Ana Rodríguez. Hace cuatro años, el grupo de investigación Geomorfología Ambiental y Recursos Hídricos de la Universidad de Huelva lanzaba una auténtica bomba informativa. Había hallado evidencias de un tsunami anterior al de Lisboa de 1755, un maremoto de las mismas características que el portugués (8.5 grados) que se habría producido en torno al 218-210 a.C., siendo considerado el primer tsunami histórico de la costa atlántica y, lo que es más importante, la constatación de que la falla Azores-Gibraltar, una zona tectónica situada al sureste del cabo de San Vicente donde se originaron ambos movimientos, suponía un riesgo sísmico real para Portugal, España y Marruecos.
Pues bien, desde entonces las investigaciones de este equipo, en colaboración con profesionales de las Universidades de Faro y Lisboa, se han orientado a detectar en registros geológicos anomalías parecidas a las dejadas por ambos maremotos que correspondieran a épocas anteriores al segundo tsunami descubierto, a fin de conocer con qué periodicidad y recurrencia se producían.
Finalmente, los geólogos han encontrado evidencias sueltas, una en Doñana y otra en la costa de Cádiz, de un maremoto, no igual a los anteriores pero sí parecido, que se habría producido hace aproximadamente 4.000 años, en el periodo histórico del Neolítico-Calcolítico. Según informa el geólogo de la Universidad de Huelva Joaquín Rodríguez Vidal, «en aquella época sólo vivirían en la costa pescadores, por tanto de este último posible tsunami, aún en estudio, sólo existen evidencias geológicas».
Y es que cuando un maremoto se produce, sus enormes olas arrastras y remueven el fondo del mar, depositando estos sedimentos marinos sobre tierra continental (estuarios, laderas, montañas, etc.). Este rastro es el que luego sirve a los expertos para conocer, entre otros datos, qué altura tenían las olas, hasta dónde llegó el agua y en qué fecha tuvo lugar el fenómeno, esto último a través de la datación de los restos por radiocarbono.
En este sentido, Rodríguez explica que por aquellas fechas, Doñana era un golfo marino, un gran estuario por el que el mar entraba y llegaba hasta Sevilla. Por ello, el tsunami alcanzaría el que ahora es un Parque Natural, depositando los correspondientes sedimentos que los geólogos han podido descubrir gracias a los sondeos realizados. En el caso de Cádiz, los restos del tsunami más antiguo han sido localizados en acantilados.
Para continuar con las investigaciones y hallar nuevas pruebas que ratifiquen este maremoto de hace 4.000 años, los investigadores onubenses desean hacer incursiones en los territorios donde se ubicaban ciudades ya desaparecidas, como la Cádiz de antes de los romanos o el asentamiento fenicio y púnico de Doña Blanca, junto al río Guadalete, así como determinadas poblaciones costeras del Algarve portugués, zonas todas ellas donde no se han producido asentamientos posteriores a éstos de hace cientos de años, los cuales que hubieran podido borrar o sepultar las huellas del pasado.
Sobre cómo fueron los dos últimos tsunamis que afectaron a la costa atlántica, en concreto al área comprendida entre Lisboa y el Estrecho, pasando por el Algarve, la costa de Huelva y Cádiz y la de Marruecos, sí existen datos contrastados. El lugar donde se originaron fue a unos 150 kilómetros del Cabo de San Vicente, aunque el punto exacto se desconoce, ya que en 1755 no se disponía aún de los instrumentos adecuados para medir estas variables. La intensidad alcanzada fue de en torno a 8.5 grados en la Escala Richter y podrían asemejarse al que padeció Indonesia en 2004.
«Las olas habrían tenido una altura, de media, superior a los seis u ocho metros, dependiendo de la topografía sumergida y emergida, en el caso del de 218-210 a.C. En Huelva habrían alcanzado unos cinco metros, pero a ciencia cierta no sabemos cómo se comportó a lo largo de toda la costa, en todos los lugares, porque también la paleogeografía del Golfo de Cádiz era distinta entonces», analiza el geólogo de la Universidad de Huelva.
Por otro lado, el descubrimiento del tsunami que se produjo hace 2.200 años ha dado lugar a un replanteamiento histórico de las Guerras Púnicas pues, por las fechas que se manejan, el maremoto habría afectado a la costa atlántica justo antes de que los romanos invadieran esta zona, causando en la misma grandes estragos. «Como la historia la escriben los vencedores, no hay nada escrito a este respecto, pero estamos en conversaciones con historiadores porque existe esta posibilidad», explica Rodríguez.
¿Existe peligro real de tsunamis? Este estudio del grupo de Geomorfología Ambiental y Recursos Hídricos de la Onubense ha logrado situar en el tiempo, en total, tres tsunamis en la costa atlántica que afectaron, lógicamente, a la provincia de Huelva: el de Lisboa de 1755; el de 218-210 a.C. y el último descubierto, y aún en fase de ratificación, de hace 4.000 años.
En base a estos datos, Joaquín Rodríguez destaca que «parece que la frecuencia con la que se producen estos fenómenos en esta zona es relativamente larga, pero no hay certezas. Ni en los terremotos ni en los tsunamis hay matemática, sólo estadística, y la estadística nos dice que la recurrencia de estos grandes tsunamis sería de unos 2.000 años«. Pero el geólogo matiza que recurrencia significa que «en 2.000 años se produce uno, pero la estadística no dice cuándo», o lo que es lo mismo, entre 1755 y 3755 habrá un nuevo maremoto -siempr según las estadísticas- que afectará a la costa atlántica, pero hay las mismas posibilidades de que el fenómeno se produzca en 2025 como en 3500.
Y es que los tsunamis tienen su origen en una acumulación de energía «que llegado un punto se dispara, y no sabemos por qué ni dónde», explica Joaquín Rodríguez. Además, el investigador señala que también ha habido maremotos intermedios, de menor importancia y cuya recurrencia se sitúa en torno a entre 400 y 500 años.
En este sentido, el geólogo advierte de que los tsunamis son un peligro real, «aunque la gente no esté concienciada porque los ven como algo a largo plazo». Por ello, asegura que es necesario educar desde los colegios para saber cómo actuar en caso de que uno se produzca. Por ejemplo, se aconseja acudir a un lugar alto, por encima de la altura de las olas, o subir a la azotea de edificios elevados siempre que no estén construidos en terrenos blandos, pues el bloque podría venirse abajo con el agua.
«Hay que adoptar medidas de prevención en las instalaciones, en las infraestructuras, medidas de evacuación… los responsables de las ciudades costeras deben tener este factor de riesgo en cuenta a la hora de ordenar el territorio», advierte Rodríguez, quien además añade que en el caso de Huelva sólo se dispondría de media hora para reaccionar desde que se produjera el maremoto hasta que las olas llegaran a la costa onubense, un periodo muy escaso si se desconoce cómo se debe actuar.
En cualquier caso, estar preparados para lo que pueda pasar siempre es la mejor medicina, y gracias a estudios como los realizados por este equipo de la Universidad de Huelva se puede conocer al virtual enemigo y prepararse para afrontarlo, ya sea dentro de dos años o de 2.000.
4 comentarios en «Investigadores de la UHU hallan evidencias en Doñana y Cádiz de un posible tsunami acaecido hace 4.000 años»
PUES PREPARARSE PARA ESTE FENOMENO NATURAL ESD MUY DIFICIL PUES LA SOCIEDAD DONDE VIVIMOS ESTAN PREOCUPADO DE OTRAS COSAS.
Pepe, tienes toda la razón; pero los ejemplos muy mediatizados de Indonesia en 2004 y Japón en 2011 nos deben de hacer recapacitar. En Huelva hay antecedentes de maremotos similares.
La primera vez que hoy hablar de tsunamis fue en una revista científica allá por mi adolescencia. Años después un gran profesor me enseñó multitud de cuestiones teóricas acerca de los mismos. Pero las imágenes de los de 2004 y sobre todo el de 2011, que vi en directo gracias a internet, me ha permitido tener una idea conceptual bastante aproximada.
Es necesario trasmitir esa idea a la población, y modelar y señalizar la costa para un gran evento de este tipo. Aunque dudo mucho que se logre.
SALUD
Abrazos Joaquín.