Leticia Camacho. Se basa en la confianza, el trabajo en grupo y la diversión. El AcroYoga, que mezcla los principios de la práctica milenaria del yoga con los dinámicos movimientos de la acrobacia, se ha introducido en Huelva y cuenta ya con numerosos seguidores y al menos dos profesores certificados, Rosa Monís López y Abraham Gómez.
De hecho, es también una práctica novedosa en España; concretamente en Andalucía ha tenido lugar el primer Festival de AcroYoga, AcroYoga Sur Festival, muy recientemente en la localidad gaditana de Jimena, al que han acudido unos 70 participantes y alrededor de 30 profesores y organizadores. Entre estos últimos, se encuentran, además de Rosa Monís López y Abraham Gómez, Helena Chacón y Javier Muriel, propietarios de la escuela de yoga onubense Yogakula (antes Ananda Leirum), culpables de la inmersión en este mundo de bienestar que está cosechando muchos adeptos en nuestra ciudad.
Entre los beneficios del AcroYoga se encuentran «la diversión, la comunicación y la pérdida de miedos«. La especialidad necesita, como mínimo, dos personas para practicarse, aunque lo ideal es que haya tres, una persona que vuela, otra que sostiene y la última que cuida, al menos al principio, «por eso es tan divertido, porque no es tan individualista como el yoga», aclara Muriel.
En la línea, Rosa añade que «la comunidad en el AcroYoga es de vital importancia«, y además que «todo el mundo puede practicarlo, siempre y cuando sepa escuchar al compañero, a si mismo y el nivel se adapte a sus circunstancias específicas», asegura. Rosa es licenciada en Biología Molecular y posee un centro de Medicina Biológica en Huelva y ha encontrado en esta práctica «una forma especial de hacer deporte y pasármelo bien».
Con Abraham Gómez, su pareja y compañero de AcroYoga, y bajo el nombre de Acrolovers, impartirán clases este verano en Mosquito Club, en Punta Umbría, «son clases sueltas y no se necesita experiencia previa ni llevar pareja, toda la información está en nuestra página web«.
La práctica del Yoga, que significa unión, se desarrolló originariamente hace miles de años al norte de la India, hoy Pakistán, como vía para relajar la mente. A menudo, el estrés hace que miles de personas acudan a la esterilla en busca de paz interior y se sumerjan en los principios de este antiguo sistema holístico destinado a armonizar el cuerpo y la mente. Es precisamente el caso de Javier, que empezó a practicar yoga como escape al ritmo de su trabajo anterior y hoy se dedica de pleno a enseñar yoga y también buceo a pulmón, instrucción muy relacionada con las pranaiamas o ejercicios de respiración propios del yoga.
También Helena tenía otra profesión totalmente distinta a la de ser profesora de yoga, «era geóloga y trabajaba en la Universidad, hace unos 15 o 20 años el yoga no estaba tan extendido como ahora y ni siquiera te planteabas dedicarte a él porque apenas se conocía».
El creciente estrés generado por el ritmo de vida actual, sumado a la facilidad con la que las nuevas tecnologías y las redes sociales ayudan a expandir las novedades, han convertido al yoga en un estilo de vida para la mayoría de sus practicantes. De hecho, son numerosos los talleres, cursos, escuelas y encuentros –jams– en torno a esta corriente.
De esta forma conocieron Helena y Javier la existencia del AcroYoga, viendo vídeos en Internet. «Nos llamó mucho la atención y quisimos probar enseguida, así que nos inscribimos en un taller que impartió en Tarifa Leticia Borges«. Desde entonces han seguido interesándose en esta especialidad y están muy cerca ya de acreditarse como profesores en la escuela de Acrovinyasa.
La acreditación del profesorado de AcroYoga se hace a través de escuelas privadas. Las principales a nivel internacional son: Acroyoga.org, Acrovinyasa, Acro Revolution, Partner Acrobatic, Acroyoga Montreal y Acro.yoga.thai, cuyos matices radican en el enfoque. «El Acrovinyasa, explica Helena, parte sobre todo de las asanas -posturas- del yoga, mientras que la escuela de acroyoga.org le da mucho protagonismo al masaje thailandés o el AcroYoga Montreal a la parte más artística de la disciplina».
Lo cierto es que sea cual sea la escuela, el AcroYoga utiliza la confianza como pilar y obliga a los que lo practican a conocer sus límites mentales, retándolos a perder el miedo. La concentración, el equilibrio, la flexibilidad y la fuerza son otras cualidades que todo acroyogui debe poseer. La buena noticia es que todas ellas pueden aprenderse y mejorarse con la práctica y el tiempo. No hay excusas, el AcroYoga es ya una realidad en Huelva. Como recuerdan los Acrolovers en su web, «el hombre no deja de jugar porque se hace viejo,
sino que se hace viejo porque deja de jugar«.