Ana Rodríguez. Con la Semana Santa llega a las calles el olor del incieso, la solemnidad de las procesiones, el fervor de los devotos y los sones que mecen hasta las almas más rígidas. Pero también, es un tiempo de asueto y descanso en el que nos relajamos y nos dejamos llevar por pequeñas pasiones. Aquí nos referiremos a las más dulces, esas que nuestro paladar atrapa en su memoria año tras año en estas vísperas de primavera y con las que sueñan los más glotones.
Las estrellas de la repostería casera en la Semana Grande onubense son, indudablemente, las torrijas, los hornazos y las cocas. Estas tres delicatessem tientan desde los escaparates de todas las pastelerías, incitando a los paseantes a hacer una parada en el camino para paladearlas con un buen café o un chocolate.
Como indica Joaquín González, de la confitería Dioni, si se hacen siguiendo la tradición, para hacer unas buenas torrijas hay que coger una base de pan y embeberla con leche perfumada en canela y limón, aunque hay quien prefiere pasarlo por vino dulce. Después, se meten en huevo batido y se fríen, para posteriormente emborracharlas en algún almíbar o en miel.
Los hornazos y las cocas, sin embargo, se hacen con masa horneada, siendo el ingrediente principal de ésta las almendras. Los primeros son similares a una torta de aceite con el citado fruto seco y huevo. Se hacen, una vez que tenemos la base, batiendo los huevos con el azúcar y luego añadiendo la ralladura de limón y cabello de ángel. Posteriormente se le incorpora la almendra y la canela y, una vez listo, se le espolvorea ajonjolí, canela molida y trocitos de almendra. La coca es muy similar, ya que también lleva almendras, cabello de ángel y el aroma que le confiere el anís, la matalauva, la canela, el sésamo y el ajonjolí.
Pero lo realmente bueno es poder sentarse tranquilamente a degustar uno de estos manjares que, aunque no de forma exclusiva, sí es más fácil encontrarlos en estas fechas cofrades.