Ana Rodríguez. La Semana Santa, ésa que cada año atrae hasta nuestra tierra a turistas de todo el mundo por su belleza y espectacularidad, no sería la misma sin el olor a incienso y azahar en las calles, las vestimentas tradicionales de los penitentes, las flores, la música… pero sobre todo, nada sería igual sin las imágenes, esas hermosas tallas que son a la par muestra de arte y devoción. Quienes las esculpen, los imagineros, representan un gremio muy respetado y cotizado, cobrando su profesión especial importancia en esta Semana de Pasión.
Luis Álvarez Duarte es uno de los mejores. Puede presumir de haber dejado su impronta en esculturas de todas las comunidades autónomas del país -con la excepción de Mallorca, Galicia y Asturias- y parte del extranjero, pues ha sido el artífice de tallas que ahora se admiran en el continente americano.
Este gran artista nació en Sevilla, en el barrio de la Trinidad, aunque su familia es oriunda de Extremadura y también de Huelva, donde de pequeño jugaba en la Isla Chica y se bañaba en la Punta del Sebo. En la capital onubense vivía su tío, Manolo Álvarez, capitán del Ejército, y fue en nuestra tierra donde Luis vio por primera vez el mar, naciendo de esa enorme impresión una intensa relación entre Onuba y el imaginero. “Desde aquel momento dije que cuando pudiera me compraría una casa en Huelva y así lo hice. Ahora, siempre que tengo oportunidad, me escapo a mi residencia de El Portil. Me encanta aquello, le tengo un cariño muy especial, me considero un enamorado de Huelva y siempre digo que soy del Betis y del Recre”, afirma el artista divertido.
Desde bien pequeño Luis sintió la llamada de su profesión. Con seis años ya tenía claro que se dedicará a la escultura, cuando sólo era un niño al que le encantaban los tebeos del Capitán Trueno y que se pasaba el día dibujando y modelando. A los diez se convirtió en el aprendiz del imaginero Francisco Buiza, su maestro, el que le enseñó “la introducción a ese gran cocido de las Bellas Artes, para mí fue un paraíso”, recuerda Álvarez de su etapa más precoz.
Un par de años más tarde, cuando era monaguillo en la parroquia de San José Obrero de Sevilla, decidió esculpir una dolorosa para su iglesia. Junto a unos amigos tomó madera de una fábrica de harina y con mucho tesón le dio forma hasta convertir aquellas piezas en la Virgen de los Dolores que cada Sábado de Pasión recorre las calles de la capital hispalense.
Pero Luis era sólo un adolescente cuando culminó esta primera gesta. Él seguía yendo al colegio mientras acudía a sus clases con Buiza y, en sus ratos libres, dibujaba carteles de cine, otra de sus pasiones, en los que plasmaba al prolífico Marlon Brando o al Charlton Heston que daba vida al Cid Campeador.
El joven empezó a brillar un poco después, cuando a los 15 años realizó para la Cofradía de las Aguas de Sevilla una Virgen de Guadalupe. Fue tal el éxito que alcanzó con ésta que su nombre como imaginero empezó a sonar con fuerza y los encargos comenzaron a llegar sin demora.
Uno de ellos fue el de la Virgen de los Dolores de la Hermanad de Vera+Cruz y Oración el Huerto de Huelva, imagen que este 2015 será coronada canónicamente, lo cual llena de alegría y orgullo al imaginero. Pero no fue ésta la primera talla que Álvarez hizo para la ciudad de Huelva, ya antes había llevado a cabo un niño Jesús de la Virgen de la Cinta, una figura que aún puede admirarse en el santuario del Conquero, donde luce en un templete de plata.
Era un adolescente el autor de tales bellezas, un joven que no quería dejar de aprender, y por ello hizo la maleta y se marchó, como no podía ser de otra manera, a Italia, para descubrir, primero en Roma y luego en Florencia, el arte de grandes como Bernini. Entre academias y su autodidactismo estuvo tres años, a caballo entre Italia y España, trabando en su país para ahorrar y marcharse por temporadas a la cuna de Miguel Ángel a seguir perfeccionando su técnica y ampliando conocimientos.
Durante esta etapa, Álvarez expuso en varias ocasiones en muestras colectivas en Italia, mientras que en su tierra había corrido la voz de su buena mano y tenía cada vez más encargos. Cuando regresó, se instaló con un orfebre que le cedió un sitio en su taller, hasta que más tarde abrió su propio estudio, que estuvo mucho tiempo en la sevillana calle Aguiar antes de mudarse definitivamente a Gines, donde vive en la actualidad.
En todos estos años, el número de imágenes que han pasado por las manos del imaginero es difícil de precisar. De todos los puntos de la geografía española han acabado llamando al artista para encomendarle la difícil misión de ponerle cara a la Semana Santa. En esta tesitura se encontró la Hermandad de la Victoria en 1967, cuando encargó a Álvarez una imagen de la Reina del Polvorín. El resultado fue una de tallas más bellas de la Semana Santa onubense, a la que siguen cada Miércoles Santo miles de devotos en acto de penitencia.
Curiosamente, con el paso del tiempo, Álvarez también ha acabado retocando a la otra gran Señora del ecuador de la Semana Santa onubense, la Virgen de la Esperanza, a la que hace poco restauró los ojos y las pestañas. “La Hermandad de la Esperanza me cae muy bien, también le tengo mucho aprecio”, comenta el artista, por cuyas manos también han pasado la Virgen de la Paz (Mutilados), Nuestro Padre Jesús de la Humildad (Victoria) y María Santísima en la Resignación de sus Dolores (Descendimiento).
Si hablamos de todo el país, suyos son, por ejemplo, la Pasión y la Virgen de la Esperanza de Bilbao; el Cristo de la Oración en el Huerto de Zamora; las Vírgenes del Rosario, la Soledad y los Ángeles de Córdoba; la Virgen del Mayor Dolor de Granada; la de las Siete Palabras de Jaén; el Señor de Salud y Pasión y la Virgen del Rosario de Almería; la Reina de los Cielos, la Virgen de la Paloma, la Sagrada Cena, la Virgen de la Paz y la Salud de Málaga y, como no, de su tierra natal, Sevilla, la Virgen de Guadalupe, el Patrocinio de la Hermandad del Cachorro, el Cristo de la Fe y el de las Cinco Llagas, entre otras muchas.
Al margen de la Semana Santa española, las esculturas religiosas de Luis han logrado trascender nuestras fronteras, ‘exportando’ su arte al otro lado del charco. Así, en el barrio neoyorquino de Queens, en la iglesia de una congregación de católicos americanos, se halla una réplica de la Esperanza Macarena de Sevilla obra de Álvarez. Una talla muy emotiva entronizada en unas circunstancias tan particulares que dio lugar a que su autor recibiera como distinción las Llaves de la Ciudad de Nueva York, uno de los muchos reconocimientos obtenidos por Luis a lo largo de su trayectoria profesional.
Sin movernos de América, en la catedral de Buenos Aires se encuentra el Cristo del Gran Amor, un encargo que el sevillano recibió por parte de dos futbolistas argentinos, Bertoni y Scotta; si pasamos a Colombia, en el barrio Kennedy se localiza otra Virgen de la Esperanza con sello del andaluz; y en Santa Fe de Antioquía, una talla de la Virgen de la Amargura. En esta línea, y con un gesto de orgullo, el artista asegura que él siempre crea en su tierra y que sus esculturas salen “de Andalucía para el mundo”.
Para un padre con tantos hijos es siempre difícil decidirse por uno: “la imagen de la que estoy más contento es siempre la próxima que voy a tallar” afirma Álvarez. Para elaborar estas esculturas, el artista se informa del lugar dónde serán colocadas y las reglas de la hermandad correspondiente, para luego esbozar un boceto previo al dibujo y finalmente tallar –siempre en madera de cedro- y policromar su creación.
Hacer estas imágenes logrando que todas sean diferentes y tengan su propia personalidad no es nada sencillo. La principal fuente de inspiración del sevillano para llevar a cabo su labor es, según comenta, “estar en mi tierra, en Andalucía. Miro al natural, en lo profano, a personas mayores, gitanos, hombre y mujeres y luego mis impresiones las traspaso y las idealizo”.
A raíz de sus primeras obras, y gracia al boca a boca y los medios de comunicación, a Álvarez le empezaron a llegar clientes que nada tenían que ver con la Semana Santa. Comenzaron a buscarlo por Sevilla y a encomendarle trabajos particulares, destacando entre los mismos un busto de los hijos de Don Juan Carlos y Doña Sofía, que actualmente se encuentra en la parte privada del Palacio de la Zarzuela. “Yo tenía 22-23 años, era 1975, cuando, a través de los duques del Infantado, que eran clientes y, en cierto modo, mecenas míos, me llamaron de la Casa Real. Hice un busto de las infantas y el príncipe. Fue una experiencia única, con persona muy cercanas que me brindaron un trato fantástico”, recuerda Álvarez.
También la recientemente fallecida Duquesa de Alba fue clienta y gran amiga del sevillano: “me llamó para unos trabajos de arte costumbrista andaluz, del que ella tenía una colección particular en Madrid y Sevilla. Le hice varias piezas y también, a su petición, elaboré la escultura de Pastora Imperio que está en la calle O’Donnell (Sevilla)”.
Y es que paseando por la ciudad natal del escultor pueden admirarse varias de sus creaciones, como el monumento a Manuel Rodríguez Ojeda en la Macarena, al torero Manuel Vázquez frente a la Maestranza o el monumento a Fray Serafín Madrid en Nervión.
Cabe destacar que el arte costumbrista, las escenas populares andaluzas, son muy del gusto del artista: bailaoras, cigarreras, toreros, escenas de arrastre, de mulillas… aparecen reflejadas habitualmente en su obra. De hecho, Álvarez ha esculpido a flamencos universales como Rocío Jurado, Pepa Flores ‘Marisol’, Matilde Corral o Manuel Vargas, y hace poco modeló un boceto del cantante Raphael para una escultura que le dedicará su tierra, Linares.
Recientemente, Luis ha realizado la imagen de una dolorosa para una nueva hermandad malagueña, así como un Cristo para la localidad granadina de Guadix y una Virgen para Lérida. Ahora, y tras exponer por todo el mundo, se halla inmerso en la preparación de una nueva muestra que verá la luz en 2016: “versará sobre temas profanos, trabajando el bronce, las maderas en limpio, pero siempre con un toque de imaginería y de retratos de personajes andaluces que me gusta hacer”. La intención del autor es que la exposición se exhiba primero en Sevilla y luego llevarla a París y Nueva York.
Pero antes de todo eso, Luis Álvarez tendrá otro cometido. El escultor, junto a la actriz María Galiana, el actor Antonio Banderas y el tenor Plácido Domingo, ha sido nombrado padrino de la Federación Española de Fútbol, que este 2015 celebra el centenario de su constitución, y para conmemorarlo tendrá lugar próximamente un gran acto en Huelva al que no faltará el artista. “Estoy muy contento”, confiesa el andaluz emocionado.
Así las cosas, el gran imaginero no tiene intención de abandonar su gran pasión y seguirá poniendo cara, hasta que la vida se lo permita, a las imágenes de la devoción de la Semana Santa en España.