Miguel Velasco Márquez. Era 1939 cuando la Metro Goldwyn Mayer arriesgaba produciendo la que, con el paso del tiempo, acabaría convirtiéndose, por derecho propio, en uno de los grandes clásicos del género infantil de nuestro tiempo.
Protagonizada por Judy Garland y con una imaginería visual apabullante salida de la mente del visionario Lyman Frank, El Mago de Oz consiguió hacerse un hueco en el imaginario colectivo (¿alguien acaso no recuerda la maravillosa Somewhere over the rainbow?).
Estamos en 2013, los arcoíris y las baldosas amarillas hace tiempo que partieron hacia rincones perdidos en la memoria y con ellos la creatividad y la astucia de la mayoría del género cinematográfico actual.
El director Sam Raimi parece querer repetir la jugada que convirtió la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton en un estrepitoso fracaso, ¿para qué tocar lo que ya está bien? Como en aquella, crea un film cuyo principal objetivo es el deleite visual del espectador, apabullarnos con imágenes preciosistas continuamente para hacernos olvidar que tras ellas tendría que haber un continente y un contenido. Ni lo uno ni lo otro encontraremos a lo largo del metraje, arrastrando a esta precuela del clásico de 1939 al más absoluto de los sopores.
La historia nos cuenta como Oscar Diggs (James Franco), un mago de circo de poca monta y de dudosa reputación, tiene que abandonar la polvorienta Kansas y dirigirse al brillante País de Oz. Está convencido de que le ha tocado el premio gordo y que la fama y la fortuna están a su alcance. Pero las cosas se tuercen cuando conoce a tres brujas: Theodora (Mila Kunis), Evanora (Rachel Weisz) y Glinda (Michelle Williams), que no están nada convencidas de que Oscar sea el gran mago que todo el mundo esperaba ansiosamente. Oscar tiene que enfrentarse a todo tipo de problemas en el País de Oz y también a sus habitantes. Así que deberá averiguar lo antes posible quién es bueno y quién es malo. Oscar utiliza sus juegos de magia, con ingenio, fantasía y algo de brujería y además de transformarse en el gran y poderoso Mago de Oz se convertirá en un hombre mejor.
El diseño de producción abruma en la mayoría de las escenas y en otras naufraga estrepitosamente (lo del campo de girasoles es horrible), los escenarios son deliciosos realmente pero, poco más hay donde rascar si el director olvida lo más importante, una historia que se adentre en el recorrido vital de los personajes a través de su aventura y evite que finalmente el resultado de la obra sea un mero delirio visual sólo disfrutable para el público infantil.
Michelle Williams, Mila Kunis y Rachel Weisz (lo mejor de la función) consiguen unas interpretaciones notables como las tres brujas mientras un desorientado James Franco es incapaz de dar la mínima verosimilitud a su personaje.
Pixar se ha llevado años haciéndonos creer que aunar maestría con productos infantiles era posible, ahí tenemos obras cumbres como Wall-E, Buscando a Nemo o Toy Story 3, hasta que llegaron Crónicas de Narnia, Alicias y obras como ésta para tirar por tierra todo lo anterior creando películas a modo de videojuego con ningún resquicio de originalidad, copiadas unas de otras con el único objetivo de engordar la taquilla.
No esperen hombre de hojalata, espantapájaros o Somewhere overe the rainbows, se quedaron por el camino, como también quedó la inventiva para los grandes estudios. Hay una frase en la película que dice “ Cuando tienes fe, cualquier cosa es posible”. No es éste el caso Raimi.
Ficha técnica
Título original: Oz: The great and powerful. Dirección: Sam Raimi. País: USA. Año: 2013. Duración: 130 min. Género: Fantástico. Interpretación: James Franco (Oscar Diggs “Oz”), Mila Kunis (Theodora), Michelle Williams (Annie / Glinda), Rachel Weisz (Evanora), Zach Braff (Frank / voz de Finley el mono), Abigail Spencer (May), Joey King (niña en silla de ruedas / voz de la niña de porcelana), Tony Cox (Knuck). Guión: Mitchell Kapner y David Lindsay-Abaire; basado en la novela de L. Frank Baum. Producción: K.C. Hodenfield y Joe Roth. Música: Danny Elfman. Fotografía: Peter Deming. Montaje: Bob Murawski.