El objetivo invisible de Pedro Carrasco

Pedro Carrasco tras su objetivo.
Pedro Carrasco tras su objetivo.
Pedro Carrasco tras su objetivo.

Bárbara Yáñez. Supe que Pedro Carrasco se dedicaba a la fotografía un día en Huelva, cuando me dediqué a observarle mientras, semi oculto tras su objetivo, en una plaza, intentaba captar una imagen cotidiana. Cuando consiguió la difícil instantánea, se retiró el objetivo de la cara e iba a continuar sigiloso su camino entre la gente, pero mi estrepitoso saludo de alegría lo sacó, sorprendido, de su ensimismamiento creativo.

Creo que no nos veíamos desde hacía mucho tiempo, y ni siquiera podía imaginar que su camino vital hubiese recalado en la fotografía. Estuvimos hablando un poco de su nueva tarea artística, y me pasó su página fans de Facebook para que viera aquello a lo que ahora se dedica.


Festival de Cine de Huelva

Tras ese día quedé sorprendida por la profundidad conceptual de su fotografía, por sus continuos guiños y referentes artísticos que en ella desplegaba. En esas fotos se destilaba poesía, la gente retratada desprendía un cierto aire de sabiduría antigua. Pedro captaba el devenir, lento, humilde, de esos seres cuya única aspiración es ver pasar la vida, con aceptación, sin desvelos, sin grandes fastos, ni ambiciones. Así descubrí que Pedro vivía y desarrollaba casi toda su tarea creativa envuelto en su Macondo particular, Puebla de Guzmán, un blanco pueblo del Andévalo occidental.

Le llamé un día, fascinada con la idea de hacerle una entrevista para dar a conocer su particular fotografía, y así fue como me citó en su pueblo una gélida mañana de enero.


Puerto de Huelva

El autobús me había dejado en un paseo que se encontraba absolutamente desierto, sólo se adivinaban tímidamente, tras los cristales del bar Avenida, algunas personas tomando café. Apresurada por el frío, llegué pronto a su estudio, situado en la parte baja de la calle principal del pueblo, la calle Serpa.

Gente del pueblo.
Gente del pueblo.

Me recibió parapetado por su portátil, hablando animadamente con un cliente sobre una foto, me pidió que le esperara. Cuando terminó, cerró el estudio e iniciamos la entrevista. Visualicé ante todo el espacio, no demasiado amplio, pero con los dispositivos necesarios de un estudio fotográfico. Todo sencillo, pequeño, muy a su estilo personal; sí, en cierta forma, ese estudio habla ya, en buena medida, de su personalidad.

– En primer lugar le pregunto qué fue lo que le llevó a dedicarse a la fotografía:
– Pedro Carrasco: “Pues podrá sorprenderte un poco el saber que aquello que provocó mi primer interés por la fotografía no viene de un fotógrafo, sino más bien de mi pasión por un cineasta. Cuando tenía aproximadamente 10 años, vi un documental sobre Stanley Kubric y, si mal no recuerdo, ahí comenzó todo. Kubrick antes que cineasta había trabajado como fotógrafo en la revista “Look”, y una de sus fotos, muy conocida “El kiosquero llorando la muerte del presidente Roosvelt”, se había convertido en un hito de la fotografía sensacionalista de la época. La foto suscitó múltiples interpretaciones de todo tipo: la tristeza por la situación que vivía USA, un reflejo de su sociedad… etc. Como buen soñador, pensé y deseé que la gente interpretara una obra fotográfica mía, la hiciera suya a su manera.” (Tímidamente me reconoce que eso ya lo ha conseguido con alguna de sus fotografías).

Homenaje a Magritte.
Homenaje a Magritte.

– Dicho esto de que desea que sus imágenes puedan ser interpretadas por los espectadores, le pregunto entonces qué es exactamente lo que está interesado en captar:
– Pedro Carrasco: “Bueno creo que esa pregunta te la responde mi actitud la última vez que nos vimos, casi quería pasar desapercibido para captar una foto lo más espontánea posible de dos señoras en un banco en una plaza de Huelva. Ahí creo que se concentra una parte importante de mi interés, de mi concepto. Me gusta ver el movimiento y el ajetreo de la gente por la calle, el devenir cotidiano. Puebla de Guzmán me proporciona en ese sentido muchas instantáneas interesantes, de personas corrientes, a las que intento elevar a una dignidad artística. Me identifico mucho con el fotógrafo de postguerra Willy Ronis, que decía no gustarle demasiado el retrato posado, prefería ver la calle, los hechos y las cosas que se mueven”.

– Pero aunque sí es cierto que Pedro se deja llevar por el movimiento de la vida cotidiana en su pueblo, a la hora de plantear su fotografía tengo que llevarle un poco la contraria, pues he visto fotos que desde luego me recuerdan a fotogramas de películas, a obras de arte surrealistas.
Pedro Carrasco: “Sí claro, yo tengo dos vertientes, una está más enfocada a mi mundo laboral, en ella es lógico que tome como referente a aquellos que pueden ser clientes potenciales pero, para mi vertiente más profesional, dejo volar mi alma de soñador; a esa parte mía no se le pueden cortar las alas, así es que mi cinefilia se ve reflejada en mi obra claramente. Mira (abre su portátil), esta foto que tomé con el móvi, es un auténtico homenaje a la película de estética expresionista “El tercer hombre”, protagonizada por Orson Welles, y en esta foto (me muestra una taza de café en la que se refleja un bellísimo cielo azul),creo que al hacerla estaría pensando en algún mundo surreal de los que pintó Magritte”.

Atardecer en Buitrago de Lozoya.
Atardecer en Buitrago de Lozoya.

– Ambas fotos son diferentes en estilo y luego, a su vez, éstas tienen poca semejanza con tus habituales fotografías callejeras. Entonces ¿cuáles son tus referentes artísticos, tus fotógrafos preferidos?
Pedro Carrasco: “Tengo varios, no sólo uno. De cada uno intento sacar algo que luego, al yo sintetizarlo en mi fotografía, se vea diferente. A veces soy consciente de que es complicado, que personas de a pie, no avezadas en el conocimiento de la fotografía, entiendan mis juegos visuales y mi despliegue técnico. Ronis, del que antes te hablé, me sirve como referente en el hecho del gusto por el callejeo, el improvisar en la toma de una foto. Yo tengo una teoría parecida a la desplegada por Miguel Ángel cuando iba a Carrara a elegir los bloques de mármol, él llegaba y decía “ en este bloque está el David, en éste la Pieda”. A mí me pasa un poco eso, voy por la calle y las imágenes están ahí, yo sólo tengo que darle una luz, un encuadre, yo sólo tengo que inmortalizar un momento, que en la retina humana sería efímero pero que en mi cámar, si yo lo deseo, puede tener un vínculo con la eternidad. Otros fotógrafos que me marcan y me hacen mejorar en técnica son Cristina García Rodero, con una fabulosa técnica impecable, y Robert Doisneu, otro fotógrafo decidido a captar el devenir de las calles de París, aunque se conoce que algunas fotos fueron preparadas, como la famosa del beso, pero eso no elimina su genialidad ni un ápice, más bien diría yo que esos hechos aumentan su leyenda”.

– Vaya, esto ha sido toda una tesis acerca de la fotografía, no sólo hace fotografía sino que conoce a fondo el mundo en que se mueve, por eso le pregunto hacia dónde le gustaría dirigir sus pasos en la profesión:
Pedro Carrasco: “Pienso que una buena parte de los fotógrafos vivimos en una dicotomía constante, por un lado tenemos una fotografía laboral, aquella que nos permite sobrevivir, y que se centra en reportajes de eventos sociales. En este tipo de trabajos es escasamente posible tener la suerte de encontrar clientes que te dejen hacer o experimentar en la técnica, más allá de lo que piden. Por eso, y hablo por muchos que tenemos esta profesión, busco incesantemente esa vía de escape creativa en fotos menos comprensibles, a nivel estético, y que son experimentos. Aunque estoy seguro de que mi parte laboral no afectará al desarrollo de mi pasión, de hecho creo que próximamente voy a empezar a sacar más a la luz esas fotografías, que son mi yo creativo 100 %, y con ellas tengo la idea de crear alguna exposición en un futuro no muy lejano. Por el momento, aparte de mi trabajo aquí, en el pueblo, no dejo de estar vinculado a la creación audiovisual; por ejemplo acabo de llegar de la grabación de la película “El violín de piedra” del director español Emilio R. Barrachina. Allí mi labor ha sido de gaffer, que es el que se dedica, fundamentalmente, a controlar todos los aparatos eléctricos y todo lo vinculado a la iluminación de las escenas en una película. Ha sido un trabajo en Madrid, en algunos pueblos realmente preciosos de la sierra norte como por ejemplo Buitrago de Lozoya.”

– Las fotos creativas de Pedro tienen un halo poético que las inunda, son como una ventana abierta al cielo, o como la tétrica y romántica torre de una iglesia medieval que parece sacada de una leyenda becqueriana. Sus ojos, cuando habla, están plenos de pasión por lo que hace, pero esa mirada se torna con un fondo de tristeza cuando le hago la última pregunta. ¿Cuál crees que es el lugar que ocupa la fotografía en el conjunto de la Historia del Arte?
– Pedro Carrasco: “Pienso que es una disciplina poco valorada en los tiempos que corren, por el hecho de que ya cualquiera tiene una cámara, toma una instantánea con un móvil. Se ha producido una banalización de la fotografía. Cuando nació la fotografía, el fotógrafo era como un mago al que se acudía, y que te robaba un poco el alma al tomar esa imagen. Las fotos eran objetos de lujo, en ellas había también mucho despliegue técnico; de hecho, los primeros fotógrafos fueron pintores. Pero con el paso de los años, mi visión de la fotografía en el contexto de la Historia del Arte es pesimista. La veo absolutamente engullida por disciplinas como el cine; se ha convertido en la hermana pequeña de otras artes. Los derechos de autor están difusos, hay poco sentido gremial en la profesión. Quizás podamos ser los propios fotógrafos un poco culpables de esa escasa valoración, debido a la necesidad de sacar dinero de ella desde un punto de vista más materialista y comercial. Mi único deseo es que la buena fotografía se valore más, y que el fotógrafo creativo, pueda desplegar aquellos elementos que lo hacen diferente”.

Sin duda la fotografía que nos ofrece Pedro Carrasco es diferente, intimista y poética, cada imagen está cuidada y pensada, su cultura fotográfica y cinematográfica lo avalan.

De repente, mientras termino de apagar la grabadora, suena un leve toc-toc en la puerta. Han llegado dos pequeños con su madre, para hacerse una sesión fotográfica. Me despido agradecida porque me haya dejado robarle una hora de su trabajo. Estoy segura de que en esa próxima sesión, aparte de los deseos del cliente, volcará decidido un poco su alma, ese espíritu apasionado y poético, que hace años decidió consagrar a la fotografía.

 

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