García Tejero y Pablo Sycet muestran dos visiones de un mismo paisaje en Nerva

Pablo Sycet.De una casa a otra, 2014. Acrílico sobre lienzo.
Pablo Sycet.De una casa a otra, 2014. Acrílico sobre lienzo.
Pablo Sycet.De una casa a otra, 2014. Acrílico sobre lienzo.
Pablo Sycet.De una casa a otra, 2014. Acrílico sobre lienzo.

Redacción. Si “la verdadera patria del hombre es la infancia” de cada uno, según Rainer María Rilke, y las verdaderas fronteras quedan establecidas por el paisaje que habitamos de pequeños y que, si después estamos lejos, ya luego añoraremos durante toda la vida, es muy posible que los pintores de paisajes de algún modo trasladen aquel de su infancia a cada uno de los que pintan ya de adultos, como trasuntos de un esquema original que permanece anclado en nuestra memoria para siempre.

Dos pintores andaluces que han abordado con frecuencia el tema del paisaje a lo largo de sus trayectorias, Rafael García Tejero (Baena / Córdoba, 1958) y Pablo Sycet (Gibraleón / Huelva, 1953) y que se conocieron recientemente, han decidido enfrentarse a un mismo paisaje para interpretarlo bajo dos puntos de vista antagónicos, ya que sus lugares de origen tienen topografías bien distintas y, por tanto, formular un espacio común a modo de campo de operaciones resultaba difícil.


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Rafael García Tejero. Visión nº3, 2014. Óleo sobre lienzo.
Rafael García Tejero.
Visión nº3, 2014. Óleo sobre lienzo.

Ya que el punto de partida debía ser el mismo, y que formalmente son dos pintores de registros muy dispares y criados en dos enclaves andaluces bien distintos –Córdoba tan de interior, y Huelva bañada por el Atlántico– , encontrar un paisaje común, y que además remitiera por su topografía al paraíso perdido del primer tramo de sus vidas, obligó a tender puentes entre sus devociones para encontrar un paisaje común, que devino de la mano de los libros de fotografías de José Ortíz Echagüe que ambos guardaban en sus respectivas bibliotecas. Y fue en el volumen “España, pueblos y paisajes” donde encontraron un paisaje poblado de olivos, en blanco y negro y sin identificar, que remitía a lugares comunes de sus respectivas biografías y podían asumir y recrear como propio.

Una vez establecido el punto de partida cada pintor se encerró en su taller para abordar el trabajo en soledad según los formatos establecidos y con el compromiso de no contrastar resultados hasta llegado el momento de desplegarlos en la sala de exposiciones y contrastar estas dos visiones de un mismo paisaje que, comisariada por Antonio M. Parras, se presenta ahora en el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz, de Nerva.


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