Ana Rodríguez. “Me falta vivir una erupción volcánica de cerca”, afirma divertido Manuel Abad. Este licenciado en Geología y doctorado en Ciencias de la Tierra por la Universidad de Huelva es desde hace 18 meses profesor de la Universidad de Atacama, en el norte de Chile, lugar en el que ha sido testigo en este tiempo de dos terremotos de magnitud 8,2 y 8,4, ambos acompañados por tsunamis.
Con anterioridad, entre 2007 y 2011, el investigador había intervenido como cartógrafo para la Unión Europea en un proyecto SYSMIN en República Dominicana, país donde vivió los efectos de una tormenta tropical y de un huracán. No se puede decir que Manuel persiga a estos fenómenos de la naturaleza, pero sí que se ha mudado a un lugar propicio para conocerlos muy de cerca.
Y es que, actualmente Manuel está realizando una investigación centrada en el análisis y cartografía de procesos geológicos peligrosos, principalmente tsunamis e inundaciones. “Comencé estudiando cambios paleoambientales en el registro geológico, siempre en zonas costeras y en depósitos más antiguos; es decir, evidencias en las oscilaciones del nivel del mar, cambios en la configuración costera por tsunamis y tormentas, variaciones en ecosistemas, en materiales geológicos que datan de hace varios millones de años. Más tarde, uno se da cuenta de que tiene que aplicar su experiencia para generar un beneficio más directo a la sociedad -transferencia de conocimiento- y comencé a trabajar en temáticas relacionadas con los riesgos geológicos. La metodología es muy similar, pero la utilidad de la investigación y el interés que despierta en la sociedad es mucho mayor”, explica Abad.
El tema que ahora le ocupa, tsunamis e inundaciones, son, por desgracia, bastante frecuentes en Chile, por ello este país se convierte en un lugar ideal para desarrollar su estudio. Asimismo, como línea de trabajo complementaria, el investigador sigue analizando los cambios en el nivel del mar durante tiempos geológicos ‘recientes’ -el último millón de años-, qué los generó y los cambios sobre la configuración del litoral y los ecosistemas que provocaron. En este sentido, su zona de estudio, el llamado ‘norte chico’ de Chile, «tal vez sea de las mejores del mundo para realizar este tipo de investigaciones”, argumenta el geólogo, que nos habla sobre su trabajo y, además, sobre las características y posibles peligros geológicos para la provincia de Huelva:
– ¿Ha obtenido algún tipo de resultado o conclusión de la investigación que está realizando en Chile?
– Todavía estamos empezando y solicitando financiación a las instituciones responsables. Esperamos tener buenas noticias pronto. Ahora mismo estamos generando el mapa de peligrosidad de inundaciones de la ciudad de Copiapó, que fue duramente golpeada por este fenómeno hace unos meses. Tras analizar los procesos y elaborar el mapa hemos demostrado que casi el 75% de su superficie puede ser inundada o afectada por flujos de fangos, dependiendo de la situación meteorológica que genere las precipitaciones. Además, el registro geológico más reciente de la ciudad muestra con claridad que se encuentra construida sobre abanicos torrenciales y flujos de fangos antiguos procedentes de la Cordillera, por lo que es necesario estar preparados para nuevos desastres similares a los del 25 de marzo de 2015 y tomar las medidas necesarias para mitigarlos o prevenirlos. Cartografías similares de peligrosidad y riesgos ante tsunamis, movimientos de laderas e inundaciones están siendo elaboradas para varias ciudades de la región de Atacama con la colaboración de alumnos de la carrera de Geología de la UDA.
– Háblenos de esas inundaciones…
– En marzo tuvimos unas inundaciones salvajes en toda la región que causaron centenares de muertos y daños económicos gravísimos. Como investigadores, hemos centrado nuestros esfuerzos en analizar, mapear y establecer las causas de este fenómeno. Nuestras conclusiones, como ya he comentado, ponen de manifiesto que las poblaciones de Atacama próxima a los cauces fluviales y quebradas están expuestas a este riesgo. Nos encontramos en la zona más árida del planeta pero, con que se produzcan precipitaciones de tan sólo 10-15 mm en 48 horas, existe una probabilidad muy alta de inundaciones y avenidas fluviales. Desgraciadamente, esta situación se ha dado ya tres veces en menos de seis meses. Son necesaria obras de mejora hidráulica en los cauces para mitigar o prevenir las inundaciones y es imprescindible una ordenación del territorio más inteligente de los núcleos urbanos para evitar futuros daños. En eso los geólogos tenemos mucho que aportar.
– ¿Qué siente uno en esos momentos, tanto a nivel personal como profesional?
– Sentimientos enfrentados. Como científico te das cuentas que te encuentras en el mejor lugar del mundo para estudiar este tipo de procesos geológicos y que tu trabajo es realmente útil. En lo personal, junto al resto de la población, estás expuesto a estos fenómenos y a una evidente situación de peligro. Al estar lejos de tu país, la situación de vulnerabilidad se acrecienta al no tener el apoyo que supone la familia y amigos en situaciones de riesgo.
– ¿Cuál ha sido el suceso que más le ha impactado?
– Sin lugar a duda las inundaciones del 25 de marzo de este año. La cantidad de agua y fango que se acumuló en la ciudad fue increíble. Los daños sobre las infraestructuras y edificios fueron terribles. Yo mismo estuve tres semanas sin agua corriente y sin electricidad y no era de los más afectados, ni mucho menos. Salir de casa a buscar agua y comida atravesando calles con el lodo hasta las rodillas durante días fue bastante duro. En 2007 el huracán Noel me pasó justo por encima de la cabeza arrasando el suroeste de República Dominicana. Las carreteras hacia la capital estuvieron cerradas varias semanas y el hotel donde me hospedaba cerró conmigo dentro por los daños que había sufrido. En ambas situaciones he sido testigo directo de la tremenda miseria y daño que generan estos fenómenos, la mayor parte de las veces sobre la población más desprotegida, y de su capacidad y entereza para empezar de cero sin ayuda ni lamentaciones. De eso también aprendes mucho.
– ¿Qué otros proyectos tiene?
– A nivel personal, viajar y conocer Chile y, si es posible, todo el continente lo mejor que pueda. Los paisajes, la geología y la naturaleza de esta tierra son increíbles. El tiempo que estemos fuera, que no sabemos si será mucho o poco, lo intentaremos aprovechar aprendiendo todo lo que podamos y mejorando como personas, docentes y científicos. Uno ha aprendido a vivir el día a día y no hacer demasiados planes a medio y largo plazo, aunque los años van pasando y, antes o después, habrá que echar raíces en algún lugar… No es fácil cuando el sitio donde puedes arraigar y el sitio donde quisieras estar no es el mismo. A nivel profesional lo que más consume mi tiempo en la actualidad es la organización y puesta en marcha del programa de doctorado de Geociencias en mi Universidad.
– A nivel geológico, ¿qué puede decirnos de la provincia onubense?
– Pues que es muy interesante. Huelva es una provincia con una larga tradición geológica y minera, como todos sabemos. Desde la Universidad de Huelva y sus departamentos geológicos se ha hecho mucho por avanzar en el conocimiento de la región y divulgar su patrimonio natural, que es muy rico. La provincia está en una posición estratégica y es fundamental para entender la historia geológica del suroeste de Europa en muchos sentidos. La formación de sus yacimientos de sulfuros de la Faja Pirítica, la comunicación y cierre de la conexión entre el Mediterráneo y el Atlántico, su magnífico registro paleontológico, la evolución de sus costas y el impacto de sucesivos tsunamis en el Holoceno, su situación ambiental actual, entre otros muchos, son temas de interés para la comunidad científica internacional.
– ¿Es Huelva una zona predispuesta a padecer terremotos? ¿Y tsunamis?
– Uno vendría casi siempre acompañado del otro si el terremoto es de magnitud próxima a 8… pero depende de la escala de tiempo que consideremos. Evidentemente, si consideramos la duración de la vida de una persona, Huelva no puede ser considerada una zona de alta peligrosidad sísmica o tsunamigénica. Más aún, si la comparamos con zonas de alto riesgo sísmico y de tsunamis, como son Japón o Chile, donde estos fenómenos tienen lugar cada cinco o 10 años. Los datos que obtenemos de las crónicas históricas y el registro geológico nos indican que hasta dentro de varios siglos las costas del suroeste de Europa no experimentarán un gran terremoto acompañado de un tsunami destructor. Según nuestros datos, las costas del Golfo de Cádiz habrían sufrido unos 20 tsunamis, generadores de daños de distinta intensidad, en los últimos 6.000 años. Pero la naturaleza es impredecible y esto no significa que esta situación no pueda darse en las próximas décadas, o siglos, y que haya que estar preparado para enfrentarla, sobre todo ante tsunamis y terremotos de magnitud algo inferior pero de periodos de recurrencia más pequeños.
– ¿Hasta qué punto se puede prever o predecir un fenómeno de estos tipos?
– En Sudamérica hay grupos de investigadores brasileños y chilenos que dicen estar perfeccionando métodos fiables de predicción de terremotos de magnitud superior a 5 en base a la monitorización de microsismicidad y de los cambios en la temperatura y humedad del aire. Estos métodos no están avalados por la comunidad científica, no han sido comprobados ni sometidos a revisión en publicaciones científicas, por lo que no deben ser considerados válidos hasta la fecha. En zonas más estables, como puede ser Andalucía occidental, la única forma de estimar cuándo tendrá lugar un gran terremoto o tsunami es realizar cálculos estadísticos en base al registro geológico e histórico, pero de forma muy aproximada. Estos métodos conllevan un margen de error considerable, ya que ambos registros son incompletos y muchas veces los eventos están mal interpretados y fechados.
– Si el día de mañana tuviera lugar un maremoto que afectara a la provincia de Huelva, ¿estaríamos preparados para afrontarlo?
– Es difícil responder a esta pregunta. Desde hace algunos años, científicos de la UHU y de otras universidades españolas y europeas, junto con Protección Civil, vienen reuniéndose para evaluar esta amenaza, estableciendo estrategias de concienciación y mitigación, y diseñando planes de evacuación. Aunque desde la prensa, la comunidad científica y la administración se están haciendo esfuerzos para concienciar a la población, muchas veces la falta de percepción del posible riesgo geológico es el mayor de los riesgos. No existe todavía un sistema de boyas en el Atlántico que anuncie la llegada de un tsunami, ni un sistema de alerta en costa que advierta a la población que evacue el litoral. En el peor escenario posible, muy improbable para los siguientes décadas, de un terremoto de Mw superior a 8, con epicentro submarino, cercano a la costa de Huelva o Portugal, y mecanismo focal propicio para generar un tsunami, el tiempo de llegada de la primera ola sería muy corto (tal vez menos de 30 minutos). Si esta situación se complica con una marea alta de alto coeficiente y el sismo se produce en los meses de julio o agosto, cuando la ocupación de la costa es masiva, el número de víctimas y las pérdidas económicas llegarían a ser enormes.
– ¿Qué se podría hacer en estos casos?
– Frente a esto no se puede hacer nada más que establecer e indicar claramente vías de evacuación y, por supuesto, concienciar a la población y educarla con normas de actuación ante este tipo de fenómenos. En Chile se dice que si se produce un terremoto en que te cuesta mantenerte en pie y estás a menos de 500 metros de la playa, debes subir al cerro lo antes posible porque vendrá el tsunami. En Huelva no suele haber cerros y lomas cerca de la playa, así que, en el caso de no poder salir de la zona de inundación, habría que proceder a lo que se llama evacuación vertical, es decir, subir a las plantas altas de grandes edificios, bien cimentados y sólidos, muy resistentes ante la embestida de un maremoto.
Gracias Manuel