A. R. E. Bajo el genuino río Tinto la vida también fluye. Lo hace en forma de microoganismos, pequeños seres que los investigadores están tratando de estudiar para conocer mejor qué hace tan único e interesante a este espacio de nuestra geografía. En esta línea, el pasado mes de mayo finalizó un proyecto europeo IPBSL centrado en el análisis del subsuelo del río, cuyos resultados fueron realmente sorprendentes para la comunidad científica, pues han hallado una concentración de vida mucho más elevada de la que pensaban que habría en un primer momento.
Y es que el interés que despierta este enclave de nuestra provincia es por todos conocido. El color rojizo del agua y la tierra ha atraído la atención de los investigadores que, desde hace décadas, se preocupan por conocer mejor las características de este paisaje. Uno de ellos es el catedrático en Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador asociado al Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) Ricardo Amils Pibernat, cuyo grupo lleva 30 años analizando el río y su entorno.
En un primer momento, la pregunta que a todos asaltaba era ¿es el color rojo y la acidez del río producto de la contaminación minera? Para responder a esta cuestión, los profesionales, en una etapa previa, observaron el ambiente natural del espacio y luego profundizaron con un estudio astrobiológico, concluyendo que «el modelo de conocimiento de la diversidad microbiana no encajaba en la idea de que era producto de la contaminación», explica Amils. Además, el catedrático añade que «los vestigios más antiguos de la acidez del río tienen millones de años y por entonces no había actividad minera«.
Por lo tanto, el origen del Tinto es completamente natural, pero algo debía causar la alta concentración de hierro, el pH ácido del sulfúrico tenía que producirse entonces en algún lugar del subsuelo. Según afirma el catedrático de la Autónoma de Madrid, debía existir un biorreactor subterráneo operando en la Faja Pirítica y, al contacto de éste con el agua, se produce la reacción que otorga al río sus características».
Por ello se iniciaron proyectos de perforación que intentaban atravesar la Faja Pirítica, los cuales han dado sus frutos y han permitido conocer los microorganismos que pueblan el subsuelo. En este marco se enclavan el conocido Proyecto Marte, llevado a cabo en colaboración con la NASA, así como el citado proyecto europeo IPBSL que culminó el pasado mayo. En este último se ha llegado a profundizar 620 metros en la tierra, y se han podido aplicar, además, técnicas complementarias para conocer a los responsables de la oxidación de los sulfuros metálicos.
A este respecto, Amils pone de relieve que «hay todo un universo allí abajo. Hemos hallado el ciclo completo del carbono, del nitrógeno, microorganismos que comen pirita… Está lo que esperábamos, como el ciclo del hierro y el azufre, pero aparte de eso, lo más curioso es que hay más vida de la que pensamos, y eso no tiene que ver necesariamente con la Faja Pirítica, puede que se dé en todo el suelo de la Tierra, pero es que sabemos tan poco de lo que hay bajo nuestros pies… Sirva el hecho de que el primer estudio de microbiología del subsuelo tiene sólo 20 años, es algo completamente nuevo».
Y es que, hasta ahora, la mayoría de este tipo de actuaciones se han llevado a cabo aprovechando las prospecciones hechas por los mineros, no resultando, por tanto, las condiciones más adecuadas para estudiar estos microorganismos. «Se han hecho algunas perforaciones, pero no suficientes ni con la profundidad de análisis como la del río Tinto», asegura el experto.
En relación a los microorganismos encontrados, el catedrático destaca que con el nivel de análisis que permiten las técnicas sólo pueden llegar a los grandes grupos, a los géneros, «para hablar de nuevas especies hay que conseguir aislar al microorganismo y eso es complicado porque tienen una vida geológica, crecen muy lentamente», destaca Amils, aunque ello no quita que su equipo continúe intentándolo mediante la combinación de técnicas, entre ellas la bioinformática.
Pero lo que sí tienen en marcha es un nuevo proyecto con el que pretenden obtener datos de lo que ocurre en el subsuelo en tiempo real a través de sondas, que ya han sido diseñadas por los ingenieros, y que serán introducidas por los pozos de las prospecciones. «Ahora estamos haciendo pruebas para ver si las sondas resisten las condiciones extremas del ambiente», apunta el catedrático.
Todos los datos obtenidos en este estudio está siendo analizados y se publicarán convenientemente en el futuro para arrojar un poco de luz sobre ese llamado universo oscuro, un universo que se esconde bajo el suelo que pisamos, «que desconocemos totalmente y que es igual o más interesante que la superficie», apostilla el científico.
Marte en Riotinto. Otro de los proyectos que han analizado el río Tinto en los últimos tiempos es el Marte, una iniciativa en la que estuvo involucrada la NASA, a la que le interesaba usar el río Tinto como modelo, para probar la instrumentalización que utilizarán algún día en el planeta rojo.
Ricardo Amils señala en este punto que los expertos también estudian el río Tinto y su entorno para saber si alguna vez pudo existir vida en Marte, ya que hay muchos aspectos en los que el enclave onubense y el planeta rojo coinciden. Éste es el motivo por el que se analizan los minerales de la zona, generados por procesos biológicos, y se comparan con los de Marte, cuyo origen se desconoce; o la presencia de metano, gas también presente en ambos lugares, por poner sólo algunos ejemplos.
«Hay mucha gente interesada en estudiar el río Tinto porque es uno de los mejores análogos de Marte que tenemos, las características generales del río terminan influyendo en la exploración del planeta rojo«, atestigua el catedrático.