I.L.G./ P.C.G. Quién le iba a decir a Virginia Vaz cuando se marchaba por primera vez de Erasmus que iba a pasar siete años seguidos de su vida en cuatro países extranjeros distintos, lejos de la provincia de Huelva. Pero es lo que tiene haber estudiado Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada, que fue punto de partida del periplo de esta onubense por el mundo que estudió en el Colegio Molière de la capital onubense y en el IES Diego Guzmán y Quesada: «Durante ocho años disfruté de una beca Erasmus, dos intercambios universitarios, dos másteres, un posgrado… y ya estoy pensando qué va a ser lo próximo. ¡Tengo un máster en hacer maletas! Pero hay dos momentos en el año que intento no perderme nunca: mis veranos en La Antilla y la Romería de Lepe».
Virginia achaca en parte este amor a los viajes a la profesión de su padre: «Pues, puede que ser hija de marinero tenga algo que ver en todos los kilómetros que llevo recorridos. En 2005 me fui de Erasmus a Francia, al año siguiente hice una estancia universitaria Portugal y en 2008 conseguí plaza en la HogeschoolGent en Bélgica. Allí acabé mi licenciatura y a los dos meses, ya estaba en Francia trabajando como profesora de español. La experiencia no podría haber sido mejor: aprendí muchísimo y tuve claro que quería dedicarme a la enseñanza de Español como Lengua Extranjera. Y bueno, desde entonces, ha sido un no parar entre Lisboa, Sevilla, Comillas y ahora Toulouse«.
– ¿Qué te hace residir en Francia actualmente?
– Se podría decir que estoy en Francia por amor a mi profesión. En España la situación no es la más idónea y Francia, por segunda vez, puso la guinda en el pastel así que no pude decir que no.
– ¿Cómo es la vida en en el país galo?
– Al igual que en España, hay que distinguir entre el ritmo de vida del norte y del sur. Esta ciudad es muy sureña y tiene mucha vida: siempre está llena de gente, disfrutan mucho de las terrazas, del sol y tiene una gran oferta cultural. La Universidad de Toulouse es una de las más importantes en Francia y el ambiente estudiantil se palpa en sus calles.
– ¿En qué lugar de Francia vives concretamente? ¿Cómo es la ciudad en la que vives?
– Vivo al sur de Francia, en Toulouse, región de Midi-Pyrenèes. La llaman la Ciudad Rosa por el color de sus fachadas. Tiene un millón de habitantes pero el centro es pequeño y está muy concentrado. No es una ciudad muy monumental pero tiene mucho encanto, a mí me recuerda a Granada.
-¿Y sus habitantes, cómo son?
– Viven relajados, disfrutan de las comidas con amigos, de la naturaleza. En general, tienen un carácter muy parecido a los españoles.
-¿Saben algo de Huelva allí? ¿Qué imagen tienen?
– No la conocen y me da mucha rabia porque siempre que digo que soy de Huelva, tengo que dibujar el mapa de España y ubicar Sevilla y Portugal. Es una pena porque tenemos mucho que ofrecer y enseñar, y no invertimos nada en proyección turística internacional.
– ¿Qué cuentas a la gente de allí de tu tierra?
– Yo siempre digo lo mismo. Si en Huelva además del sol y de la buena gastronomía también hubiera trabajo, sería el paraíso. Pero siempre falta algo, aquí, ahí y en cualquier sitio.
– Eres traductora, pero ¿en qué trabajas exactamente?
– Soy profesora de español en la Universidad Jean-Jaurès de Toulouse. Doy clases en Filología Hispánica, en LEA (es una carrera que sólo existe en Francia pero se asemeja a Traducción) y asignaturas de libre configuración. Mi día a día en el trabajo se basa en la preparación de clases, correcciones y mucha lectura para seguir al día. Es muy gratificante y lo disfruto desde que cruzo la puerta de la universidad.
– ¿Qué es lo que más valoras en lo laboral?
– Tengo la suerte de trabajar codo con codo con un equipo de profesionales de los que aprendo continuamente. Aquí cada idea, cada aportación, suma y se valora, y esa motivación diaria influye positivamente en el ambiente de trabajo. En el departamento de español, que es donde trabajo, se respira alegría, compañerismo, profesionalidad y muchas muchas risas. Cuando amas lo que haces, los lunes son menos lunes.
– ¿Cómo vive tu familia que residas fuera?
– Mi familia ya está curada de espantos. Mi hermana tampoco vive en España así que el apoyo ha sido incondicional desde el principio. Se tienen días menos buenos y saber que los míos están ahí es una dosis de energía para continuar. El skype es el mejor invento del siglo XXI.
-¿Y tus amigos?
– Algunos no lo entienden y otros, en cambio, me apoyan y aplauden mi valentía. Creo que cada uno debe tener muy claro cuáles son sus prioridades a medio plazo. Cuando se tiene por profesión una vocación es imposible no luchar por ella pero está claro que siempre hay que sacrificar algunas cosas.
– ¿Cuáles son tus planes de futuro?
– Quiero seguir ejerciendo mi vocación y si es en España mejor. Mi familia es mi casa, no necesito mucho más para ser feliz. ¿Un objetivo? Demostrarme a mí misma que mi constancia, amor propio y perseverancia han merecido la pena.
– ¿Piensas volver a Huelva, en breve?
– Pues tengo la suerte de que en el sistema educativo francés, cada cinco o seis semanas de clases hay vacaciones así que por una vez, ser emigrante a 200 kilómetros de la frontera se agradece.
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
– Afortunadamente, me adapto muy rápido y no suelo echar nada en falta excepto a mi familia que es insustituible. Si pudiera tenerla aquí, mi casa sería Francia. Todo lo demás es secundario. Aunque si te digo la verdad, me muero por una ración de coquinas y unos choquitos a la plancha.
– ¿Recomendarías a los jóvenes onubenses una estancia en el extranjero?
– Sinceramente, sólo se lo recomiendo a quien vea la emigración como una oportunidad laboral y un enriquecimiento personal porque no es fácil. Es cierto que te abre puertas, que desarrollas tu profesión en un contexto cultural diferente, que aprendes un idioma… Pero no es oro todo lo que reluce. Hay que hacer de la necesidad una virtud y yo quiero pensar que todo este esfuerzo traerá algo positivo.
– Para terminar, un mensaje para los jóvenes que empiezan a estudiar y se plantean salir fuera.
– Hay que salir fuera, conocer, aprender de lo que vemos, disfrutar y después regresar. Solo así es como realmente valoramos de verdad lo que tenemos en casa, en nuestra ciudad. Fernando Pessoa decía que Los viajes son los viajeros y lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Pues eso.