Benito de la Morena. Departía el otro día, delante de una buena paella, con mi amigo Carlos V (no quinto), sobre el uso que del “conductismo” hacían los espabilados de las diferentes áreas temáticas de la vida social.
El termino en cuestión, para los que no estén informados es, según su fundador John Watson, “la escuela natural a la que se atribuye todo el campo de las adaptaciones humanas”; se trata pues de una filosofía de la ciencia de la conducta de los seres humanos y ahí empieza el gran dilema que ha tenido lugar durante los milenios, en los que se supone que este dejo de gruñir y sus sonidos guturales empezaron a ser gramaticalmente entendibles.
Pero, y ahí la cuestión de mi amigable debate, era que esa teoría conductista había ido derivándose hacia una manera de dirigismo subliminal por el que unos espabilados asaltan a los intelectualmente más desfavorecidos y les subyugan con faltas promesas, para ganar su favores aprovechando la ingenuidad y buen sentimiento que su corazón dispone. Estas personas engañadas suelen ser más pasionales que los crueles y sinvergüenzas delincuentes que abusan de la sencillez de sus víctimas, para el engaño y escarnio en beneficio propio o de su colectivo.
Cuando pasamos a los postres, ya estábamos pronunciándonos sobre que personajes, grupos y escenarios eran los que frecuentaban esa derivación malintencionada del conductismo y, evidentemente salieron todos los que ustedes conocen que manipulan las conciencias a través de todo tipo de medios a su alcance, y aparecieron los poderes fáticos del dinero, de la comunicación, del espíritu y la moral mal entendida, las corrupciones diversas que alcanzan del Director al conserje, de la manipulación informativa y tendenciosa, de la falsa promesa aprovechando el momento oportuno, del ladrón de guante blanco y del pillo de guante gris, fueron tantos los casos que desvelamos que, a la hora del café, ya empezamos a dudar de hasta nosotros mismos, y eso nos aterro, porque empezamos hurgar en nuestras conciencias y a sobresaltarnos con los resultados obtenidos, de manera que pagamos la factura con dinero A y salimos en silencio del restaurante.
Hoy me he decidió a descargar mi conciencia, porque como estamos en fase preelectoral y, a pesar de los últimos “fallos” de los jueces, se escuchan muchas promesas, he supuesto que contarles a ustedes esta reflexión podría servir para ayudar a pensar donde estamos, que somos, que queremos y hacia dónde vamos. En fin, la paella estaba muy rica y el sorbete con espuma y sabor a vainilla, superior y, para conocimiento general, no bebimos alcohol por eso de que debíamos coger el coche a continuación.
2 comentarios en «Conductismo»
Un día, comiendo con mi amigo Benito de la Morena en lugar que se prestaba al debate, quedó sobre la mesa la influencia que culturas anteriores han dejado en nuestra personalidad. Pero eso es solamente un factor condicionante, pues son muchos los que están presentes.
Esto viene a considerar que no solamente las acciones taimadas de los vendedores de humo (Que también)influyen en nuestras decisiones como votantes, sino que hay que considerar quienes somos nosotros.
Me gusta eso que dice Don Benito sobre «dirigismo subliminal por el que unos espabilados asaltan a los intelectualmente más desfavorecidos» …
Es la cara negra del conductismo social. Pero hay que contar con él. Siempre ha existido, incluso antes de que Watson lo sistematizara y divulgara.
En Azoteas (Y personalmente el que escribe hoy), somos más de la «secta» del constructivismo, como demuestran nuestras publicaciones sobre el aprendizaje y la evaluación.
Aprendizaje de los individuos y de la sociedad, a partir de lo que ya es y de lo que puede asumir como nueva información. Es decir, «construir» el proceso de aprendizaje social de las personas desde la propia realidad social y cultural. Pero eso a veces va en contra de los intereses de los vendedores de humo esos.
Mi aportación a la comida de Don Benito y Don Carlos: Una cosa a evitar (la malintencionada actuación de los que pueden) y otra a tener en cuenta (la inevitable realidad de nosotros mismos).
Y mi admiración de siempre y la envidia por el lugar en el que coméis.
Hoy personalizo la respuesta:
Miguel Mojarro.
Querido amigo, queda usted invitado a otra paella, siempre que hablemos de conductismo y constructivismo. Un abrazo