Huellas británicas en Zalamea la Real

El Pilar y al fondo el Mercado donde se celebró el banquete de la inauguración de la línea férrea. Col. Particular.
Fotocomposición realizada de algunas de las huellas de la RTCL en la provincia. Fuente: FieldworkRiotinto.
Fotocomposición realizada de algunas de las huellas de la RTCL en la provincia. Fuente: FieldworkRiotinto.

Pedro Real y Emilio Romero. Quizás, profundizando en esas huellas, algunos de nosotros nos limitemos  a situar la mayor parte de ellas, lógicamente, en Minas de Rio Tinto, como población donde se ubicó mayoritariamente la colonia extranjera que conformaba el nivel superior de mando del ente, pero obviando que determinados y/o, similares muestras, quedaron también grabadas en municipios vecinos.

Inauguración de la Estación de Zalamea la Real en 1904. Col. Particular.
Inauguración de la Estación de Zalamea la Real en 1904. Col. Particular.

Al hilo de lo citado, es llamativa (valga el ejemplo) la Estación del ferrocarril RT-Zalamea inaugurada el 6-6-1904, plasmada actualmente en su centenario reposo, por los pinceles de Toti, -artista local que con sus famosos trabajos trasciende ya, (como Alcaide, en Nerva) el ámbito provincial- y cuyo edificio no disimula su foráneo diseño, hermanado con los de similares puntos en la misma línea férrea.


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El Pilar y al fondo el Mercado donde se celebró el banquete de la inauguración de la línea férrea. Col. Particular.
El Pilar y al fondo el Mercado donde se celebró el banquete de la inauguración de la línea férrea. Col. Particular.

Igualmente, desde la panorámica que ofrece el popular Pilar de Zalamea se visualiza en un altillo del terreno, donde se alzó hacia 1903, la construcción de ladrillos con amarillento color que debió servir como mercado.

Posiblemente, para acoger las «obras sociales» que promovió en la zona RTCL, a través de aquél durísimo Director, Mr. Arthur Carlyle, haya alguna más pero menos conocida. No obstante, las citadas perviven y ello es, meritorio de un pueblo.


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No ocultas, aunque sin duda poco conocidas, la gente y tierra de Zalamea con sus empedradas calles y amplias casas con huerto desde el que penetraban los olores de entresacadas hortalizas, mezclados con el aroma del nardo y jazmín, le hacían hogar ideal donde mitigar la jornada de trabajo, tras el regreso de la Mina, degustando la clásica «manguara », en asiento de cómoda silla de enea, y siendo testigos ambas partes (tierra y gente) del lugar donde han quedado impresas otras huellas humanas, en contraposición a las materiales, anteriormente descritas.

Entonces, ¿No valdría un apellido como el de GILBERT para afianzar lo expuesto?

Ocupado en la búsqueda de su origen y arribo a Zalamea es necesario recorrer un largo camino que, rebasando frontera, nos sitúe en el sur de Inglaterra, concretamente en Breage, localidad muy cercana al distrito minero comprendido entre Cambome y Redruth, donde el estaño y otros metales aprovecharon compañías como la East Pool, además de inventar o introducir las bombas Cornish, ingenios empleados más tarde en las explotaciones de Rio Tinto.

El agotamiento de yacimientos fue motivo de desempleo para la mano de obra ocupada hasta entonces allí y, consiguientemente, su dispersión hacia lugares de posible recepción y establecimiento familiar.

Como tantos en situación similar, Nicholas Gilbert, minero-picador nacido en 1829 en Breage, casado con Terence Thomas, de la misma edad y padres de 7 hijos (Elizabeth, Mary, John, Terence, Richard, Joseph y Thomas) aceptó ser contratado el 7 de Agosto de 1879, por la Rio Tinto Co., Ltd. para trabajar en su ocupación habitual, en Minas de RT (España) con salario de 120libras/año e inclusión de vivienda, propiedad de la misma, en el barrio de San Dionisio.

Allí también encontraron trabajo sus hijos John, Richard y Thomas (todos como mineros del interior). Imaginamos que su trayectoria laboral debió ser normal, así como la conducta cívica llevada a cabo en una comunidad cerrada y condicionada al estatus social impuesto por la empresa propietaria para la que trabajaba. El cumplimiento de esta última, suponemos fue aceptable cuando en el año 1891, fatídico para él, desempeñaba el cargo de Capataz y devengaba un sueldo de 250 libras/año.Pero la «Hermana Muerte» le visitó el 16 de Marzo del mismo, sacándolo de este mundo al padecer la bronquitis que, presumiblemente arrastraba desde algún tiempo (¿posible silicosis?).

Está documentado que su asistencia y tratamiento no fue adecuada y la responsabilidad recayó en el Jefe del Deptº Médico, Dr. Raymond Courteen quien había organizado eficazmente el servicio médico de la Cía., pero que, precisamente en el caso que nos ocupa, recibió una grave censura del Consejo, informado de su reprobable actuación médica.

Tumba de Nicholas Gilbert en el cementerio británico de Huelva, junio de 2015. Foto: Emilio Romero.
Tumba de Nicholas Gilbert en el cementerio británico de Huelva, junio de 2015. Foto: Emilio Romero.

Al margen detalles y elucubraciones, la conclusión derivó en el deterioro de imagen del Dr. Courteen y el traslado del cadáver de Gilbert al Cementerio de San Sebastián en Huelva, según consta en el Registro Nº 62 de «Burials in the British Protestant Cemetery at Huelva -in theDiocese of Gibraltar».

Aunque de forma repetitiva es la primera, pero no la última vez, que el apellido lo encontraremos en Zalamea.

JOHN GILBERT. -Anteriormente citado como primer hijo varón de Nicholas.Nacido como su padre, en Breage, ingresó en la RTCL, en 12 de Abril de 1880, como entibador en el Deptº de San Dionisio con un salario de  96 libras/año.

Casó el 23 de Junio de 1883 con la zalameña, ANA WERT LIBRERO en la Parroquia de Sta. Bárbara, cuya unión fue bendecida por D. Antonio Muñoz Arteaga (aquel sacerdote que recreara Alcaide en su célebre cuadro de la masacre de 1888) cuando contaban 22 y 21 años respectivamente y viviendo en el Nº 12 del barrio de San Dionisio, domicilio en el que les nació un varón, llamado Juan Francisco, fallecido a corta edad, por angina, el 2-3-1884 siendo sepultado en el cementerio católico del mismo RT.

Posiblemente no sea demasiado mal pensar que la imperante «normativa social» llevada con rigor por la comunidad de la que John procedía, no era aceptado un «matrimonio mixto»… (¿Tal vez fue Ana una doméstica que enamoró al inglés o quizás el ardor juvenil de él olvidó las reglas…?.)

En cualquier caso, un año después de la pérdida de aquel primer hijo, es constatable que el joven matrimonio anglo-hispano trasladó su domicilio a Zalamea, dejando atrás  el problemático barrio de San Dionisio con sus infectos desagües y foco de enfermedades difíciles de erradicar, según lo consideraba el Dr.Courteen en informe que obra en los libros del archivo del Depto Médico de la época y, en la actualidad, custodiados por el Dr. Saldaña Manzana.

Aparte hipótesis de motivos barajados para el cambio de domicilio, –Desde San Dionisio a Zalamea– escasa duda ofrece admitir el beneficio que supondría para el devenir diario del matrimonio, a más de nacerle ya en Zalamea el 30 Abril de 1885 su segundo hijo, al que llamaron JOHN FRANCIS, asentado con el Nº 161 en el Registro de nacidos en el Vice­consulado británico de Huelva, como súbdito inglés (era común en el siglo XIX designar con el mismo nombre al hijo nacido con posterioridad al inmediato fallecido). Afortunadamente no fuimos contemporáneos a él, pero la imaginación es libre y si se mantiene dentro del debido respeto,las opiniones individuales solo pueden ser recíprocas. Por tanto, lo que seguirá deberá interpretarse como  simple soliloquio:

Fotografía del Staff de la RTCL, realizada en 1906. En el centro Mr. Neil Kennedy. Col. Particular
Fotografía del Staff de la RTCL, realizada en 1906. En el centro Mr. Neil Kennedy. Col. Particular

«En el transcurso de los años su especialización en los distintos trabajos mineros, lealtad a la Compañía,e igualmente concitando sobre sí la nacionalidad, que nunca perdió, debieron ser reconocidas condiciones para su promoción como Capataz y cuya presencia fotográfica quedó registrada, en la toma realizada hacia 1906 donde figura junto a todo el Staff inglés de la época, que preside el Director, Neil  Kennedy, en la segunda fila por arriba a la derecha de la misma con reloj de cadena sobre pecho.

Físicamente, su posado en ella denota a un ser de fuerte complexión, orgullosamente de aparecer entre compatriotas y muy a tono con la idea que particularmente tenemos, de determinados Capataces supervisando los antiguos tajos de mineral”.

El destino, que a cada cual nos reserva impredecibles consecuencias, fijó en el año 1913 el final de la vida de John Gilbert, arrebatada de forma trágica en el pavoroso incendio que surgió en el Pozo Alicia en la fría madrugada del 1 de Noviembre de dicho año.

Al ser de comunión católica, su enterramiento se realizó en el antiguo Cementerio de Rio Tinto, (hoy desaparecido) y señalizado el lugar con lápida idéntica a las erigidas para sus compatriotas, dos de las cuales aún se alzan hoy en el Cementerio inglés de Bella Vista.

Con ocasión del posterior fallecimiento de su esposa, ANA WERT LIBRERO, sus restos fueron exhumados y trasladados al Cementerio de Zalamea, donde como se verá se hallan, mismamente, los de su hijo JOHN FRANCIS.

Tengo para mí que, si al hallar vestigios de huellas estas se abandonan, deben compararse con apasionante libro abierto pero con inconclusa lectura. Por tanto, sopesando la longitud del camino a recorrer, las «marcas» ya encontradas incitan a su seguimiento…. y donde ellas finalizan nos llevan a ese inglés de Zalamea que fue, en versión española: JUAN FRANCISCO GILBERT WERT.

Anteriormente quedó anotado les nació a sus padres, John y Ana, en Zalamea el 30-3-1885. Un escueto apunte en el viejo Libro de empleados extranjeros, de la Compañía,  detalla su nombre  y edad de  14 años, trabajando  en San Dionisio en 1899 si bien, se desconoce continuó al servicio de la misma, puesto que no figura en el listado general que data de 1914

Tenemos documentado el parentesco de primo-hermano que le unía a los dos hijos de su tía carnal, PATROCINIO WERT LIBRERO, (también residente en Zalamea y casada con otro inglés).

Añadir poco más de su discurrir en vida y sólo precisar que casó con Lorenza González Perea y, al fallecer el 22-12-1916 como consecuencia de «colapso cardiaco» en la calle Leandro Martínez, de la  repetida población, no tuvieron sucesión, según expresa su Acta de Defunción.

Detalle del libro de enterramientos del Ayuntamiento de Zalamea la Real. Agradecimiento a Rafael Pichardo Pulido.
Detalle del libro de enterramientos del Ayuntamiento de Zalamea la Real. Agradecimiento a Rafael Pichardo Pulido.

Podemos concluir que el seguimiento de las huellas GILBERT obligó a retrotraemos hasta dar con su abuelo Nicholas en Huelva, para finalizar en el Cementerio Municipal de Zalamea la Real donde un panteón cubierto, en la parte derecha de la entrada, indica el enterramiento de la Sra. ANA WERT LIBRERO, fallecida en 1923, además de los restos de su esposo e hijo.

Reiterar que esos restos fueron exhumados de lugares anteriores para, finalmente, en este últimos, compartir la paz eterna en la misma tierra que en vida unió a los tres.A pesar de lo cubierto por el polvo, no fue tan denso como para borrar unas huellas inglesas en tierra, tan andaluza como Zalamea.

1 comentario en «Huellas británicas en Zalamea la Real»

  1. En Punta Umbría, la huella británica está representada por LA CASA DEL GUARDA, única construcción que aún perdura de aquella época. El museo inglés (réplica de una de las casas) también puede ser visitado. Esperemos que la CASA DEL GUARDA sea arreglada pronto y completen la visita. Por cierto, hay una recogida de firmas en change . org para solicitar su adecentamiento. Quien quiera….ya sabe…. el patrimonio de Huelva hay que conservarlo.

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