(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro. Hoy nos pide el cuerpo ser descaradamente juez y parte. Porque vamos a describir y analizar un casino del que también somos parte. Pero una parte marcadamente interesada, porque este Casino, el Casino Minero de Corrales, nos asignó el privilegio de nombrarnos Socios de Honor.
Queda dicho, en señal de agradecimiento y para justificar que este Casino vuelva a estas páginas con ribetes de importante.
Pero es que lo es. Por su propia historia, por su significado como entidad social y por su presente, nada imaginable solamente unos meses atrás.
El Casino Minero de Corrales es minero, no por tener minas, sino por estar al final de una línea de ferrocarril que traía el mineral desde las cortas de Tharsis y La Zarza, nada menos. En la rica zona minera de Huelva, tres nombres que han sido mitos de la tradición minera y que hoy lo son de nuestra memoria noble, esa parte de lo humano que no sabe de corrupción ni de bajeza.
Pero en esas tres localidades, Tharsis, La Zarza y Corrales, la vida se hizo mito en los salones de tres casinos, en sus explanadas y en sus puertas abiertas a un pueblo que lavaba el sabor de los sulfuros con manguaras dulces y tapetes verdes.
Hoy se mezcla el placer de ser Socios de Honor de este Casino Minero, con el orgullo de una historia amplia y densa, que rebosa la actualidad y se mete con osadía en el Corrales más actual y evolucionado. Por eso vamos a mezclar la historia con el brillante futuro que ha comenzado ya. En sus salones y en sus actividades, en su talante y en su gente, en la entrada y en el interior.
Una directiva ha aterrizado con una descarada carga de renovación en la vida y recuperación de la memoria. No es fácil, pero me parece apreciar en su mirada decisión, capacidad e ilusión. Tres competencias necesarias para cualquier empresa arriesgada.
Y ciertamente es arriesgado el intento, porque la exigencia es grande, por el peso importante de una historia que no es fácil. Ser minero, ferroviario y marinero, no es fácil de armonizar con medios precarios y soledad en el empeño. Pero ahí están, decididos y sonrientes, dando los primeros pasos que me atrevo a augurar como preámbulo de días felices en el Casino Minero de Corrales.
La primera vez que tomé café con esta nueva directiva, jugamos esa partida de tanteo que suele ser habitual. Miradas amables, pero escrutadoras de lo desconocido. Gestos suaves, con movimientos bien medidos. Palabras que buscan mucho y que ofrecen poco.
Pero solamente fue una hora de este tanteo obligado por el desconocimiento. Mi contacto con el Casino tenía ya cinco años de antigüedad, pero era como entrar en una iglesia con nuevos dioses. Hasta que una hora después, los escudos se hicieron transparentes y la sonrisa dio paso a la expresión. Comenzó ese día un encuentro con un viejo casino que buscaba ser nuevo.
Hay que dejar bien sentado el artículo primero de esta intención ambiciosa de la nueva Directiva: Recuperar el carácter minero de un Casino que nació minero.
Pero la historia es rica en referentes, que conviene no olvidar, hoy que está sobre el tapete verde una intención recuperadora de aquel estilo y escaparate de su memoria. De una memoria que se concreta en los objetos y actividades que le fueron propios años atrás.
Siendo Corrales la estación final de los viajes del mineral de Tharsis y La Zarza, es bueno recordar lo que significaba aquella Estación Ferroviaria de Corrales, a orillas de un mar que sólo entendía de barcos. Y de gambas y sardinas, de acedías y de chocos, que son nuestros vecinos al otro lado de la orilla.
Edificio construido por la compañía en 1920 y recientemente restaurado, de una gran belleza, conserva toda su fachada y muros exteriores originales, tras una restauración que lo ha convertido en dependencia municipal cercana para el poblado minero de Corrales. El entorno se actualiza y eso obliga a que el Casino haga lo propio. Para ello nuestra amiga Isa, socia del Casino también, ha reproducido algunas escenas de ese perfil ferroviario que el Casino Minero ha tenido en su historia.
Estación que compartía protagonismo con el Muelle de Carga de Corrales, construido en aquel lejano 1871. Más de un siglo, hasta 1992, descargando el mineral, a lo largo de 900 metros de un muelle de hierro y madera, que albergaban durante el día a los que por la tarde se acogían al descanso en el Casino, junto a los amigos, la partida y el vaso de palomita. Para eso estaba el Casino, para recoger el cansancio de quienes transportaban riqueza y solamente necesitaban el amparo del templo del asueto.
Y de nuevo topamos con el deterioro del abandono y el expolio. Hasta 1994 el abandono ha condenado a este histórico muelle a una casi desaparición. Declarado «Bien de Interés Cultural», sufre un incendio en 2003. Y la pregunta es fácil de imaginar: ¿Por qué no ha tenido esa categoría de Bien Cultural desde el mismo momento de su cese de actividad?
Otro vecino de vida de aquel entonces, la Oficina de Pagos de Corrales, permanece como testigo de los nuevos aires del Casino. Construida en el año 1918, se utilizaba para pagar los salarios del personal de la citada Compañía, de ahí su nombre. Y ahí sigue, humilde y bello en sus coquetas dimensiones. Mirando al Casino o admirada por éste. Pero está, que no es poco, en un país acostumbrado a que el patrimonio vaya desapareciendo por la desidia esa.
El Casino, nuestro Casino Minero, está a tiempo de salvar su categoría de Casino. Que todo es posible y no sería un hecho nuevo en nuestra provincia, en materia de conservación de casinos. Son ya muchos los que se han convertido en «otra cosa» o han desaparecido, como consecuencia de la ausencia de medidas que podían haberse tomado. Y fácilmente. En Corrales, creo que estamos en el inicio de un camino de logros satisfactorios.
Y que el Teatro Cinema sea testigo. Porque en otros tiempos compartió con el Casino tardes de placer y de encuentro. Inaugurado en febrero de 1953 y abandonado a principios de la década de los ochenta, fue reinaugurado en noviembre de 2002 tras su restauración. Y aquí surge una nueva cuestión que pone al Casino en el escaparate del protagonismo: Que el Casino Minero de Corrales no sufra nunca ese proceso indignante de deterioro que ha sufrido su entorno.
Y en eso está la nueva Directiva y otros socios que se han subido a la locomotora de un tren que ya no lleva mineral, pero sí está cargado de historia y de memoria patrimonial. En eso están y hoy toca dejar bien claro el placer de ser Socio de Honor de un Casino que está siendo ejemplo de evolución y recuperación.
Evolución, desde aquel 1910, origen de la Sociedad y ese otro 1918, en el que edificio y reglamento iniciaron su andadura como soportes de la Sociedad creada.
Con un primer Presidente, Rafael Sequera de Lías, que tal vez no pudiera imaginar que su Casino llegaría a ser un mito entre sus semejantes de la provincia.
Arrendado, como se decía entonces, por 5 pesetas al año, por la Compañía Minera, que era la propietaria del edificio. Y protegida por esta entidad, con algunas condiciones de funcionamiento, como que hubiera un miembro inglés en la Directiva y dos interventores entre los doce miembros de ésta. Tal vez medidas entonces adecuadas para el buen funcionamiento de una entidad cuyos componentes carecían de experiencia en gestiones de este tipo.
Y hoy, un siglo más tarde, aquí está, sugerente y prometedor, un Casino que inicia nueva época de recuperación de su mítica presencia entre los casinos de Huelva.
Entrar en el amplio salón, ya invita al cotilleo de los múltiples detalles que han modificado el panorama del interior. Impacta la nueva entrada, con espacioso cortaviento de madera, con cristales recuperados de la antigua edificación, que aporta un empaque y confort a un salón ya hermoso y atractivo. Y el logotipo del Casino en los cristales, como debe ser en un casino que se precie y como es ya casi una costumbre en los Casinos de Huelva.
Y dentro, en el acceso desde el salón a otras salas, una puerta del antiguo Casino recuperada para su uso en su anterior lugar. Historia que reclama la belleza de lo que hubo. Que a veces se sustituyen objetos de uso desestimando el valor de lo hay.
Y, en la pared, trozos de reliquias que el romanticismo cultural obliga a lucir: Un trozo de los azulejos originales del salón anterior, que es reliquia de un pasado no lejano que hemos perdido para siempre.
Y algo que estaba fuera, pero íntimamente ligado a nuestra condición de mineros: Un trozo del suelo original de la llamada «Casa de Huéspedes», donde se alojaban los componentes británicos de le empresa en sus estancias en Corrales.
Pero no solamente se recuperan elementos de antiguas realidades físicas, sino también humanas. Socios que habían sido baja en los últimos tiempos, están volviendo al redil de lo propio, junto a nuevas incorporaciones que esperan del Casino la satisfacción de expectativas heredadas de padres y abuelos. Como en aquel 1918, en el que el Casino Minero era sala de lectura para los trabajadores de la empresa. De lectura y de encuentro, de actividad cultural y descanso, de ocio y de información. Que para eso está un Casino.
El regodeo disfrutando de las novedades en el salón, culmina al entrar en la sala de billar. Aquí, José Gálvez se impone como protagonista. Porque es bueno que quien ha llevado el nombre de Huelva por el mundo, con orgullo y dignidad, tenga una capilla dedicada a él, en uno de los templos del ocio más hermosos, el Casino Minero de Corrales.
Sala luminosa, amplia y de buena intimidad, lograda por una separación discreta del salón. Ventanales atractivos le dan amplitud de visión exterior, ambiente bien logrado y confort para su actividad lúdica. Pero, sobre todo, esa mesa impresionante bajo tres lámparas clásicas, que hacen del que visita este lugar sagrado, un enamorado del tapete verde. Y más aún, si en nuestro caso somos viejos amantes de las carambolas y de la manguara durante el turno del rival. Porque el billar es un rito disfrazado de juego. El billar es el pretexto para salir de la realidad y estar un rato en el mundo de nirvana que solamente pueden gozar los que se atreven a coger el taco y limitar su visión a las cuatro bandas verdes. El resto del mundo, no existe. Solamente el tapete, las bolas y «el otro», nuestro rival. Ningún otro juego tiene mente y sentimientos tan íntimamente unidos en la faena y tan aislados del resto del mundo. El mundo está ahí fuera. La vida está en el billar. Aunque al final, haya que salir de aquí y entrar en ese sitio desquiciante que es lo de más allá de la mesa y las lámparas.
Y aquí, en esta capilla del ocio, está siempre José Gálvez, mito de los Casinos de Huelva, en los que su recuerdo está presente. No hay Casino de Huelva que no se precie de haber tenido en su salón a Pepe Gálvez, aunque a veces el recuerdo se mezcle con la imaginación. Pero no importa. El billar y Gálvez son un maridaje inevitable y deseable.
Es un poco decepcionante que José Gálvez no tenga una calle en Huelva, su ciudad, siendo el onubense que más lució a su tierra en todos los escaparates del mundo. Sobre todo tras su muerte, en 2013, fecha que debería marcar un antes y un después en su recuerdo y homenaje. Pero a veces pasan estas cosas. Pero estos olvidos deberían corregirse con humildad.
El Casino de Corrales sí ha estado a la altura. Aquí tiene su sede el Club Huelva de Billar. Con sala propia y entorno agradecido. Sobre todo en un Casino en el que hay socios que fueron amigos de Pepe Gálvez y rivales en la mesa verde. Como nuestro amigo Antonio Fernández Vergara, de memoria cercana a Gálvez, porque no en vano jugaba con él al billar, sino que fue compañero de viaje en algunas de sus incursiones por los casinos de la provincia. Antonio es el artífice principal del traslado de la sede del Club Huelva de Billar al Casino de Corrales, que no en vano es socio y enamorado de este lugar, recuperado para la historia minera y para un ocio bien gestionado. Con Antonio tenemos un tema pendiente: Charlar sin prisas sentados en una de las sillas de la sala de billar de Corrales, con un café delante y disfrutar de su conversación amena y viva. Pero todo se andará.
Como igual hay una manguara pendiente con otro socio, Manuel Martínez, socio y directivo, con el que comparto cariño por un amigo común desaparecido, Eduardo, entrañable repostero del Casino de Rociana. La lista de amigos en Corrales se ensancha cada vez que vamos por allí, pero eso es uno de los alicientes de ser Socios de Honor.
Pero volvamos al billar, porque en Corrales es gratis jugar, para los socios claro está, en modificación de la costumbre anterior, como en casi todos los casinos, de pagar por el tiempo de uso. No en vano el Casino aporta ese privilegio a los socios, como colaboración con el Club de Huelva de Billar. Que no es poco orgullo tenerlo entre nuestras paredes.
Por cierto, la mesa que Pepe Gálvez donó al Club de Billar, está en el Casino de Corrales, porque es el mejor lugar para tal reliquia. Es un placer especialmente emotivo tocarla y mezclar tal sensación con los recuerdos de otros usos del billar, como referente de placer en el asueto. Pocos juegos tienen entre sus costuras el sabor de estas sensaciones.
Y Corrales ha sabido definirse. Y arropar esta mesa. Y colocar sobre ella un hermoso ejemplar de lámpara de las de siempre, como Dios manda en estos casos. Y sillas alrededor. Y una joya de mesita de cartas, con un diseño realmente curioso que renuncia a la sobriedad habitual para lucir graciosa su origen sureño. Y objetos de nuestra historia minera, cuadros que no molestan pero que visten, … . Y la sensación de estar en un sitio del que no se quiere salir.
La nueva vida de este Casino se regodea con logros que la Directiva actual ha colocado para goce de los que quieren sacar a pasear la memoria. Plano original de los vagones GREGG, vagones grandes de transporte de mineral, original, que luce en un marco de homenaje. Cristales de la puerta de entrada, recuperados los originales del almacén e integrados en la mampara nueva. Piano del antiguo Colegio ferroviario de Huelva, para hijos de ferroviarios (Que el del Casino ya no está). Colección de objetos minero-ferroviario, que esta Directiva ha logrado de particulares. Y mil atractivos que han sacado del olvido o el desecho para traerlos a su sitio en el mejor museo que puede haber de una localidad: La memoria de los socios de su Casino.
Y más objetos, recuerdos de nuestra memoria, que visten y ambientan las paredes de esta casa: Bocina de locomotora, fiambrera que usaban los obrero para llevar la comida, una lámpara de carburo que trae a la memoria aquel olor característico que no gustaba (A mí sí), una lámpara de ferroviario que los de ahora no conocen, el emblema recuperado con los símbolos que la compañía tenía (Cía. de cobre y azufre de Tharsis Limitada. Con los símbolos del cobre y del azufre.), …
La Directiva actual ha buceado en el entorno para recuperar objetos y datos que vistan el Casino de elementos coherentes con su pasado, recuperando para ello objetos diversos del recuerdo de una época, aunque no estén vinculados al Casino, sino a su época: Banco de dos plazas con asiento de tomiza, donado por la iglesia, quinqué de mesilla antiguo, dos librerías, mesa y mueble bajo, donados por la Diputación (Algo es algo …), elementos históricos (Cuadernos escolares del siglo XX, una barrena de la mina de Sotiel Coronada, un balón antiguo de fútbol, de los de cuero cosido….) y tantas cosas que son parte de una época y que van a llenar el salón de memoria viva de unos y descubrimiento de otros.
Pero también hay incorporaciones a la actualidad, para que los socios tengan en «su casa» aspectos culturales de su mundo: Exposiciones de pintura, conferencias sobre temas culturales diversos (Azoteas: Los Casinos de Huelva), Exposición de fotos del concurso del AMO (Asociacion Museo Onubense), de carácter anual, Charla sobre Virginia Wolf, … y otras actividades que avalan la intención de la actual Directiva de pintar el Casino Minero de calidad.
Salir de este Casino es volver a una realidad, donde está la desidia que destroza el patrimonio. Desde el otro extremo de la plaza de Rutheford, se impone una mirada atrás, para hacer una promesa silenciosa: Volver es cosa de tiempo, sólo de tiempo. El menor posible. Para descubrir nuevos logros de este grupo de entusiastas, con mis amigos Francisco Javier y Jesús a la cabeza, que dirigen la locomotora de un tren que ya no lleva mineral, sino calidades mineras para un casino que está volviendo a ser lo que era: Minero, pero de vocación actual en el ocio y las relaciones. Referente para el asueto en Corrales. Porque no hay acto que no se relacione con este Casino ni hora perdida que no conduzca a su salón.
Hay más ejemplos en los Casinos de Huelva, pero éste, el del Casino Minero de Corrales, muestra el camino para recuperar vida, valores y memoria. Y para ofrecer futuro, que es el mal endémico de los Casinos de aquí.
¿Hay dudas de por qué ser «Socios de Honor» del Casino Minero de Corrales es un honor para nosotros?
(A partir de ahora, los artículos de Azoteas tendrán una periodicidad mensual, en lugar de semanal. Saldrán el primer sábado de cada mes. Como en la liturgia.)
Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Corrales: Socios de honor»
Realmente sorprendente el conocer tantas novedades de la historia del casino de una pedanía pequeña de la provincia de Huelva, pues Corrales no es un pueblo, es una parte importante de Aljaraque, alejada unos cuatro kilómetros, buscando la salida al mar del mineral que se traía de la serranía, y de ahí su importancia, como bien nos dice D. Miguel.
También me ha sorprendido la juventud de dos directivos del casino que aparecen en la foto; ello es una garantía segura de que conseguirán su objetivo, pues la juventud lo puede todo, si se lo propone, además deben ser de la misma edad que el alcalde de Aljaraque, por lo que el entendimiento debería ser fluido, si lo que prepondera es el bienestar del pueblo a través de su casino.
Como dice D. Miguel ahora es el momento de apoyar, y algo haremos, con total seguridad.
Ya sabe Usted, Don Benito, que hay un café pendiente en el Casino Minero.
En cuanto a lo demás, creo que su cercanía a este lugar mítico hace que su sensibilidad esté predispuesta a disfrutar de una evolución ilusionante en este templo del ocio.
Porque aquí se da, además, la casi paradógica coincidencia de estéticas mineras, ferroviarias y marineras. Si lo miramos bien, es el manjar de tres gustos más atractivo ….. y peligroso.
Hay una canción de Maite Martín (O de quien sea) que ella canta como los ángeles: » … amar a dos y no estar loco …». Yo diría tres amores, que es más completo.