Enrique Nielsen y Jesús Copeiro. Los caminos adoquinados del cementerio de La Soledad se encuentran flanqueados por cipreses altos y vigilantes. Son caminos que invitan a visitar las historias más variopintas de los que un día fueran moradores de nuestra Huelva. Uno de ellos nos conduce hacia el lugar donde supuestamente descansa un importante protagonista de la II Guerra Mundial: William Martin, también conocido como el hombre que nunca existió.
Han transcurrido ya 72 años desde aquella mañana del 30 de abril de 1943, en la que el cuerpo de un oficial de los Royal Marines, cargado de nuevas y engañosas noticias, apareciera flotando en la playa onubense de La Bota. Un cadáver en el que los aliados habían puesto todas sus esperanzas para confundir al enemigo con un plan sutil, cuyo nombre en clave sería Operación Mincemeat o Carne picada. Los alemanes cayeron en la trampa, permitiendo a los aliados abrir en Sicilia un segundo frente europeo con un ahorro considerable de vidas.
El cadáver del falso oficial fue colocado en el interior de un contenedor metálico, con nieve carbónica en su interior para evitar la descomposición y trasladado desde la base de Holy Loch, en Escocia, hasta la costa de Huelva. El viaje lo hizo en el submarino HMS Seraph, mandado por el teniente Norman Jewell, que lo depositó en las tranquilas aguas de la playa de La Bota en la madrugada de aquel 30 de abril. Un pescador local, José Antonio Rey María, halló el cuerpo y dio aviso a las autoridades.
El levantamiento del cadáver fue realizado por Mariano Pascual del Pobil, juez instructor de Marina, que se hizo cargo de la cartera con los documentos que portaba el mensajero británico. William Martin fue trasladado a Punta Umbría a lomos de un burro y allí permaneció el resto del día, custodiado por militares españoles del destacamento de Infantería allí existente. A la mañana siguiente fue embarcado en la canoa El Rápido con dirección a Huelva y ya en la ciudad fue conducido al cementerio de La Soledad, donde el forense don Eduardo Fernández del Torno le practicó la autopsia. Motivo de la muerte: asfixia por sumersión, es decir, ahogado.
La operación discurría hasta ese momento como Montagu y Cholmondeley, los creadores de la misma, habían programado, dado que una de las mayores preocupaciones con las que se habían topado en la preparación del engaño, era la de hacer pasar por ahogado el cadáver de un mendigo suicidado con un matarratas. Pero, ¿realmente se habían arriesgado a utilizar el cuerpo de un indigente, para una operación tan delicada? Agustín Sibón, jefe del servicio de patología forense de Cádiz y su colega alemán Klauss Gottlieb, han mostrado un especial interés por este misterio y han aportado su opinión técnica al respecto. Ambos coinciden en manifestar que el forense onubense tenía 62 años en el momento de practicar la autopsia, que llevaba 19 años en la misma zona costera y que no era desde luego un inexperto en diagnóstico macroscópico de sumersión, como tampoco lo era con 32 años de ejercicio profesional para dictaminar una intoxicación por fósforo.
Un examen cuidadoso de este cadáver podría descubrir mala higiene bucal, lesiones dentales o tatuajes que no deberían existir en un cuerpo de clase alta. Las lesiones cáusticas producidas por la entrada del fósforo en la cavidad bucal y la posible ictericia derivada de la insuficiencia hepática, pondrían en evidencia la causa de la muerte y el ardid se hubiera descubierto. Ningún forense con una mínima experiencia puede confundir un diagnóstico macroscópico de sumersión con un diagnóstico de intoxicación por fósforo.
De hecho, cuatro meses antes de la llegada de William Martin a La Bota, en otra playa cerca de Matalascañas, en el lugar conocido como Barranco Colorado, unos carabineros descubrían el cuerpo de un soldado norteamericano el 17 de diciembre de 1942. Su avanzado estado de putrefacción obligó al juez a ordenar a los facultativos que le acompañaban a realizar la autopsia en la mismísima playa. Una vez practicada, elaboraron un informe en el que destaca la descripción de las tres cavidades abiertas (cráneo, tórax y abdomen) y de un conjunto de órganos pertenecientes a ellas: cerebro, corazón, pulmones, estómago, intestinos y ¡atención!, el hígado.
De forma que todo lo que dijo el orgulloso patólogo inglés Sir Bernard Spilbury (siempre en palabras de Montagu), referente a que los forenses españoles no realizaban rigurosas autopsias, a día de hoy podemos afirmar que es falso. A lo largo de los años, se ha ido arrastrando en distintos foros que el error del forense español fue fundamental para el éxito de la Operación Mincemeat, pero contando con los argumentos aquí expuestos, hay que afirmar que no erró.
Entonces, si don Eduardo no se equivocó en su diagnóstico forense y el cuerpo pertenecía a un verdadero ahogado, ¿qué cuerpo se utilizó? Esta reflexión nos lleva a la teoría del Dasher desarrollada por los investigadores británicos Colin Gibon y John Steele, y el investigador español Jesús Copeiro. John Steele era sólo un niño cuando el 27 de marzo de 1943 vio cómo frente a Ardrossan, su ciudad (ubicada en el estuario del río Clyde, costa occidental de Escocia), un portaviones explotaba y se hundía en poco tiempo. De los 528 tripulantes, sobrevivieron 149 y fallecieron 379 marineros, de los que oficialmente se enterraron 23 cuerpos. Nunca se entregaron los cientos de cadáveres restantes, ni se comunicó lista de bajas, ni la tragedia se anunció en la prensa. Los supervivientes y sus familias fueron obligados por el gobierno a guardar silencio.
Esta teoría plantea que la identidad de William Martin corresponde a uno de los 379 marinos ahogados en la explosión del portaviones ¿Por qué? Porque el 31 de marzo de 1943, es decir, cuatro días después del hundimiento del Dasher, Montagu se reunió con el teniente Jewell en Londres para comunicarle los pormenores de la operación y le ordenó llevar el submarino Seraph, que estaba atracado en la base de Blyth, al noreste de Inglaterra (cerca de Newcastle), hasta la base de Holy Loch, al noroeste de Escocia y a tan sólo 18 millas de donde se había hundido el Dasher. Vemos pues que no pasaron muchos días desde que se produjera el hundimiento, cuando la Operación Mincemeat se puso en acción. Montagu tenía ahora 379 cuerpos frescos (fresh bodies) a su disposición y podía escoger un cadáver perfecto para su operación de engaño, entre los muchos cuerpos recién ahogados. ¿Cómo no aprovechar esa oportunidad única que le brindaba el destino? El investigador John Steele ha ido más lejos y ha identificado el cadáver utilizado como perteneciente al marinero John Melville.
Debemos recordar que Huelva fue elegida para esta operación de engaño por actuar en ella Adolfo Clauss, un importante, activo e inteligente agente alemán que mantenía unas excelentes relaciones con las autoridades españolas. El plan estaba urdido contando con su capacidad y sagacidad para hacerse con la cartera. De hecho, el papel que jugó Clauss aquellos días quedó avalado por un conjunto de testimonios, entre los que destacan los de origen británico, manifestando que Clauss tuvo acceso a los documentos. Hablamos en concreto con Carlos Formby (hijo del que fuera vicecónsul británico en Sevilla), Desmond Bristow (miembro de los servicios secretos británicos del MI6) y con Elizabeth Haselden (hija del vicecónsul británico en Huelva), la cual nos relató que a raíz de la rendición de Alemania, el consulado alemán en Huelva fue intervenido por funcionarios del gobierno británico, acudiendo el propio Haselden. Al tomar posesión del consulado alemán, su padre encontró fotografías de los mercantes británicos tomadas desde la finca de La Rábida, fotografías de los artefactos explosivos utilizados en el sabotaje a los barcos y fotografías…de los documentos de William Martin que Clauss había realizado. Pero entonces, ¿por qué la versión oficial manifiesta que Clauss no accedió a los documentos?
Pues quizás, porque no se quiera abrir la puerta a la verosimilitud del testimonio de Federico Clauss, hijo de Adolfo. Ya que Federico nos relató que su padre le había confesado que los alemanes se llevaron el cuerpo de William Martin en un submarino a Alemania, para repetir la autopsia con médicos propios. En determinados círculos, una operación de esta magnitud, se ha catalogado como imposible y descabellada. Pero a día de hoy, ha quedado demostrado que esta operación de secuestro y posterior traslado del cadáver de William Martin fue del todo posible, ya que un submarino alemán, el U-616, se encontraba cerca de Huelva en los primeros días del mes de mayo de 1943. Submarino que posteriormente atravesaría el Estrecho de Gibraltar para encontrarse, cerca del golfo de Almería, con el U-565, que sería quien finalmente llegara con el mensajero inglés a la base de La Spezia (en Italia, cerca de Génova), el 12 de mayo de 1943.
Cabe resaltar que el 8 de mayo, pocos días antes de la presumible llegada del cadáver a La Spezia, durante una conferencia de guerra, Hitler hizo la siguiente observación a Christian Eckhardt, general de la Luftwaffe: Christian, ¿no puede este cadáver ser algo que han puesto en nuestras manos de forma deliberada? Dicho comentario desprendía escepticismo por los cuatro costados. Los alemanes habían accedido a las cartas, pero les faltaba algo: el cadáver. ¿Qué acontecimiento fue capaz de convertir ese escepticismo inicial en un convencimiento absoluto en tan corto plazo de tiempo? Tuvo que ser la confirmación de que el cuerpo llegado a La Spezia pertenecía al de un auténtico ahogado. Prueba de ello es el apunte que figura el 12 de mayo en el diario de guerra del Cuartel General de la Marina alemana y que dice así: El correo del mensajero capturado en España es, sin lugar a dudas, auténtico. Y de ahí que el 12 de mayo de 1943, el día en que llega el U-565 a su base, todo cambie, las dudas se disipen y los alemanes comiencen a dar órdenes en el sentido que desean los aliados. Hitler elabora una directriz militar con referencia expresa a los cambios estratégicos a seguir en el Mediterráneo, dando preferencia a la defensa de Grecia y Cerdeña, y rebajando la importancia de Sicilia.
Pero además de los argumentos expuestos, accedimos hace poco tiempo a un conjunto de documentos de los archivos británicos, desclasificados en el año 2012, que apuntalan, aún más si cabe, la voluntad de ocultamiento que manifiestan las autoridades británicas sobre esta operación. Se trata del diario de Guy Lidell, director general adjunto de Seguridad de los Servicios de Inteligencia Británicos. El 8 de agosto de 1945, entre otras cuestiones referentes a este engaño, Guy Lidell escribía lo siguiente: la gente nunca sabrá lo que es verdad y lo que es ficción. Ocho años después, en otra referencia directa a la Operación Mincemeat, en la que se avisa de la presencia de un molesto periodista en Madrid que está investigando el asunto, nos encontramos con un párrafo en el que se ha borrado deliberadamente con tippex una línea del mismo. ¿Qué puede ser tan importante como para censurar parte de los documentos desclasificados, 70 años después?
No cabe duda que la voluntad de ocultamiento persiste y los interrogantes se multiplican. Esta historia ni mucho menos ha acabado, así lo reflejan las palabras de Manuel José de Lara, prologuista del libro El Misterio de William Martin, que dice: “…en la lápida de mármol de la conocida tumba del cementerio de La Soledad de Huelva hay actualmente dos nombres grabados, y ninguno es el verdadero.”
Referencias:
El misterio de William Martin. Diputación Provincial Huelva (2014), de Jesús Copeiro y Enrique Nielsen.
The secrets of HMS Dasher (2004), de John & Noreen Steele.
Huelva en la II Guerra Mundial (1996), de Jesús Copeiro.
Un soldado de la II Guerra Mundial en la playa de Matalascañas (2015), de Jesús Copeiro y Enrique Nielsen.
1 comentario en «William Martin: Una historia inacabada»
Estupenda información. Enhorabuena