José Luis Rúa. Una mañana distinta a las demás. Entre los naranjos y en las orillas de los caminos que trazan un mapa en la Huerta Los Naranjos, se puede con los ojos cerrados, distinguir perfectamente los muchos olores que adornan la atmósfera tan especial. El azahar de tanto naranjo, el romero luciendo tipo en los arriates, las rosas más esbeltas que nunca, miles de margaritas y de amapolas disputándose los espacios muertos, la lavanda haciendo honor a su prestigio. Y no perdamos de vista los frutales abriendo los ojos con esta primavera un tanto especial. Y lo mejor de todo, una veintena de caballetes camuflados con el entorno. Una veintena de artistas luciendo sus mejores galas en lienzos que han perdido la soledad hace algunos minutos.
Se repite la aventura de hace algunos meses. Gema, anfitriona, pintora, y con la canasta llena de amabilidad abre las puertas de este paraje que me tiene enamorado, para dejar a sus colegas del caballete y el pincel, hacer diabluras con el color en una mañana tan primaveral como extraña en nuestras mentes.
En el porche de la casa, refugiándose de un sol de otros lares, Emilio da muestras de sapiencia pictórica con cuatro pinceladas perfectamente distribuidas. Junto al campo de amapolas charlan amistosamente Mati y Pepe Ignacio, Rafa se llena de verde con tanto árbol a su alrededor. Arriba junto a la alberca vacía de agua pero llena de recuerdos, se mimetizan Carmen, Florencio, Garcés o Elisabete. Galán se ha refugiado a la sombra de unos árboles de cierta edad pero que dan prestancia a un rincón con una vieja fuente que nos recuerda la Alhambra.
Ela Borrego se cubre de azahar, Fátima le sale por el otro lado del naranjo repleto de fruto y Gema soporta el sol protegida por un sombrero salido de un cuadro de Sorolla. Emilio hijo y Arturo, han buscado la puerta de entrada a los aledaños de la alberca, más bien cerca del gallinero, aunque el silencio es oro en este rincón de la huerta. Rosa tiene una visión del camino donde aún resisten el paso de los años, los viejos pilares de la acequia de no se sabe cuándo.
Una mañana, donde el objetivo de la cámara se emborracha de tanta imagen bella y donde los sentidos cargan baterías para soportar los olores de la ciudad unas cuantas semanas a partir de hoy. Y en cada lienzo un trabajo que va tomando forma y que si ya dice algo por sí mismo, mucho más expresa en el conjunto de una obra colectiva que se llena más de amistad y pinceladas que de otras cuestiones menos importantes. La reunión en torno a un paraje excepcional cambia de forma y se vuelve en torno a una mesa, donde la conversación y el cambio de impresiones forman la estructura adecuada.
Todo ha quedado dicho, la próxima reunión será en el Patio dela Jabonería, Florencio Aguilera ha retado a buscar los rincones más bellos de ese patio cargado de música y de un frescor tan solo capaz de encontrarse en los atardeceres de Ayamonte. Las paletas están en alto y la temática ya ha sido definida. Nos vemos por allí en unas semanas.