el proceso de recuperación y sus fallos naturales. Ha demostrado con sus casos que estar convencido de algo no lo hace más real. Por ejemplo, trabajó con el caso de Steve Titus, un joven acusado de violación. Titus fue detenido como sospechoso por conducir un coche parecido al del auténtico violador. Su fotografía fue expuesta junto a las de otros sospechosos y la víctima señaló la de Titus como la más parecida. Posteriormente la chica identificó a Titus como la persona que con toda certeza cometió la violación. ¿Cómo pasó del parecido a la certeza? Se trata sin duda de las falsas memorias. Rellenamos las lagunas de nuestros recuerdos con informaciones posteriores. Titus fue a la cárcel pero finalmente lograron demostrar su inocencia gracias a una confesión y pruebas que incriminaban al violador original.
Un interesante experimento de los que diseñó Elizabeth Loftus consistió en mostrar a una serie de sujetos la misma fotografía de un coche tras un accidente. Luego preguntó a un primer grupo de sujetos a qué velocidad creía que iba el coche cuando chocó. Al otro grupo se le preguntó a qué velocidad creía que iba el coche cuando estrelló. El segundo grupo tendió a pensar que el coche iba más rápido que en el primer grupo. Algunos sujetos del segundo grupo incluso recordaban haber visto cristales rotos en la imagen. Y lo único que diferenciaba a estos grupos era el verbo de la pregunta que contestaron. No es posible distinguir con total confianza un recuerdo verdadero de uno falso. Pero saber que el funcionamiento de la memoria es limitado y conocer que no se trata de un depósito de recuerdos fieles a la realidad, debería hacernos más comprensivos con los errores que cometemos día a día.