Redacción. Ocnos, cuyo nombre utilizó Cernuda para su poemario sobre lugares de Sevilla, es un misterioso habitante del Hades que pasa la eternidad trenzando una cuerda de juncos que su asno devora en el acto. Como símbolo de lo efímero y de lo inútil, la trenza de Ocnos establece una perfecta analogía con el arte que no sirve a ningún propósito más que a sí mismo; y particularmente con la música que, como la cuerda, desaparece inmediatamente tras ser creada.
Desde Proyecto OCNOS se afirma que el paradigma de la música clásica está cambiando, y que en estas circunstancias el intérprete tiene una gran responsabilidad y está llamado a cumplir un papel fundamental en la tarea de definir el papel de la música en el nuevo siglo a través de su difusión y del acercamiento al público más diverso, además de establecer una estrecha relación con los compositores actuales. Con este objetivo Proyecto OCNOS pretende mostrar un panorama del universo sonoro de los siglos XX y XXI, poniendo especial atención a los compositores españoles. En este contexto se encuadra el magnífico recital que la soprano Rocío de Frutos, el clarinetista Gustavo Domínguez y el afamado guitarrista Pedro Rojas Ogáyar ofrecieron en la noche del sábado en el singular patio del edificio El Faro, recuperado como espacio escénico por Mos Producciones, y abarrotado una vez más por un público que supo apreciar la calidad y brillantez de los grandes músicos participantes.
Durante casi hora y media Proyecto OCNOS desarrolló en Mazagón su programa denominado Marsias, en honor al sátiro flautista que según la mitología griega desafió al propio Apolo en un concurso de habilidad musical. Obras de algunos de los mejores compositores contemporáneos como Britten, Gerhard, Takemitsu, Berio, Martin, Dessau o Cage, fueron deliciosamente interpretadas por estos grandes músicos que recibieron el reconocimiento unánime y caluroso del público.